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Desaparecidos

lucha libre

Lucía Escobar
@liberalucha

Del 15 de mayo al 5 de junio de 2018 se llevan a cabo las segundas Jornadas de Memoria en honor al escritor desaparecido Luis de Lión. Mayarí de León  convocó a centros culturales, artistas individuales e intelectuales para realizar una agenda cultural que durante 22 días recuerde la figura de su padre, como escritor, maestro, padre, poeta, y miembro del Partido Guatemalteco de Trabajo.

Este año, Regina José Galindo y Juan Esteban Calderón presentaron La Panel Blanca, una obra escultórica que trae al presente la famosa “panel de la muerte” que en los años ochenta sembró terror en la ciudad capital por ser el vehículo en que secuestraban a estudiantes, campesinos, intelectuales, la mayoría jóvenes revolucionarios o simpatizantes del comunismo, que nunca más aparecían. Revivir ese instrumento de tortura es un acto contra el olvido; es recordar que el uso de la fuerza y la violencia fue una mecánica de Estado para acallar a los enemigos políticos, una realidad que dejó miles de familias rotas.

Durante estas jornadas de memoria, todos los días a las 5 p.m., hora en que Luis de Lión fue arrancado de la sociedad, se abren las puertas de la “panel de la muerte” para distintas intervenciones artísticas y poéticas libres en el CFCE de Antigua Guatemala. La panel ha resultado ser un vehículo para el diálogo que permite que la gente recuerde, comente y opine sobre este negro capítulo de la historia que aún duele.

Solo durante el conflicto armado que duró 36 años, se dice que hubo al menos 45 mil desaparecidos. De esos, unos 5 mil corresponden a niños o niñas que fueron arrancados violentamente de sus hogares y que nunca más se supo de su paradero. Para las familias de la niñez desaparecida, el sufrimiento no termina, es eterno, intenso, terrible.

El delito de desaparición forzada es considerado de lesa humanidad porque lastima a la humanidad en su conjunto. Es cometido por las fuerzas del Estado y es una táctica de represión que no permite el descanso de los familiares ya que viven una tortura sistemática y eterna, están en un limbo de dolor y desconsuelo, de incertidumbre. No logran cerrar el círculo del dolor. No viven un luto. No entierran. No descansan.

Apenas hace algunos días se juzgó el primer caso de desaparición forzada de niñez en Guatemala. El juicio por la desaparición del niño Marco Antonio Molina Theissen es una esperanza para los familiares que aún buscan a sus seres queridos. Entre otras cosas, la sentencia ordena al Congreso de Guatemala la creación del Registro Nacional de Víctimas y que se apruebe la Iniciativa 3590, que crearía el Plan Nacional de búsqueda de personas desaparecidas. Esto es urgente para quienes aún buscan a sus familiares y no pierden la esperanza de darles una sepultura digna.

Este también es el caso de Mayarí de León, la semilla invencible que sembró Luis de Lión, una hija convertida en ceiba, una mujer que posee la magia de saber transformar el dolor en alegría y fuerza. Todos los días, Mayarí abre las puertas de su vida y de su casa convertida en un museo para que un jardín de niños y niñas invada cada rincón llenando de música y risas cada cuarto que recuerda a su querido padre.  Ella, es un ejemplo de cómo se puede superar cualquier tristeza y tener siempre un corazón listo para dar. Yo sé que una de sus motivaciones para vivir es encontrar los restos de su padre para enterrarlos en las faldas del volcán Hunahpú, ahí donde él habría querido descansar.

Tiene derecho.

Es deber del Estado hacer todo lo posible por encontrar a los desaparecidos.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2018/05/30/desaparecidos/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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