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Santos Barrientos

El siglo XX, como decía Octavio Paz, es el siglo de las ilusiones, también es el siglo de las ilusiones perdidas, de los campos de concentración. Entonces, el siglo XXI es el de la información, también el de la desinformación porque es el siglo de los conversadores que llamaba Hume, el de la charlatanería intelectual. Este siglo es, además, el de la mudez inmutable, de las grandes concentraciones individuales, del silencio permanente. El siglo de la fragilidad social, el de las ilusiones invisibles.


Cada siglo emerge en sí mismo un retroceso; cada uno se encuentra y hace de su encuentro una comunión. El siglo que Paz llamaba el de las ilusiones/ilusiones perdidas en nada se aparta de los otros en su singular concepción. La historia de la humanidad siempre ha sido la de la dualidad, la del individualismo, si por individualismo entendemos las partes contrapuestas.


Norberto Bobbio observa que durante la Revolución francesa surgieron los nombres «derecha» e «izquierda». Dualidad permanente hasta nuestros días. El éxito de las grandes diferencias ha sido siempre el individualismo. Éste se forja en la idea de la no-comunión, el desprecio a lo otro. Y, aunque, la ideología «izquierda» persiste en la idea de lo social, lo colectivo se subordina a lo individual.


Además, el carácter diádico que debería ser una constante queda incorporado a una idea contradictoria, el supuesto de las diferencias de cada grupo. Aunque así, las diferencias deberían ser una búsqueda hacia lo colectivo.


Afirmar que cada grupo se escinde en lo contrario, en lo particular; en nada aporta al desarrollo social-político. Más bien se vuelve una arbitrariedad y contamina el deseo de crear la connotación positiva de «Estado de Derecho». Es decir, la arbitraria idea de lo individual, que sigue siendo una realidad tangible, es búsqueda de lo exclusivo. Juicios negativos para establecer, en el lenguaje político, la contraposición ideológica de los mismos o en dialéctica la lucha de contrarios.


La ideología tradicional se escinde en la permanencia unívoca de lo individual. Se acude a esto cuando existe la supremacía de lo propio. Lo propio debe entenderse como lo individual. Es contradictorio porque si la «izquierda» busca el establecimiento unilateral de lo colectivo y en sus supuestos se individualizan, lo individual se superpone. Por supuesto, esto no solo ocurre con la «izquierda» sino que además se da en la «derecha», pero con más fuerza en la «izquierda». Porque se ha vuelto a lo moderado y a lo extremista. Éste último desprecia todo intento de colectividad y atrofia todo criterio de igualdad.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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