Ayúdanos a compartir

“El Pelele”

Danilo Santos
desantos.salazar@gmail.com

Cuenta la historia que las palomas salieron volando, huyendo del falso dorado de la cárcel donde las acuñaron, volaron y se multiplicaron más que el ave nacional, ahora las monedas de un quetzal solo tienen un rostro, el del escudo de armas. El otro quedó vacío. A las palomas ahora se les ve por la Plaza, en la fachada de la Catedral, bajan y suben por comida y como buscando la llama de la paz al pie del asta donde ondea la bandera de “los guatemaltecos”. No la encuentran nunca. Mientras tanto las botas militares, marciales y acompasadas, las dispersan izando o arreando el símbolo que nos “une”.

No entienden nada y hacen lo que mejor saben, cagarse en todo. Caminan frente al Portal del Comercio buscando a “El Pelele”, sí, al mendigo que enloqueció y se volvió asesino. Pero no lo encuentran. Las ratas desde las alcantarillas les dicen, entre chillidos, que el loco ahora deambula por el edificio de Ubico. Lo ven cuando por túneles olvidados llegan al sótano del Palacio y se cuelan por el inexpugnable paso subterráneo que atraviesa la quinta calle hasta llegar a la casa que construyó, hace ochenta años, el último dictador (¿o el penúltimo?). Lo ven leyendo mil quinientos años de libros, particularmente el de “Tito”, “Los Salmos” y “Apocalipsis”. Al verlo frente al espejo, como actuando para él mismo, con la frente levantada y el pecho atravesado por “patrio ardimiento”, las ratas inteligentes huyen, otras, las que comen de la carne podrida de quienes han sido víctimas de “El Pelele”, se quedan y celebran con sus sucias patas al orate.

Vuelan las palomas al Palacio, revolotean, no encuentran la llama, terminan simplemente cegándose en la fachada del poder político. Adentro, en un insulso lugar, yace la llama olvidada. De cuando en cuando pasa cualquiera soplando por las rendijas de una cutre caja de plástico y la apaga, el butano que la alimenta se propaga y apesta el lugar, bueno, lo apesta más. El último imbécil que la apagó es el mismo que se ufana de haberla encendido.

“Cara de Ángel” le asegura al perturbado mendigo que lo mejor es aplicar la Ley Fuga a su mayor enemigo, es el consejo de los coroneles, en especial de los que lo llevaron al poder-enloquecer. Es enemigo de la patria le dice. Sí, contesta alienado, apretando entre sus manos el libro de los titiriteros. Y se lanza como todo un “Quijote” a pelear con molinos. Sus bobos escuderos se aprestan a la batalla sin tener conciencia de que su causa no existe.

En las calles la gente vive con el normal miedo a lo que venga, que puede ser cualquier cosa, de las que ya le ha tocado vivir o una nueva que asombre. Los volcanes bufan, el cielo se ennegrece, viento y agua también asustan y, la tierra se sacude fuertemente para recordarnos nuestra pequeñez. Algo se cocina en el inframundo y “El Pelele” está dispuesto a salir gritando lo que sea, víctima del surrealismo nacional.

Las palomas de la paz no encuentran su lugar.

Fuente: [http://lahora.gt/el-pelele/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Danilo Santos Salazar