Sergio Palencia
Participo con dolor del terrible linchamiento y quema del señor Domingo Choc Che. En la rápida e importante respuesta de la antropóloga Mónica Berger, se destaca que el señor Choc era un conocido guía espiritual q’eqchi’, sabio en el uso terapéutico de plantas y colaborador de proyectos universitarios. Mi intención con este escrito es proporcionar puntos de análisis en torno a su muerte y la actual crisis, de índole global.
La pandemia ha exacerbado crisis precedentes y ha puesto a temblar toda una noción de certidumbres (de género, de raza, de religión). La sectarización y fundamentalismo son expresiones ante la crisis actual, concebido como amenaza subyacente, expresadas como odio hacia el otro[1], ante lo peligroso. La demonización y ataque contra guías espirituales mayas –aj q’ij en kaqchikel, balbastix en ixil, mamín en akateko– ha sido recurrente en la historia estatal guatemalteca, tanto colonial como republicana.
A menos de un día del asesinato de Domingo Choc Che, es difícil brindar un examen exhaustivo de la particularidad de la aldea Chimay y la región de los departamentos de Petén e Izabal. Empero, es posible tener en cuenta la acumulación de conflicto histórico detrás de tal hecho, tanto en el inmediato precedente histórico de la guerra, sobre todo entre 1980-1982, como en su actual configuración.
- Tierra y grupos armados en Petén, 2020.
Domingo Choc Che fue quemado en la aldea Chimay, en el municipio de San Luis, Petén. Esta región está caracterizada por la producción de subsistencia. Al igual que en el vecino municipio de Sayaxché, es grande la incertidumbre por los límites de las parcelas, tanto entre los pequeños propietarios como frente a las fincas nacionales. Sin embargo, en los últimos diez años, muchos parcelarios han tenido que vender sus tierras para solventar la necesidad de dinero[2]. La pobreza y exclusión es rampante en toda la región q’eqchi’.
De acuerdo a un censo realizado en 2011, el 75% de la población rural del Petén vivía en la pobreza, siendo en todo el país el departamento con menor cobertura de salud[3]. Una influencia tremenda en este proceso ha sido la manera como se ha constituido el territorio entre Petén, el norte de Alta Verapaz e Izabal. Es fundamental tener en cuenta el avance de la ganadería, la palma africana y, sobre todo, del narcotráfico. Es decir, la finca como articulación de la gran propiedad sigue estrujando las pequeñas comunidades agrarias de la región.
La investigación sobre el linchamiento del guía espiritual Domingo Choc, esperamos, mostrará las particularidades y móvil del crimen. Empero, es necesario entender que la población civil está en constante relación, miedo o prácticas asociadas a grupos armados, socializados en la guerra, tal como lo explica Regina Bateson sobre los patrulleros civiles en Guatemala[4]: “Los grupos armados no son sistemas cerrados: existen en relación con la población civil. Por lo tanto para comprender completamente la larga trayectoria de los grupos armados, es necesario no sólo evaluar la socialización del grupo armado, sino también la socialización concurrente de los civiles.”. La militarización de una sociedad, sea privada o estatal, conlleva una paramilitarización de la sociedad civil, si lo queremos escribir en estos términos. La violencia en el sur de Petén y norte de la Verapaz ha repuntado en los últimos años.
El 14 de mayo de 2011, veintisiete jornaleros fueron masacrados en la finca Los Cocos, del municipio de La Libertad. Se atribuye la matanza a una disputa entre finqueros y narcotraficantes, sin mayor continuidad en las investigaciones. El 18 de septiembre de 2015 hombres armados disparan y matan al maestro q’eqchi’ Rigoberto Lima Choc, después de haber denunciado el envenenamiento del río La Pasión por la empresa REPSA (Reforestadora de Palma Africana). El 8 de junio de 2020, un día después de la muerte de Domingo Choc, desconocidos mataron a Alberto Cucul Choc, guardia forestal del área protegida Lachúa[5]. La presión por la tierra se abalanza sobre las endebles reservas naturales.
La ganadería y la palma africana, no sólo el narcotráfico, poseen bandas armadas para mantener la disciplina de los jornaleros y el silencio de la destrucción ecológica. Incluyendo la muerte del guía espiritual q’eqchi’, estos son sólo cuatro casos de violencia entre muchos otros en una región de creciente degradación ecológica, migración laboral y pobreza local. La expansión de las grandes fincas asfixia las parcelas de familias campesinas, tanto q’eqchi’es como mestizas[6]. Asistimos a un escenario de acumulación de tierra y pauperización social en gran escala en Alta Verapaz, Petén e Izabal.
- El fanatismo y la coronacrisis, ¿es sólo un fenómeno aldeano?
Es dentro de este contexto de despojos y narcotráfico que se desata la pandemia del coronavirus en Guatemala. Si bien la siguiente reflexión puede que no esté directamente relacionada con la muerte de Domingo Choc, parece importante tenerla en cuenta por el ambiente de miedo ante la expansión del coronavirus y las medidas estatales. El presidente actual, Alejandro Giammattei, realizó una cuarentena parcial desde la cual se permitió continuar la producción de palma africana, caña de azúcar, minería y maquilas.
A esto se añade la presión del CACIF (Comité de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras) y de grupos de veteranos militares (Fundación contra el Terrorismo) por la inmediata apertura económica. El toque de queda afectó mayoritariamente a la población pobre urbana y campesina, junto a la comercialización de sus productos agrícolas. En cambio, la policía permitió la circulación mercantil de grandes capitales como la Cevecería Centroamericana o Coca-Cola. Las autoridades comunales de Sololá, tras un fin de semana de cosechas perdidas, prohibieron en sus municipios la circulación diferenciada de mercancías del gran capital.
En los pueblos y aldeas del interior, la noticia de deportados con coronavirus ha creado movilizaciones diversas, algunas de control consensuado y ayuda comunitaria, otras de índole coercitivo. El gobierno no tuvo una postura firme y comprensiva respecto los deportados por la administración Trump. Respecto el sistema de salud, el hospital Roosevelt y el hospital temporal en el Parque de la Industria están rebasados, sin insumos. En sus informes de cadena nacional, Giammattei enfrentó la crisis con frases religiosas como “Dios bendiga a Guatemala” o llamando a la “oración y el ayuno”.
El fenómeno religioso es, de nuevo, parte de una retórica para mediar la crisis ética de las clases gobernantes. En Casa Presidencial, el presidente Giammattei ha invitado al pastor Cash Luna (Casa de Dios) y a monseñor Álvaro Ramazzini (iglesia católica). No obstante, en ningún momento el Gobierno de Guatemala convocó a las autoridades comunales indígenas del país para implementar medidas de prevención. No es que el Estado desprecie solamente los conocimientos y prácticas indígenas mayas, o no los tenga en cuenta, más bien históricamente las ha atacado, perseguido y quemado.
¿Debería extrañar que los grupos recalcitrantes en la sociedad, de variopintos fundamentalismos, persigan como diabólicas las prácticas y cosmovisiones indígenas no-idénticas a su sistema capitalista de castas? Detrás de la quema del abuelo Domingo Choc Che hay un trenzado de persecución indígena, no solamente atrás en la Colonia, sino en el plan original falangista de Acción Católica de perseguir la costumbre maya durante 1950[7], o más recientemente, la campaña del Estado guatemalteco contra miles de líderes espirituales aldeanos durante las campañas contrainsurgentes entre 1980 y 1983.
- La muerte del mamín de Chimbán, 1981.
El fundamentalismo neopentecostal, como la creciente ola de catolicismo conservador en Guatemala, tiene sus bases en la reimposición del orden oligarca promovido desde 1982 bajo la dictadura del General Efraín Ríos Montt[8]. El móvil de la religión, institucional o no, es sólo parte de un conflicto que involucra generalmente una crisis más amplia de las relaciones sociales. La práctica espiritual indígena no es peligrosa solo porque signifique otro credo, en términos liberales, sino porque históricamente ha expresado una colectividad que piensa por sí misma, la vida desde una tradición que rebasa por mucho el influjo de la religión colonial.
Su fuerza es que puede contener la práctica autonómica que hable o refiera otras posibilidades de sociedad, una memoria de los ancestros y de los cerros. Otro mundo ya presente en este mismo. El historiador David McCreery relata cómo los zahorines q’anjobales de Aguacatán utilizaban sus saberes para defender a su comunidad de la explotación bajo los mandamientos en las fincas de café[9]. Entre las guamiles de la finca los zahorines podían silenciar los ladridos de los perros, guiar a sus aldeanos y, una vez en el pueblo, presentar una denuncia formal contra los habilitadores ladinos en la municipalidad. Tampoco hay que idealizar, en otras ocasiones la cofradía podía aliarse al poder finquero ladino y explotar al común del pueblo. Sin embargo, la cofradía y la costumbre podían movilizar la insubordinación frente las dictaduras. Así sucedió en Nebaj cuando los Principales se negaron a prestar el trabajo forzado de los ixiles bajo orden del General Jorge Ubico, el 21 de junio de 1936. Pero incluso en ciertas ocasiones el aj q’ij podía ser un elemento temido por los líderes de las cofradías, para los curas modernistas o los pastores evangélicos. Su diferenciación histórica es crucial en cada momento.
El guía espiritual es un líder social con una memoria distinta de la naturaleza, de los ancestros y de sus luchas. Por eso el carácter anárquico con el que se les representa estatalmente o desde las religiones institucionales pro-estatales. En el sur de África, los mhondoro u hombres-león estuvieron al pie de la Rebelión contra el colonialismo inglés de Rodesia, como en los alzamientos guerrilleros de Zimbabwe durante la década de 1970. En el norte de Huehuetenango, Guatemala, la guerra adquirió el carácter de enfrentamiento religioso asociado a los bandos en conflicto. Andrés Juan Félix era el alcalde rezador de la aldea Chimbán, en San Miguel Acatán. Conocido como Antil Torol[10], era un importante líder espiritual y comunal de las aldeas akatekas. En diciembre de 1980 decidió apoyar la rebelión en marcha y finalizar un siglo de explotación de las fincas agroexportadoras.
El guía espiritual es un líder social con una memoria distinta de la naturaleza, de los ancestros y de sus luchas. Por eso el carácter anárquico con el que se les representa estatalmente o desde las religiones institucionales pro-estatales.
Como líder social y espiritual, fue parte de un masivo apoyo aldeano en toda la región. La Inteligencia del Ejército de Guatemala se enteró de esto y lanzó una campaña contra las aldeas de Coyá y Chimbán, donde residía. El 19 de julio de 1981[11], soldados lo capturaron y cortaron sus brazos y piernas, enviándolos a varias aldeas como castigo ejemplar[12]. En ese municipio se persiguió férreamente a los practicantes de la espiritualidad akateka (asociada a la rebelión) y se promovieron las iglesias evangélicas, bastante fuertes hasta el presente[13].
La reimposición del orden sobre los sublevados y sublevadas tomó tintes religiosos, raciales, de género y sexualidad[14]. El fenómeno religioso de la violencia expresa, pues, divisiones más profundas que hace falta tener en cuenta. De lo contrario, la reproducción de versiones simplificadas, sensacionalistas, sólo aúnan para generar más prejuicio y división con las comunidades indígenas. ¿Qué aprender del pasado, de la guerra que vivimos en Guatemala? Al respecto, una observación importante de Ricardo Falla: “La diversidad de religión, probablemente, apunta a oposiciones más profundas y anteriores.” (p. 174).
La muerte del señor Domingo Choc Che deberá ser minuciosamente investigada. ¿Cuáles son los diversos niveles –históricos, sociales, antropológicos– de su linchamiento en la aldea Chimay? ¿Cómo están experimentando la crisis del capital –falta de trabajo, hambre, encierro, corrupción– las aldeas del país? Tres puntos son necesarios a tener en cuenta mientras tanto. Uno, el acto barbárico de la quema de Choc es parte de una formación social fundada desde el terror. Dos, el Estado, las relaciones mercantiles y los grupos armados son escuelas de socialización, como las iglesias. Tres, los que se consideran a sí mismos civilizadores han sido –en varias partes del mundo– quienes han dado origen a sistemas de barbarie.
El llamado a fortalecer el diálogo comunitario, respuestas colectivas a la crisis por sobre las diferencias, debe ser un objetivo primordial en los meses y años que se avecinan. El Estado, más que la solución o su disputa, es lo que tendrá que enfrentar el género humano si quiere sobrevivir y construir sociedades alternativas. En el herbario de nuestra memoria, Domingo Choc Che y vidas como las suyas auspician nuevas y muchas veces insospechadas maneras para vivir más allá de los valores dominantes. Los gemelos del Popol Wuj, recordemos, volvieron a la vida para derrocar las fuerzas del miedo, la enfermedad y la muerte, de Xibalbá.
Fuente: [https://www.no-ficcion.com/project/domingo-choc-che-crisis-tras-su-muerte]
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