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Defendiendo al 35

lucha libre

Lucía Escobar
@liberalucha

De los pocos avances y cambios que se habían dado en Guatemala durante estos años de posguerra, es que se percibía un mayor respeto a la libertad de expresión. Los últimos veinte años en el país se habían caracterizado por una especie de apertura, al menos en lo referente a la libertad de los ciudadanos de decir lo que pensaban “por cualesquiera medios de difusión, sin censura ni licencia previa” como lo afirma el Artículo 35 de la Constitución vigente en el país. Que por cierto es claro al dictar que este derecho constitucional no podrá ser restringido por ley o disposición gubernamental alguna.

No fue fácil para las generaciones posteriores a la guerra en Guatemala, ganar esta libertad que se escucha obvia. Tuvieron que morir muchas personas para que este derecho fuera finalmente respetado como uno de los más importantes para la construcción de una democracia sólida, sana, funcional.

La semana pasada, durante las fiestas dedicadas al 197 aniversario de la independencia del país, el presidente Jimmy Morales y su gabinete de la impunidad, muertos de miedo por las serias críticas que su gestión está levantando, intentaron suprimir y limitar este derecho, prohibiendo a jóvenes y estudiantes llevar mantas contrarias o críticas al gobierno. Para lograrlo hicieron varios cordones de seguridad alrededor del Palacio Nacional para revisar a niños, adolescentes y adultos que quisieran acercarse a ese lugar público. Las autoridades no solo buscaban armas, drogas u objetos peligrosos que pudieran poner en riesgo la seguridad de los asistentes, sino que iban atrás de las ideas, el pensamiento, el derecho a expresarse de los estudiantes. Ese acto, en medio de la celebración de la Independencia del país, es una grave ofensa, una violación del Estado hacia los guatemaltecos. Esperaríamos que el Ministerio Público investigue el hecho.

Lo bueno es que los guatemaltecos siempre creativos y acostumbrados durante siglos a los intentos de represión a nuestra cultura y costumbres, hemos aprendido a jugarle la vuelta a todo. Y así fue como las protestas en las fiesta de independencia se dieron sí o sí: desde los gritos frente al balcón presidencial que no dejaron al títere de turno dar su mensaje de odio en paz, hasta la niña de Comalapa que realizó una versión crítica del escudo nacional, pasando por las autoridades indígenas inaugurando el desfile con una bandera negra, incluyendo a los alumnos de las ex CPRs de la sierra con sus mensajes críticos, hasta los bailes en burla y cumbia del colegio San Luis de Quetzaltenango. Pueden parecer pequeños actos pero su valor en la construcción de ciudadanía son incuestionables.

Celebro la resistencia, la lucha continua por mantener los espacios de libertad e irreverencia en medio de esta guerra que parece estarse librando contra quienes piensan diferente. Defender el humor, la risa y la irreverencia ante los tiranos es cuestión de vida a muerte. Sí, de vida y muerte. La situación en la que se encuentra nuestra querida Guatemala, me recuerda a esas mujeres (u hombres) que poco a poco van perdiendo su libertad. Empiezan con permitir que escojan la ropa que deben o no ponerse, continúan dando la contraseña del teléfono, y terminan firmando préstamos ajenos. Casi sin percibirlo, van cediendo espacios de libertad en nombre de alguna supuesta seguridad, hasta que un día pueden terminar sin nada, muertos a golpes en alguna cuneta.

No hay lucha pequeña cuando se trata de defender nuestra libertad e independencia. La niñez de este país debe crecer sabiendo que su palabra es importante, que quizá de su mente y de la libertad que tengan de imaginarse nuevos mundos, vengan las soluciones que tanto necesitamos.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2018/09/19/defendiendo-al-35/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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