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El mundo desde una pantalla

Los datos científicos ya están ahí, esperando a que reaccionemos, a que tomemos las decisiones adecuadas.

Marcela Gereda

No sé si fue la canción y el poema de San Francisco de Asís que mi madre nos repetía dulcemente como mantras a mi hermana y a mí cuando éramos niñas. O que en la biblioteca del colegio siempre me gustaba volver a aquellas páginas con misterioso olor a guardado de donde aparecían toda clase de animales y ese personaje que a mí desde muy chica me cautivó cuando decía que nuestra casa común es como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos, nos sustenta y gobierna.

Fue en una ópera que dice que el latido del amor es el mismo latido del universo que experimenté aquello que había visto antes en los libros de San Francisco. Durante mis primeros años de estudiar antropología comprendí que la degradación de la naturaleza es la consecuencia de la cultura que organiza y modela nuestra manera de habitar el planeta y la convivencia humana, y fue al dar a luz que crecí en la consciencia de mi lugar mamífero en el mundo, de que somos tierra y que nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta.

De aquellas páginas amarillentas recuerdo sobre todo una en la que San Francisco se hermanaba a las estrellas hablándoles. Ahora hablando con doña Bárbara (mujer maya kaqchikel que lucha por la difusión sobre el cambio climático, la defensa del agua y del territorio porque en su comunidad una trasnacional desvió el río de donde ella, su familia y toda la comunidad obtienen el agua), me cuenta que sus nietos no quieren salir del Facebook y de las pantallas: “ya no saben escuchar el silencio, creen que el mundo es una pantalla”.

Agrega: “antes nuestra lucha era obtener esos aparatos, ahora nuestra lucha es cómo usar los aparatos y no que ellos nos usen a nosotros. Nos toca recordar a la gente que el mundo no es una pantalla y que no generamos comunidad cuando nos ahogamos en los celulares sino cuando acompasamos los latidos”.

Como lideresa que es doña Bárbara va de comunidad en comunidad, recordando a los otros que “somos la tierra de la madre tierra, que ella nos crea y nos recrea, nos nutre y nos acoge. Y que las nuevas tecnologías lejos de alienarnos nos pueden conectar a favor de la lucha de la defensa del territorio y la protección de nuestra casa común”.

Va recordando también que aquí los pueblos originarios desarrollaron procesos históricos de gobiernos comunitarios. Aquellas formas de gobernar se derivaron de sus relaciones históricas con la Naturaleza, con el territorio concebido como fuerza de lo vivo, como cuerpo, en la comprensión del humano como un elemento más dentro de un gran sistema en el que todos somos iguales.

El aumento en intensidad de los ciclones, el aumento en el nivel de los océanos, el aumento en la temperatura global, el incremento en la temperatura del mar, la acidificación de los océanos, son realidades y efectos del calentamiento global que son irrefutables. Los datos científicos ya están ahí, esperando a que reaccionemos, a que tomemos las decisiones adecuadas; a que cambiemos la cultura que está acabando con el planeta: nuestros modelos y hábitos de consumo. ¿Cuándo seremos capaces de comprender que para el planeta no son sostenibles nuestros hábitos de consumo? Lo que hagamos o dejemos de hacer nos revelará tal cual somos como especie humana.

En sociedades como la India, está ocurriendo un fenómeno socio-ambiental complejo para climatólogos, antropólogos, etc: la economista Tamma Carleton, de la Universidad de Berkeley, explicó que la tasa de suicidios en el país asiático se duplicó desde 1980 hasta llegar a 130 muertes al año, uno de los registros más altos del mundo según la OMS. Carleton encontró en correlación entre las altas temperaturas en época de cultivo y el crecimiento de los suicidios. Su estudio estima que el calentamiento provocó en las últimas tres décadas al menos 59 mil 300 personas que decidieron quitarse la vida.

Y sin embargo, conversando con doña Bárbara y con el San Francisco de mi infancia, recupero cierta esperanza de que la sabiduría que practican algunos pueblos de construir desde lo común es un principio irreductible e inalienable. Ellos saben que la “nueva política” no puede seguir transitando por viejas estructuras que están oxidadas, corrompidas, sucias. Resulta imprescindible rehacer la confianza para que la lucha por el “nuestra casa común” vaya ganando en el terreno de lo social y de lo político. Saben que el mundo no puede reducirse a una pantalla de mundos ficticios.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/03/26/el-mundo-desde-una-pantalla/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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