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Irmalicia Velásquez Nimatuj

La población trabajadora no cree en la mayoría de las y los diputados porque solo han llegado al legislativo para enriquecerse gracias al poder que los votantes les asignaron en las urnas, las excepciones son las y los miembros de las bancadas minoritarias y algunos diputados que militan en partidos de centro, quienes de manera personal, han venido dando la batalla frente a la aplanadora oficialista que ha logrado aglutinar a la casi totalidad de bancadas de centro hasta de extrema derecha para juntos socavar el Estado de Derecho y defender los intereses del pacto de corruptos emitiendo leyes para sus necesidades, así como respaldando las ilegalidades del ejecutivo y del judicial.  De hecho, buena parte de la crisis sociopolítica en la que esta sumida Guatemala se le debe a las y los congresistas corruptos.

Mientras en calles de la capital, carreteras, comunidades o ciudades del interior, miles de personas no dejan de pronunciarse y demandar la renuncia de la actual clase política que se ha vuelto sorda y soberbia frente al desgarramiento humano, agudizado por la pandemia que ha sido usada para enriquecimiento ilícito.

Podría interpretarse entonces, que las voces que se alzan están siendo escuchadas por algunos diputados que aún tienen la posibilidad de enmendar su rol en la historia política de Guatemala.  De hecho, esta semana observamos cómo el poder de las mafias dentro del Congreso empieza a desmoronarse de manera lenta, esto indica que algunos congresistas podrían hacer la diferencia impidiendo que el partido oficialista y sus aliados continúen con el plan de socavar las pocas instituciones que aún subsisten. 

Y aunque varias de las acciones de los parlamentarios podrían retratarse como faltas de respeto o como acciones violentas, también hay que subrayar que éstas son las únicas opciones que la actual junta directiva del congreso, dirigida por uno de los nefastos e incapaces presidentes que la historia registra, Allan Rodríguez, ha provocado, dado su nula capacidad para dirigir y para permitir que el diálogo parlamentario se desarrolle en base a normas democráticas y de participación equitativa.   Si algo caracteriza a Rodríguez, es su sesgo ideológico, así como la fidelidad que mantiene a sus jefes -las elites que lo manipulan- por eso, evita debatir con sus pares porque no tiene la capacidad técnica y menos académica para hacerlo, recurriendo a negarle la palabra a los diputados que no están alineados a sus intereses. 

 Si más diputados, conscientes del momento histórico por el que atraviesa Guatemala, logran romper el cerco que se ha construido dentro del Congreso, podrían dar no solo un respiro a nuestro golpeado país, sino que, además, lograrían contribuir a que el sistema de justicia retome la urgente senda de la imparcialidad para poder frenar el imparable descarrilamiento del ejecutivo.

Fuente [elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj