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El crimen de leer

Santos Barrientos
santosbarrientos3@gmail.com

En Guatemala se asienta un tipo de cultura de estilo peliagudo, incapaz de emprender el cambio en todos sus niveles (arte, hábito por la lectura, etcétera). Eso es lo que se cría o se engendra en un sistema encargado de aplastar, con presión, los sueños o metas de aquellos que osamos ver más allá del túnel. El problema del país radica en esa inestable e intrépida costumbre mal habida, determinada en condicionar las perspectivas humanas, es la condición sine qua non de este sistema deplorable.

Aplastar los sueños implica abrir la puerta al paraje del retorno, embrolla las ideas y las reduce en nada. Hay un crimen peor que el crimen organizado y es el crimen de aceptar esa posición impuesta por la misma sociedad, se acepta no leer porque leer representa o es equivalente al “intelectualoide”; aquel que se la pasa devorando libros es un perfecto idiota y el que no los lee es el astro de la literatura, en nuestro país se premia la falta de lectura y se alimenta la videodependencia (aquella persona que se mantiene inerte viendo televisión), la sociedad se ha ido robotizando, se complementa en hacer lo que se cree correcto porque así vende el producto la televisión. En este siglo se desprecia  la lectura, lo que es equivalente a la ignorancia, porque así se ha condicionado a la sociedad, a aceptar la falta de escrúpulos.

El crimen de leer se ve representado en la actualidad con un 12 por ciento de analfabetismo, con la poca facilidad de asistir a las escuelas de “educación” porque es mejor que la sociedad sea un cúmulo de robots y no materia pensante, a esto se le debe agregar el pésimo sistema educativo diseñado para memorizar libros de textos y no razonarlos, quien obtiene los 60 puntos se elogia diciendo “me salvé” “qué bueno que la gané” y muchas otras frases que solo denotan pobreza mental, es la sociedad del conformismo donde leer es un crimen y quien lo hace es marginado por la misma.

Antes se leía por satisfacción, ahora se lee por compromiso. Las bibliotecas se están convirtiendo en el mejor museo para visitar, con libros en vitrinas elogiando al autor.

No solo existe el analfabeta absoluto en Guatemala, también lo es el analfabeta funcional, hay quienes leen pero lo acuñan con esa incapacidad de reflexionar sobre lo que se lee, es decir, se estudian libros por obligación.

A la escasa capacidad del Estado de ofrecer educación a toda la población se suma la cuestionada calidad de los que sí asisten a la escuela. Hay 1.6 millones de niños sin cobertura educativa en el país. Según el índice de desarrollo humano 2015-2016, el 30.3% de adultos del país no tiene escolaridad. En el área rural, la cantidad es de 42.7%, mientras que en el área urbana es de 19.9%. En el país hay 800 mil jóvenes entre 15 y 24 años que no trabajan ni estudian, son los ‘ninis’ de Guatemala a causa de la podredumbre en la que nos han sumergido los poderes lóbregos.

Existe un inconformismo social por este tipo de sociedad que se ha fundado, lo elemental es que los profesores comprometidos en fortalecer el sector educativo lo realicen con el afán de propiciar una sociedad capaz ante la realidad del país, consiste en enseñar dicho en palabras de Paulo Freire “Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción”. Es imperioso aumentar el PIB al sector educativo, concurre otra contribución más para mejorar dicho sistema y estar comprometido con el desarrollo humano. Son numerosas las brechas que se deben ir cerrando para cultivar una verdadera clase social en el país.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Santos Barrientos
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