De Pokémones
lucha libre
Lucía Escobar
Muertos y más muertos. Asesinatos por encargo minuciosamente planificados, masacres en masa al azar, extremistas suicidas, políticas internacionales de exterminio, sicarios especializados, ejecuciones extrajudiciales, víctimas colaterales, venganzas raciales, genocidios negados, terrorismo, aumento de la xenofobia en el mundo. Sangre y más sangre. La realidad que nos cuentan los periódicos, noticieros y redes sociales es aterradora. Solo hablan de cosas tremendas: escasez de comida para el 2050, guerras por el agua, calentamiento global. Los políticos que dirigen los países son más incomprensibles que un Pokémon, más irreales. Mientras tanto, las masas nos dedicamos a sobrevivir cada día y no deberíamos alimentarnos solo con malas noticias.
Hay que encontrar las flores entre el asfalto.
Abro los ojos, respiro y miro a mi alrededor: en realidad estoy rodeada de amor.
Me enternece el gesto del abuelo ante los saltitos insistentes de su nieta para que la abrace. Y los jóvenes que ayer corrieron a ayudar a una madre a subir un carruaje por una gradas. Vi también a las chicas que convierten perros enfermos y gatos abandonados en felices y saludables mascotas. Y tengo muchos amigos que cada mes apartan, algo del dinero que les cuesta ganar, para apoyar a un niño o niña que no conocen, para que pueda estudiar. Me conmueve y admiro a la gente que acompaña a sus enfermos en su agonía o recuperación. Y están los payasos, los que enseñan a través de la risa y los que entretienen y entibian el alma fría de los hombres. Y si vieran los parques; llenos de novios tomados de la mano o bebiéndose extasiados. Hasta en los paupérrimos hospitales nacionales, entre la enfermedad y la desolación se ven gestos hermosos como esa pareja de ancianos que van siempre abrazados o el nieto fortachón que acompaña amoroso a su abuela. En realidad conozco a más gente empática y solidaria, que egoísta y amargada. Tantos que trabajan con gusto por su comunidad. Algunos lo hacen ganando un sueldo miserable, haciendo más de lo que les corresponde. Y otros lo hacen como voluntarios, como un servicio social gratuito. Sé de maestros que enseñan sin recursos, pero con creatividad y responsabilidad cuidan del alma de sus estudiantes. Sé de jóvenes que madrugan y viajan largas distancias por el puro gusto de aprender. Conozco a comadronas y a doctores que donan su tiempo para atender en áreas pobres y marginales. Muchos pagan de sus bolsillos medicinas y útiles escolares para otros. Son anónimos, no alardean.
Por cada acto violento y triste, injusto y perturbador, suceden muchos más momentos hermosos y emotivos, esperanzadores y amorosos. Sucede que no son noticia ni portada ni trending topic. Pero están ahí, recordándonos que cada día podemos decidir los actos que nos definen como humanos o como una especie parecida a un Pokémon, sin alma y sin sentido. Divertido talvez, pero vacío.
Hay que encontrar las flores entre el asfalto.
@liberalucha
Fuente: [www.elperiodico.com.gt]
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