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Devastación ambiental

No es casualidad que los más afectados sean siempre comunidades indígenas.

María Aguilar

El sábado pasado se celebró el Día de la Tierra, conmemoración trivial en un país en el que cada día los recursos naturales son abatidos. En Guatemala, afrontar el cambio climático es tarea extremadamente urgente pero compleja, dado que políticas ecocidas se combinan con la corrupción institucionalizada y el racismo histórico de empresas, ministerios y funcionarios públicos que se enriquecen materialmente de la destrucción del entorno ambiental, ya sea protegido o habitado por comunidades, en su mayoría indígenas.

Hasta el momento, los guatemaltecos urbanos, tienen el lujo de asumir el concepto de “calentamiento global” como una idea abstracta. Sin embargo, cada año, desde el 2012, se reportan temperaturas cada vez más altas resultando en sequías que afectan las siembras y aumentan la hambruna, llevando a la desnutrición de las comunidades más pobres del país.

Es en los espacios de crisis que la corrupción estatal y la pequeña elite aprovechan para operar y generar ganancias. En 2016, el caso denominado “El Bodegón”, reveló que el MAGA gastó Q248 millones en comprar maíz para aliviar los efectos de la sequía en comunidades devastadas. La investigación evidenció que el precio fue sobrevalorado pero que fundamentalmente los granos distribuidos a miles de familias indígenas pobres, no eran aptos para el consumo animal menos para el humano.

Hoy, las políticas públicas y la visión de la elite, que asume a Guatemala como su finca, no han servido para detener sino para incrementar los efectos del calentamiento global. A pesar del daño ambiental se siguen desviando ríos para regar plantaciones de caña y palma africana, industrias que destruyen nacimientos de agua y las múltiples especies que los habitan. Se sigue aceptando el uso de estudios de impacto ambiental falsos que avalan a compañías petroleras que devastan reservas de selva protegida. Contrarrestar estas políticas de Estado, requiere de un enfoque múltiple que revele cómo el racismo, la corrupción, la ambición desmesurada y la explotación van de la mano. No es casualidad que los más afectados sean siempre comunidades indígenas, quienes tienden a ser criminalizadas cuando expresan su oposición a los procesos extractivos que les perjudican, así como cuando buscan proteger su entorno ambiental.

Fuente: [http://elperiodico.com.gt/opinion/2017/04/24/devastacion-ambiental/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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