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El «identitarismo», el capitalismo y la ideología

Maciek Wisniewski

El «identitarismo» –»multiculturalismo» o mal llamada «corrección política»–el principal leitmotiv de las elecciones en EU, las convirtió en un choque entre sus defensores (H. Clinton) y detractores (Trump). Ahora el mismo término se convirtió en uno de los principales «culpables» por la derrota de los demócratas (véase: P. Krugman o M. Lilla). Lo cierto es que tanto sus limitaciones como el origen de la «reacción» racista-sexista del trumpismo tienen un denominador común: la perenne negativa de las élites liberales a desafiar (incluso paliar) el destructivo avance del capital.

2) Desde los 70 el «identitarismo» fue la principal estrategia electoral de los demócratas. Su culpa, sin embargo, no estaba en abrazarlo –al final se trataba de integrar las minorías en el sistema político–, sino en su simultánea capitulación ante el neoliberalismo, una «guerra de clases desde arriba» para restablecer los deseados niveles de ganancia mediante el empobrecimiento de los trabajadores y en la internalización de todas las restricciones materiales impuestas por él, junto con las «únicas prácticas económicas posibles» (privatización, desregulación, recortes). Lo poco que se reservaron era la crítica del racismo y el sexismo (y no por el papel sistémico que juegan en el capitalismo, sino por «ofensivos»). Era lo único que les podían ofrecer a sus votantes.

3) Vicenç Navarro: con este giro los demócratas abandonaron también la «clase» como una categoría sociopolítica y las políticas redistributivas en general; las nuevas políticas anti-discriminatorias sin sensibilidad de clase beneficiaron apenas a una fracción alta de la población, sin que las clases bajas sintieran su efecto y, en vez de cambiar el poder de la clase dominante, sólo cambiaron su color y género (Público, 14/11/16).

4) Jodi Dean, estudiando sus últimas mutaciones, apunta a un crucial vínculo entre el «identitarismo» y las redes emocionales del «capitalismo comunicativo». Diseccionando el eslogan de la campaña de H. Clinton –»Yo estoy con ella» [#ImWithHer]–, una hashtageable «declaración de identidad» diseñada para hablar más del votante que del candidato (mezcla de sentimiento y opinión hecha para redes sociales, que lo hace a uno sentirse «involucrado» y «político»), subraya un importante cambio: si antes los políticos pretendían hablar por nosotros, ahora debemos hablar por nosotros mismos desde la «identidad individual» (raza-etnia-género) más allá de las clases [e incluso de la realidad política-social]. «Hablar por sí mismo» y «cuidarse por sí mismo» en vez de ser lo que es –síntoma de la destrucción de «lo común» por el juggernaut neoliberal– nos fueron revendidos como «importantes actos políticos» (Verso blog, 26/11/16).

5) Como subraya Nikhil Pal Singh, el último principal argumento del «identitarismo» y de los liberales de que «este país-gobierno funcionaba» era «Obama»: su ascenso, su presidencia «post-racial» y la diversificación de élites que encarnaba legitimaban al sistema y alimentaban las apariencias del «progreso» y el «buen estándar de justicia social», incluso a pesar de las evidencias de lo contrario (guerras, deportaciones, estagnación, desigualdad). «Ha sido un error haber creído en todo esto» (Salvage, no. 4, 11/16).

6) El «individualismo identitario» –sigue Dean, que en su Crowds and party (2016) aboga por la recuperación de lo colectivo– descansa en la amplia desconfianza en las instituciones (fruto de la ofensiva ideológica neoliberal que acompañaba al desmantelamiento del Estado de bienestar) y la convicción de que «uno puede contar sólo con uno mismo», haciendo que hoy el egoísmo, no la solidaridad, sea la fuente de la «dignidad»; el «identitarismo» convierte estos sentimientos en arma y nuestras «facetas demográficas» en trinchera de donde debemos lanzar continuos ataques para sobrevivir.

7) En el camino también los supremacistas blancos –seguidores de Trump– se apropiaron del lenguaje de la «identidad». Si bien intentan presentarse como «excluidos» (por migrantes, negros, latinos), en realidad confunden la pérdida de «privilegios raciales» con estar verdaderamente oprimidos. “Éste es el contexto –bien dice Judith Butler– en que hay que entender los alegatos de la extrema derecha” (Die Zeit, 28/11/16).

8) Como subraya Arun Kundnani, siempre hubo una brecha entre lo imaginario del multiculturalismo y el feminismo de las élites y la vida real/brutal de la gente de color y las mujeres en los EU (ejemplificada por B. Clinton y sus recortes al sistema de bienestar, acompañados por la expansión del sistema carcelario «racializado»), y fue justo esta contradicción la que catapultó a Trump (Open Democracy, 19/11/16); no obstante, el golpe a una pasajera «tregua racial» que los liberales y conservadores declararon en torno al «multiculturalismo neoliberal» ya vino en 2008 con la irrupción de «lo real del capital»: el colapso financiero y la crisis de la vivienda, cuyas principales víctimas eran los supuestos beneficiarios del «identitarismo» (negros y mujeres).

9) Otra prueba de esterilidad del «identitarismo» fue ofrecida por la misma H. Clinton y ni siquiera cuando la plataforma construida en torno suyo fracasó, sino después de las elecciones, cuando, tras meses de asegurar que «era la única salvadora de las minorías y las mujeres ante la amenaza que venía [Trump]», legitimó al presidente electo (un racista y un misógino) y «se las entregó» sin ninguna resistencia (traicionando las políticas antirracistas y feministas).

10) No obstante, Louis Proyect –desde su mirada marxista–, ante los llamados a “enterrar al ‘identitarismo’”, llama a no tirar el bebé con al agua del baño. Citando el ejemplo de los trabajadores negros en la plagada de racismo industria metalúrgica, que sólo gracias a su propia «acción afirmativa» salieron de la marginalización, subraya que el «simple retorno a clase» –articulado p.ej. en nombre de B. Sanders por J. Stein– suena atractivo, pero es difícil de implementar dada la inherente tendencia del capitalismo a dividir a los trabajadores usando el racismo y sexismo, por lo que no hay que olvidar las «demandas particulares»: «En términos dialécticos, negar la existencia de contradicciones y oponerse a resolverlas solo llevará a su ahondamiento» (Counterpunch, 2/12/16).

*Periodista polaco

Twitter: @periodistapl

Fuente: [http://www.jornada.unam.mx/2016/12/16/opinion/018a2pol]

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