Reflexiones martianas sobre la libertad, la honradez y la crítica: una opción para salir de la crisis de valores. Al Grupo Intergeneracional.
Martí decía que “la libertad es el derecho que tiene todo hombre a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”. A que lo honren y a ser honesto. Tomando en cuenta la formación liberal del pensador, podría deducirse de su aserto que para que un ciudadano pueda ejercer el derecho a ser honrado, necesita vivir en condiciones de libertad que le permitan la práctica del honor y la honradez. Este conjunto de condiciones económicas, políticas y sociales sería la garantía de la honorabilidad como ejercicio de un derecho, pues sólo en condiciones de justicia social puede concebirse la honestidad y el honor como derecho y como obligación. En otras palabras, la libertad, el honor y la honradez como derechos, sólo son posibles en una sociedad en la que la ley regula los intereses, y no al revés. Por esto luchó Martí. No hay que olvidar que los valores morales brotan de las convenciones que la sociedad adopta para garantizar la convivencia pacífica.
Pero si las condiciones en las que el individuo vive lo expulsan económicamente de los derechos que le garantiza la ciudadanía, entonces la práctica del honor y la honradez se torna suicida porque éstos se vuelven valores de esclavo. En otras palabras, si alguien es forzado a vivir fuera de la ley, no puede ser honrado de acuerdo a la ley fuera de la cual se ve forzado a vivir. Por esto se arguye que la causa de la pobreza, la delincuencia, la corrupción y la violencia es estructural: tiene que ver con la necesidad sistémica de expulsar a miles de ciudadanos del trabajo para que prevalezca una minoría ociosa.
Un sistema que expulsa de sus propias reglas de juego a las mayorías, no tiene autoridad moral para honrar ni exigirle honradez a nadie. De aquí que las moralinas de los ignaros biempensantes sobre que los pobres tienen demasiados hijos, que son irresponsables, haraganes y culpables de sus desgracias, no sean sino un discurso hipócrita que se yergue sobre la “honradez” que sólo les es posible practicar a quienes basan su prosperidad en la expulsión de las mayorías del derecho al trabajo. ¿Cómo? Por medio de sus prácticas monopólicas, mercantilistas y de crimen organizado, las cuales son bendecidas por iglesias de toda laya y coronadas por medios de comunicación que sirven de estridentes bocinas a esta operática moral farisaica.
Ser honrado es un derecho que surge de ser libre, según Martí. Y ser libre implica “pensar y hablar sin hipocresía”. Para hacer esto último no se necesita apelar a condiciones propicias, porque el ejercicio pleno de la libertad de expresión se hace necesario sobre todo en condiciones adversas en las que la censura cae sobre quienes expresan a cabalidad lo que piensan, sin tener en cuenta opiniones de amos, patrones, capos ni sabuesos de verde olivo. Martí también decía que “la crítica es el ejercicio del criterio”; y ejercer el criterio no es otra cosa que practicar la libertad de expresión de manera fundamentada, y no como un opinionismo errático, voluntarioso e irresponsable. En esto reside la diferencia entre el periodismo crítico y el emborronamiento vergonzoso de páginas en blanco.
Concluyamos, pues, con Martí, en que ser libre equivale a ser honrado y en que ser honrado y libre equivale “a pensar y a hablar sin hipocresía”. La fórmula puede invertirse. Es un axioma de ida y vuelta, un palíndromo de contenido ante el cual no hay escapatoria. Así era el mundo moral de Martí: total y compacto. Seguir su ejemplo es una opción justa para superar nuestra crisis de valores.
Mayagüez (Puerto Rico), 20 de diciembre del 2010.
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