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Discurso de Irma Alicia Velásquez Nimatuj al recibir la distinción de Ciudadana Distinguida, otorgado por la Municipalidad de Quetzaltenango, el 14 de septiembre de 2018.

Señor alcalde municipal, Luis Grijalva, y su distinguida esposa, señoras y señores miembros del Consejo Municipal de la ciudad de Quetzaltenango, hermanas, hermanos, compañeras, compañeros, público presente, buenas noches.

Grata fue para mí recibir la notificación sobre la Distinción de Ciudadana Distinguida que este año me otorga la tierra donde nací. En el plano personal agradezco con humildad este honor, sin embargo, llegar hasta aquí, no lo asumo como un mérito personal, al contrario, reconozco que solamente soy producto de mi tiempo y de la historia que me ha correspondido vivir, y dentro de ese marco hago mío, lo escrito por Antonio Gramsci, de que “la ideas y las opiniones no nacen espontáneamente en el cerebro de cada individuo sino han tenido un centro de formación, de irradiación, de difusión, de persuasión, un grupo de hombres [y de mujeres] o también una singular individualidad que los ha elaborado y presentado en una forma política de actualidad.”

Ante este llamado de atención, acepto que mi formación como una mujer k’iche’ de Quetzaltenango, ha sido privilegiada porque ha tenido la fortuna de nutrirme permanentemente de diferentes mujeres y hombres indígenas, mestizos, mayas y de otras regiones del mundo, que en medio de la adversidad han sido mi luz, han sido mi modelo, porque nunca se dieron por vencidos sino que, al contrario, siguieron luchando por sus sueños, propios y colectivos, de transformación, de equidad y felicidad para todos los pueblos. Son ellas y ellos los que han ido delineando mi pensamiento crítico y mi postura, hasta convertirme, lamentablemente en una de las pocas mujeres mayas que ha logrado acumular privilegios relativos en medio de un mar de hermanas mayas, garífunas, mestizas, afrodescendientes o xincas que subsisten entre una frágil línea de sobrevivencia y agonía, que las mantiene vivas porque son necesarias para construir la riqueza que produce este país y para que unas pocas podamos disfrutar de lo que hoy, yo aquí, recibo.

Esta distinción me hace rememorar mi historia personal, me hace recordar que nací en el barrio El Bolívar y que antes de cumplir un año me trasladaron al barrio La Joyita en donde actualmente sigo viviendo. Desde allí he visto y he vivido la Quetzaltenango de mi tiempo. En esas calles empedradas de sus alrededores se fueron tejiendo mis sueños por volar, por estudiar y por explorar a través del conocimiento, por ingresar a la universidad de mi país y luego por prepararme en el extranjero. Siempre quise recorrer los campus universitarios, deseé llegar a las bibliotecas para perderme en ellas y lo logré. Lo que nunca imaginé es que esos documentos me expondrían a la compleja y contradictoria realidad de América y que esas experiencias de vida definirían el camino que he decidido tomar de acompañamiento a las luchas de las mujeres y los pueblos indígenas del continente.

La Xelajuj’ Noj’ es el hermoso lugar en donde mis raíces provenientes de una elite k’iche’ se mezclaron con las de mi humilde descendencia, también k’iche’, de dos municipios de Totonicapán: Santa María Chiquimula y San Bartolo Aguas Calientes. Las reconozco y las honro a ambas, me enorgullece saber que provengo de la urbanidad y de la ruralidad k’iche’. Pero en el fondo siempre me ha fortalecido saber que nací en la región en donde Pedro de Alvarado y sus huestes españolas, enfrentaron a una de las más feroces resistencias y que mis antepasados fueron esos hombres y mujeres que defendieron por meses, por años y por siglos su tierra y con ella la vida de sus hijas e hijos y la continuidad de sus pueblos que persisten hasta el presente.

Quetzaltenango es la ciudad de mis bisabuelos que, en 1894, en el marco de la época liberal se rebelaron aquí, ante el cierre de la alcaldía indígena y escribieron la memorable petición, en la que sentaron que “…si hoy solo podemos cooperar al Adelanto cultivando la tierra y transformando en cosas útiles la materia bruta; Así también cultivaremos la Inteligencia de Nuestros Hijos…Contribuiremos a la Revolución Social y Política del país…” Estoy segura que esta noche, mis ancestros, entre ellos mi bisabuelo don Agustín Ajqui, uno de los 52 principales k’iche’ que firmó esa petición, pueden sentirse satisfechos porque parte de su contribución a su tierra se materializa en la formación y la conciencia de sus descendientes que ahora aportamos con inteligencia y pensamiento crítico a Guatemala y al mundo, gracias también a la lucha y al trabajo fundamental de mi bisabuela, doña Cleotilde Cojulum, quien heredó a sus hijas e hijos la honradez, la disciplina, el trabajo fuerte y constante a través del comercio, que fue al final, la puerta que permitió a un sector indígena liberarse del trabajo forzado y que a mi generación, el excedente económico acumulado y transmitido de una a otra generación, permitió que pudiéramos acceder a educación privada.

La Xela es el lugar en donde viví mi niñez y mi adolescencia, que me recuerda mis tardes en el Instituto Normal para Señoritas de Occidente, INSO, pero también la pérdida de valiosas vidas como la de la profesora Lucila Rodas Hidalgo viuda de Villagrán, directora del centenario INSO y catedrática del CUNOC, asesinada el 23 de septiembre de 1980 frente a sus estudiantes, la de Alejandro Cotí López reconocido dirigente estudiantil en la Universidad de San Carlos de Guatemala, asesinado en marzo de 1980; la desaparición de Juan de Dios Coti Ixcaraguá, la de Gloria Coyoy, entre muchas otras vidas, quienes en la plenitud de su juventud no solo soñaron sino dieron su propia vida como el más bello regalo para abonar a la transformación de la vida de miles de campesinos e indígenas, que eran la mayoría de la población total de Guatemala, que vivían en esclavitud. Mi vida, entonces, desde mi niñez, estuvo marcada por una profunda violencia estatal pero también por ejemplos de resistencia que arropaban a esta ciudad y que más tarde aprendería que también a mi país y a casi toda América Latina.

Por eso, al aceptar la Distinción de Ciudadana Distinguida lo hago en nombre del colectivo de quienes me antecedieron en esta bella tierra, cuidada por imponentes volcanes, mujeres y hombres que jamás han recibido homenaje alguno. Lo hago en nombre de quienes lucharon y abrieron camino con su sangre, para que yo caminara y llegara hasta aquí, lo recibo en nombre de esas vidas anónimas pero claves en nuestra historia. También lo acepto en nombre de quienes con su ejemplo y su lucha trascendieron nuestra ciudad, como el coronel Jacobo Arbenz Guzmán, cuyo natalicio se celebra el día de hoy y quien al despedirse predijo con asertividad “que algún día serán vencidas las fuerzas oscurantistas que hoy oprimen al mundo atrasado y colonial.” Y quienes como él dejaron una huella imborrable que traspasará el tiempo, traspasará a la historia porque profundo, humano y colectivo fue su aporte, el cual, la juventud quezalteca debe estudiar, analizar e interpretar con mente abierta y corazón solidario para nutrirse y construir sus propias propuestas de vida digna para su generación y para las que vienen detrás.

Gracias señoras y señores miembros del Concejo Municipal de Quetzaltenango, nunca busqué y tampoco pensé que por hacer lo que a mí me gusta, con amor y con conciencia social, iba a recibir esta distinción en el lugar en donde dejé el ombligo, he viajado dos días para llegar a mi tierra, en un momento complejo, tan doloroso pero también hermoso, tan esperanzador porque nos permite trabajar para poder volver a tejer primaveras, no solo para un puñado, sino para todas las hijas e hijos de Iximulew, en donde esta Xelajú, sigue y seguirá levantando su voz como una fuerza viva, inteligente y necesaria en el marco nacional. Gracias porque caminar por estas calles, por mis calles de barrio, que tanto amo, me hacen detenerme frente a la casa en donde nació el rebelde poeta, Otto René Castillo, quien nos recuerda poéticamente, pero con claridad y compromiso que en la historia de nuestras vidas todas y todos somos actores políticos y que aquellos que osen esconderse tras el manto de la indiferencia o la seudo objetividad tarde o temprano, un día, si…

Un dia,
los intelectuales
apolíticos
de mi país
serán interrogados
por el hombre
sencillo
de nuestro pueblo.

Se les preguntará
sobre lo que hicieron
cuando
la patria se apagaba
lentamente,
como una hoguera dulce,
pequeña y sola.

No serán interrogados
sobre sus trajes,
ni sobre sus largas
siestas
después de la merienda,
tampoco sobre sus estériles
combates con la nada,
ni sobre su ontológica
manera
de llegar a las monedas.
No se les interrogará
sobre la mitología griega,
ni sobre el asco
que sintieron de sí,
cuando alguien, en su fondo,
se disponía a morir cobardemente.

Nada se les preguntará
sobre sus justificaciones
absurdas,
crecidas a la sombra
de una mentira rotunda.
Ese día vendrán
los hombres sencillos.
Los que nunca cupieron
en los libros y versos
de los intelectuales apolíticos,
pero que llegaban todos los días
a dejarles la leche y el pan,
los huevos y las tortillas,
los que les cosían la ropa,
los que les manejaban los carros,
les cuidaban sus perros y jardines,
y trabajaban para ellos,
y preguntarán,
“¿Qué hicisteis cuando los pobres
sufrían, y se quemaba en ellos,
gravemente, la ternura y la vida?”

Intelectuales apolíticos
de mi dulce país,
no podréis responder nada.

Os devorará un buitre de silencio
las entrañas.
Os roerá el alma
vuestra propia miseria.
Y callareis,
avergonzados de vosotros.

Muchas gracias y ¡que viva, la Culahá del Reino Mam, la Xelahuh del Reino K´iche´, la Quetzaltenango de mis ancestras y ancestros, y la Xelajú eterna, fuente de mi permanente rebeldía!

Irma Alicia Velásquez Nimatuj