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Pero el que Pepe Mujica aceptara que en esas circunstancias no quedaba sino administrar el capitalismo y contener sus rasgos más depredadores, no lo convirtió en un renegado o mucho menos en un traidor como no vacilaron en expresar sus críticos más acervos. Mujica nunca renegó de su participación en la lucha armada, simplemente aceptó lo que buena parte de la izquierda aceptó: que esta forma de lucha ya no tenía ninguna perspectiva y que se podía lograr más a través de los grandes movimientos políticos y sociales que buscaban disputarles el poder a los dueños del dinero.

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Carlos Figueroa Ibarra
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