El abuso sexual a la orden del día
Ilka Oliva Corado
¡Malditos! ¡Hijos del demonio! ¡Perturbados! Leí en las redes sociales el año pasado por parte de un nutrido grupo de mujeres guatemaltecas que comentaban las imágenes del Desfile del Orgullo Gay en Brasil. Les había parecido un improperio la imagen de un hombre homosexual crucificado, lo sentían como una burla y una falta de respeto. Debido a los estereotipos y a su fanatismo religioso no pudieron entender el claro mensaje de aquella exposición: era un cuestionamiento, ¿si les duele la muerte de Jesús crucificado por la injusticia por qué no les duele la violencia que sufre la comunidad LGBTI en los crímenes de odio?
Hace unos días supimos la noticia de una niña violada por 30 hombres en Brasil. Yo no vi a una sola de aquellas mujeres castas, puras y santas que el año pasado despotricaban contra la comunidad LGBTI, por lo menos indignarse por lo sucedido a la niña en Brasil.
Hemos llegado a un grado de insensibilidad que la violencia de género o hacia la comunidad LGBTI es aceptaba como normal en una sociedad violenta, misógina y terriblemente patriarcal. Reseño ambos casos y el tipo de reacción. Debemos rechazar todo tipo de violencia sin distinción alguna. Y debemos involucrarnos todos, no es responsabilidad de un solo género, nos compete a todos como humanidad.
Ayer fue el Desfile del Orgullo Gay en Brasil, entre tantas injusticias rechazaron el abuso sexual, la violencia de género y el golpe de Estado a Dilma. Un desfile en defensa del amor, de la justica y de los derechos humanos. Lo personal es político, sí o sí.
Del abuso sexual y de la violencia de género nos habla hoy en este excelente artículo, Carolina Vásquez Araya, mi columnista predilecta y a quien admiro y quiero mucho. Se los comparto. Queda en el aire la pregunta, ¿qué estamos haciendo como sociedad para cambiar normas patriarcales?
Por si quieren seguir su blog: https://carolinavasquezaraya.com
«Los alcances del fracaso»
La pandemia de las violaciones sexuales cubre al planeta entero.
El caso más reciente: Una niña violada por 30 hombres adultos en una favela de Brasil, cuyo impacto provocó manifestaciones en ese país y repudio en todo lugar en donde llegó la noticia, nos enfrenta con una realidad de violencia tan extendida como impune. Ante esto, cabe preguntarse qué hubiera pasado si los violadores no hubieran compartido las imágenes de su perverso acto de crueldad, en su entusiasmo por divulgar su hazaña.
Lo más probable, hubiera pasado inadvertido. Si la niña denunciaba pondría en riesgo su vida y la de su familia, dado el carácter de 33 hombres adultos reunidos con el propósito de pasar un momento de “diversión” a costa de una adolescente indefensa. Es decir, la visión panorámica de una construcción cultural en la cual no existe el concepto de respeto por la vida, el cuerpo y la integridad de las mujeres, no importa cuál sea su condición.
Hemos visto agresiones de todo tipo, en todas partes. No es algo excepcional ni aislado. A un lector que criticó mi exposición del caso de Nabila en Chile, afirmando que estos temas –feminicidio, violaciones, acoso y violencia intrafamiliar- no tienen relevancia internacional, le respondo: Estos temas ya han ingresado en el listado de las políticas urgentes si queremos reparar el tejido de nuestras sociedades enfermas, y la comunidad internacional así lo considera. La violencia en contra de las mujeres es un rasgo cultural de toda sociedad patriarcal y urge combatirlo.
Las violaciones y otra clase de agresiones sexuales contra niños, niñas y adolescentes rebasan en mucho las cifras oficiales. Existen familias enteras integradas a fuerza de violaciones en cadena, como el caso de una niña de 12 años embarazada de su padre, quien a su vez violó y embarazó consecutivamente a 3 generaciones que siguen viviendo bajo el mismo techo. Es decir, la niña es también hermana de su madre y de su abuela. Estos casos, poco divulgados pero frecuentes en las áreas rurales, constituyen la muestra indiscutible de la situación de marginación en la cual crecen las niñas, cuyos cuerpos están a la disposición de quien quiera tomarlos, explotarlos y desecharlos.
En países como Guatemala, en donde falta la presencia del Estado en grandes extensiones del territorio y, por tanto, tampoco hay un sistema de justicia y protección, el escenario es aún más devastador. Quienes sufren los abusos sexuales y otras agresiones físicas, psicológicas y económicas, callan por temor o por un arcaico convencimiento –transmitido por generaciones- de que así es la vida para las mujeres.
El reciente informe divulgado por Unicef y Cicig sobre La Trata de Personas con fines de Explotación Sexual en Guatemala, pone en claro la dimensión dantesca de este fenómeno y cómo existe y prospera gracias a sus poderosos nexos con las autoridades de Gobierno y algunas de sus instituciones. El análisis, sobre una muestra de sentencias judiciales –lo cual solo refleja parte de los casos reales- determina que un 57 por ciento de las víctimas son niños, niñas y adolescentes y, en el caso de las niñas, la mayoría destinadas a explotación sexual, muchas veces dando servicios a más de 30 hombres por día. Un horrendo escenario de esclavitud, de impunidad y una evidencia del subdesarrollo humano de nuestras sociedades.
Los números, sin embargo, son fríos. No reflejan el drama cotidiano de las víctimas, quienes pierden su vida y oportunidades en un sistema que las margina desde su nacimiento. Determinar la responsabilidad por este fracaso colectivo es la tarea pendiente para la ciudadanía.”
Su corre electrónico: elquintopatio@gmail.com
Su usuario en twitter: @carvasar
Ilka Oliva Corado.
Hemos llegado a un grado de insensibilidad que la violencia de género o hacia la comunidad LGBTI es aceptaba como normal en una sociedad violenta, misógina y terriblemente patriarcal.
Fuente: [www.cronicasdeunainquilina.com]
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