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Educación y Jimmy

El 29 de junio de 1944, se vio la huelga más grande que ha conocido nuestra historia.

Marcela Gereda

No somos lo que decimos que somos. Somos más bien nuestras acciones. Jimmy Morales dejó en claro quién es al celebrar al sangriento Ejército. Quien debe favores políticos cada vez va definiendo mejor la clase de títere y cínico que es.

Gastando en el Ejército y lanzando falsos discursitos a los maestros, para celebrarlos en su día, Morales expresó: “ustedes que tienen la dicha de compartir con el futuro de nuestro país, influir en ellos y forjar hombres y mujeres de bien para nuestra patria, en su día, les agradezco su esfuerzo y lucha diaria”.

“Forjar hombres de bien” en un país en el que cada día puede ser el último, en el que no se vive, sino se sobrevive, un sistema que te expulsa, te viola, te mata, te extorsiona, te saquea, te engaña es no solo una quimera sino una absurda ilusión.

Si a Jimmy Morales realmente le interesara forjar nación, en vez de esos discursos vacíos de contenido real hacia los maestros, y en vez de celebrar al Ejército, podría darse un paseo por la historia del país, apoyar a los maestros para que en Guatemala se conozca nuestra historia. Y en ello recordar a María Chinchilla, quien un 25 de junio de 1944, fue expulsada brutal e injustamente del tiempo. Tendría que dotar de presupuesto y contenido una reforma educativa profunda y largo plazo.

Irrespeto a la Constitución, falta de libertades civiles, restricción de la libertad de expresión y políticas a favor de los intereses de las empresas de Estados Unidos, la Ley contra la vagancia –en la que el campesinado debía trabajar de forma gratuita en las fincas de los terratenientes– hicieron que la población y sociedad civil pusiera un alto definitivo al autoritario general Ubico. Aquellos sucesos dieron inicio a la Revolución de octubre del 1944.

El 29 de junio de 1944, se vio la huelga más grande que ha conocido nuestra historia. Para llegar a ese descontento generalizado y estado de exasperación de la población, María Chinchilla dio su vida a la a lucha de una país más justo.

María Chinchilla, mucho más que el Ejército, tendría que ser para el Estado un símbolo de lucha. La mejor forma de honrar hoy a los maestros, es haciendo vivir aquellos espíritus de servicio y fuerza, como el de María, que han transformado y trastocado la historia del país.

En vez de sus falsas palabras al Magisterio, Morales podría apoyar a los maestros a través forjar políticas educativas para aprender qué y quién es Guatemala hoy en el contexto de globalización y una ceguera estratégica de los criollos por prolongar la cultura e ideología colonial de esta “república bananera”, para que así los guatemaltecos podamos aprender qué hemos sido y qué somos, para construir sentido de pertenencia, para que de esta manera la historia opere como elemento de cohesión para podernos sentir una nación intercultural.

Los valores por los que luchó María Chinchilla no era por una simple y manipulada “lucha contra la corrupción”. Eran más bien un estandarte para recuperar el sentido de la educación profunda, estructural, transformadora y liberadora en el país.

La historia que se ha venido enseñando de Guatemala es una historia vertical, legitimadora de un sistema de dominación. Las ideas libertarias y revolucionarias del pueblo fueron un derroche de luz ante una época oscura. Pero aquel proyecto de democracia fue obstruido por Carlos Castillo Armas y Estados Unidos. Por truncado y postergado aquel gran proyecto de Revolución sigue vigente, y esa es la lucha que como ciudadanos debemos asumir, ya que la mediatizada lucha contra la corrupción tiene su propia agenda, no responde a los intereses de las mayorías.

En vez de discursitos inocuos a los maestros, exigimos a Morales y al Ministro de Educación, que el profesorado de la educación se profesionalice, y que el Estado ponga de manera absoluta e irrevocable las facilidades y los medios y recursos necesarios para apoyar a los maestros a poder obtener la carrera universitaria magisterial.

Celebramos el 25 de junio como una manera de recordar el pasado para dotar de sentido el presente en la lucha y construcción de la libertad y la igualdad. Rememoramos a María Chinchilla y otros que le apostaron a luchar contra la miseria y la explotación, lo cual nos recuerda que hay aún ciertas tareas pendientes, que no debemos resignarnos a vivir sin compartir el dolor que ayudamos a producir.

Demandamos una educación liberadora, que eduque sujetos críticos de la realidad en la que vivimos, capaces de explicar lo que somos y lo que nos hace ser así. Es la educación una condición imprescindible para el desarrollo del país.

Ahí, en las calles en donde Morales quería que desfilara nuestro bestial Ejército, continúan presentes las sombras de aquellos que estuvieron antes que nosotros, recordando que en este lugar la lucha contra la corrupción es una gran tomadera de pelo, pero, que en cambio, un sistema económico y justo capaz de articular una sociedad de paz, sigue siendo un proyecto pendiente de construir.

http://elperiodico.com.gt/2016/07/04/opinion/educacion-y-jimmy/

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Marcela Gereda
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