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Irmalicia Velásquez Nimatuj

La ciudad de Quetzaltenango, la segunda del país, arrastra un orgullo de antaño que hace imaginarla como una ciudad singular, sin embargo, es una ciudad que agoniza lentamente, en parte por la incapacidad y poco compromiso de las últimas corporaciones municipales, cuyos integrantes en su mayoría han carecido de habilidades mínimas para desempeñarse en los cargos, por eso, se han centrado en promover la corrupción porque saben que al entregar el cargo, jamás podrán competir por una responsabilidad que requiera y demande habilidades técnicas, propositivas y valores de trabajo.

Además, el colapso de la ciudad se debe a la indiferencia de la mayoría de sus habitantes, quienes también han promovido el desorden, el abuso y la anarquía en todos los niveles con su deplorable manejo de los desechos, apropiación de áreas peatonales para parqueos o negocios entre muchas otras acciones. Quetzaltenango, entonces, carece del compromiso por mantener una buena vecindad que se articule para lograr el bien común.

Un ejemplo, es el Cerro El Baúl, el único parque que posee la ciudad, el más importante pulmón que está en abandono. Este espacio durante años estuvo controlado por la delincuencia que con sus actos criminales y la violencia sexual que ejercían en contra de las mujeres hacían que casi nadie se atreviera a subirlo.

Sin embargo, a raíz de la pandemia de la Covid-19 la población lo ha redescubierto y lo ha tomado para sí misma, observándose un dinamismo nunca visto. Esto, es positivo, aunque también evidencia la poca práctica de normas de convivencia que se requieren en esos espacios. Un ejemplo es cómo las personas suben con sus mascotas, pero casi nadie recoge sus excrementos, convirtiéndolo en un sanitario de perros. Otro ejemplo es cómo tiran sus desechos, convirtiendo algunas áreas en basureros. De igual manera, quienes suben en vehículos lo hacen a velocidades prohibidas poniendo en peligro a quienes caminan o corren.

El ultimo ejemplo es como la única vereda que existe para peatones ha sido invadida por ciclistas de montaña, quienes con prepotencia la usan dejando sin espacio a personas mayores, niños y mascotas, provocando la lenta destrucción de este trayecto que por años no ha tenido mantenimiento, a pesar de ser un área protegida. Este es un ejemplo de cómo la falta de normas promueve la anarquía y evidencia como un grupo de ciclistas de diversas edades, a pesar de tener para su uso la carretera del cerro, no se conforman, sino, además, con despotismo se apropian de espacios peatonales, evidenciando que los ciclistas actúan en contra de los peatones, tal y como los vehículos actúan en contra de ellos. Esto no es contradictorio, es un ejemplo de la pobreza humana que pulula dentro de los deportistas.

Este es un ejemplo de cómo la falta de normas promueve la anarquía y evidencia como un grupo de ciclistas de diversas edades, a pesar de tener para su uso la carretera del cerro, no se conforman, sino, además, con despotismo se apropian de espacios peatonales, evidenciando que los ciclistas actúan en contra de los peatones, tal y como los vehículos actúan en contra de ellos.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente: [elperiodico.com.gt]

Irma Alicia Velásquez Nimatuj