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El día después de Jimmy Morales

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

Debe ser bastante fuerte y frecuente el oleaje como para que hasta aquí, a este discreto Mirador, lleguen los retumbos de un gobierno que nació dando tumbos.

Se da por sabido el descontento de quienes se apuntaron con la consigna “#yo no tengo presidente”, así como resulta entre cajonero, simpático y chusco el bullying político que no ha dado tregua al gobernante, expresado en memes anclados en las normalmente vacuas prácticas chapinas del ninguneo y la descalificación.

Unas y otras actitudes son casi parte del paisaje nacional. Pero el rumor de ahora es más profundo: para algunos tiene ya la fuerza de la certeza. “Es un hecho”, dicen otros, con la autosuficiencia de “los que saben”.

Ciertamente, las señales de un ocaso anticipado para el gobierno del presidente Jimmy Morales titilan con una intermitente intensidad que debería llamar la atención al más distraído, o despertar al más dormido (sin aludir al mencionado).

Hace poco más de un año, al hacer el análisis prospectivo de la crisis, no se descartaba un escenario de gobiernos de poca duración, que no lograban estabilizarse. A juzgar por los retumbos, esa posibilidad estaría creciendo.

El problema es, sin embargo, ¿qué pasaría el día después de Jimmy Morales? O, resumiendo una cadena de preguntas, formuladas en voz baja y con respuestas del todo especulativas, ¿se ha llegado ya a una situación en la que debe pensarse en “el día después”?

La experiencia de 2015, año en el que fue defenestrado el binomio gobernante, indica que el sistema dispone de, o acomoda, los mecanismos institucionales para hacer posible el relevo. Ese no parece ser el problema mayor.
En el hipotético caso en el cual Morales sea insostenible, ¿quién viene después? Seños fruncidos o gestos desesperados acompañan la respuesta de muchos: “Ulugrun”, prologan los más expresivos. Así, no extraña escuchar a quienes dicen que antes de pensar en el presidente, se debe considerar al vicepresidente.

En dos palabras, “está cañón…”

De ahí que en varias columnas de opinión predominen la cautela y los consejos bien intencionados. Aún hay tiempo para rectificar, para formular un programa, para recomponer el Ejecutivo, le dicen amigablemente al presidente.
Tras bambalinas, entretanto, funcionarios cercanos a otros más cercanos al gobernante andan en busca de “asesores y estrategas”, para “ayudarlo”, partiendo de un diagnóstico simplificador: hay “un problema de comunicación”.
Sin duda lo hay, pero es mucho más profundo. No es cuestión de cómo se dicen las cosas, sino del contenido y los propósitos de lo que se hace y se dice. Más claro: es asunto de para qué se está en el gobierno y cuál debería ser el sentido estratégico del accionar gubernamental: ¿hacia dónde se debe conducir el país?

Dejan muy poco espacio para el optimismo las respuestas del presidente Morales a los reporteros hace dos días: “Ya no hay crisis, seguimos en situación difícil pero crisis, la del año pasado”.

Bueno, parece que antes de 2019 pensaremos en el día después.

No es cuestión de cómo se dicen las cosas, sino del contenido y los propósitos de lo que se hace y se dice. Más claro: es asunto de para qué se está en el gobierno y cuál debería ser el sentido estratégico del accionar gubernamental: ¿hacia dónde se debe conducir el país?

Fuente: [www.s21.gt]

 
Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Edgar Celada Q.
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