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Oigan esta voz profética que nos advierte y conmina a no echarnos de nuevo encima el sangriento pasado que queremos dejar atrás.

En un poema titulado “Estratega a contrapecho del hombre”, Otto René Castillo le dirige la palabra a un coronel. En su tiempo no había (tantos) generales como ahora. Y como para el caso da lo mismo, pues se vale sustituir coronel por general. Lo cual deriva en esta interpelación:

“General, tú que tienes las armas y el poder, puedes mandar a bombardear nuestras montañas, que su tranquilo pecho de esperanza y pájaro jamás huirá despavorido hacia el viento.

“General, tú que tienes las armas y el poder, puedes mandar a matar a quien te dé la gana; a encarcelar a quien se atreva al coraje de la frente en alto, gallarda y luminosa como son las frentes de los dignos.

“General, tú que tienes las armas y el poder, puedes enviar a cerrar un instituto; a herir el dulce futuro de la patria con la tarascada gris y salvaje de tus malditas balas y a uniformar el orgullo civil del quetzal posprimario.

“Pero todo será vano, general, porque tú no puedes, con tu impotencia milenaria, mandar a bombardear, a matar y encarcelar, a uniformar la inconformidad de un pueblo entero. Esa es la lucha, general, y en esa lucha tú llevas la peor parte, porque tú, general, piensas del hombre para atrás y el pueblo piensa del hombre hacia adelante. He ahí, pues, general, estratega a contrapecho del hombre, por qué tienes de antemano perdida la batalla en contra de nosotros”.

Otto René tiene también otro poema que se llama “Intelectuales apolíticos”, en el que hace un vaticinio interesante. Dice:

“Un día, los intelectuales apolíticos de mi país serán interrogados por el hombre sencillo de nuestro pueblo. Se les preguntará sobre lo que hicieron cuando la patria se apagaba lentamente, como una hoguera dulce, pequeña y sola. No serán interrogados sobre sus trajes, ni sobre sus largas siestas después de la merienda, tampoco sobre sus estériles combates con la nada, ni sobre su ontológica manera de llegar a las monedas. No se les interrogará sobre la mitología griega, ni sobre el asco que sintieron de sí cuando alguien, en su fondo, se disponía a morir cobardemente. Nada se les preguntará sobre sus justificaciones absurdas, crecidas a la sombra de una mentira rotunda. Ese día vendrán los hombres sencillos. Los que nunca cupieron en los libros y versos de los intelectuales apolíticos, pero que llegaban todos los días a dejarles la leche y el pan, los huevos y las tortillas, los que les cosían la ropa, los que les manejaban los carros, les cuidaban sus perros y jardines, y trabajaban para ellos, y preguntarán, ‘¿Qué hicisteis cuando los pobres sufrían, y se quemaba en ellos, gravemente, la ternura y la vida?’

“Intelectuales apolíticos de mi dulce país, no podréis responder nada. Os devorará un buitre de silencio las entrañas. Os roerá el alma vuestra propia miseria. Y callaréis, avergonzados de vosotros”.

El título de “intelectual apolítico” les cae al pelo a las legiones de oenegeros y empleados públicos progres que se atragantan de exigencias y derechos pero que sólo buscan “sueldear” ad eternum de la cooperación internacional. El miedo a que les roben sus autitos los hará votar por el candidato que sólo ofrece mano dura y que nada dice sobre que privatizará la educación y la salud, con lo cual va a “a uniformar el orgullo civil del quetzal posprimario” y a hacer que el sufrimiento de los pobres se acentúe y se queme “en ellos, gravemente, la ternura y la vida”.

Insensatos y biempensantes de todas las edades y clases sociales: ¡despierten y vean que el pasado se nos viene encima!

Mario Roberto Morales
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