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Marcela Gereda

Padecemos un sistema económico en el que las élites mundiales son cada vez más ricas.

 Le Capital au XXIe siècle (El capital en el siglo XXI) del economista francés Thomas Piketty analiza cómo se ha producido la concentración de la riqueza y su distribución durante los últimos 250 años. En un trabajo que le tomó quince años realizar, analiza la lógica del sistema económico actual.

El libro ha sido descrito por los medios como “un buldócer político y teórico”, y su tesis fue recibida con entusiasmo en diversos sectores desde los premios Nobel de Economía, Paul Krugman y Joseph Stiglitz, como por el mismo editor del Financial Times, Martin Wolf, o el semanario The Economist.

Este libro es sin duda la expresión de nuestro tiempo, en el que las 85 personas más ricas del planeta poseen el equivalente a los recursos económicos de los 3 mil 570 millones de habitantes más pobres. La riqueza mundial está dividida en dos sectores: la mitad está en manos del uno por ciento, y la otra mitad se reparte entre el 99 por ciento restante. En el mundo existen poco más de mil cuatrocientos billonarios que poseen una fortuna superior a los mil millones de dólares. Y gran parte de estas fortunas logran escapar sistemas de imposición, a través de montajes financieros, reubicando el capital en paraísos fiscales, como en el famoso edificito Ugland House de las Islas Caimán, donde están registradas más de 18 mil 800 empresas, algunas de ellas bancos célebres y reconocidas corporaciones. Lejos de ser regulado, este sistema de asimetría solo parece ir en expansión.

La pregunta que atraviesa la investigación de Piketty es: ¿Cómo se llegó a estos niveles abismales de desigualdad planetaria?

La tesis sostiene que la dinámica inherente del capitalismo impulsa las poderosas fuerzas que amenazan la estabilidad de las sociedades democráticas y que esta asimetría desenfrenada ocurrió en los últimos 30 años con la implantación a gran escala del libre mercado y la desregulación financiera.

Las fallas intrínsecas en los modelos de competencia perfecta que ocultan asimetrías y mercados imperfectos, han creado un primer mundo en la periferia del tercer mundo y un tercer mundo en el corazón del primer mundo.

El estudio da cuenta que la desigualdad se está disparando en todos los países desarrollados, y que el 1 por ciento de la población es cada día más rico, y que el 0.1 por ciento es aún más rico, y que el 0,01 por ciento es aún más rico todavía. Esto demuestra que los beneficios reales del capitalismo quedan en muy pocas manos, y que de no realizarse intervenciones extraordinarias, la tendencia continuará en ascenso, haciendo que el siglo 21 se parezca al siglo 19, donde las élites económicas vivían de la riqueza heredada en lugar de trabajar por ello.

Esta tesis contradice la premisa económica basada en Adam Smith y David Ricardo, que considera que la distribución de la riqueza es un tema secundario del crecimiento y que en “economías maduras” o desarrolladas la desigualdad se reduce naturalmente.

Padecemos un sistema económico en el que las élites mundiales son cada vez más ricas y, sin embargo, la mayor parte de la población se ha visto excluida de esta prosperidad, mientras que es justamente gracias al trabajo o al consumo de esta mayoría empobrecida, que se generan las ganancias que se concentran en la cúpula de la pirámide social mundial.

Muchos analistas que estamos ante el atardecer del capitalismo; visto desde lo social o desde lo ambiental es un sistema insostenible. Entender y transformar el mundo de hoy con disciplina y rebeldía; es no solo inventar y ensayar nuevas formas de relacionarnos con los otros y con la tierra sino practicar la economía circular y unirnos a los movimientos globales antistetemicos para no ser obedientes consumidores y poco a poco incidir en los tomadores de decisiones.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2019/02/11/el-capital-en-el-siglo-xxi/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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