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De las calles a las urnas y de las urnas al poder

Manolo E. Vela Castañeda

De las calles a las urnas y de las urnas al poder. Esta es la ineludible trayectoria que debe seguirse para hacer los cambios que Guatemala necesita.

En las últimas semanas la sonrisa y la esperanza han regresado a los rostros de muchos guatemaltecos. Salir a la calle, movilizarse, cambió radicalmente el ánimo de la gente. De la consternación ante uno y otro escándalo de corrupción, ya cotidianos y aceptados como parte del paisaje, pasamos a gritar, a denunciar, a exigir cambios, a reconocernos con otros, muchos, con los que compartimos esa frustración amontonada.

En la calle se han reforzado identidades políticas, se han desatado procesos organizativos, se han generado nuevos liderazgos, y se han inventado –de forma por demás creativa– repertorios, esto es: las cosas que se hacen, que se dicen, que se cantan en una y otra manifestación.

El detonante de todo fue la red de defraudación aduanera, que el 16 de abril, denunciara la CICIG (Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala). Faltó que viniera alguien que, investigando y presentando un caso judicial ante los tribunales, nos dijera lo que ya todos sabíamos. Hasta entonces la denuncia de las corruptelas de esta mafia llamada Partido Patriota la habían mantenido –con singular valentía– algunos medios de comunicación, que hacen periodismo de investigación y se atreven a desafiar a los poderosos.

Esta serie de manifestaciones ha quedado grabada ya en la historia de Guatemala como el gran momento en que los ciudadanos se hartaron de los ladrones que hasta entonces nos habían gobernado. Lo que los ciudadanos anhelan es un gobierno decente, honesto, y para ello se precisa una profunda regeneración democrática del poder político.

Pero el espíritu de abril, mayo, junio y que ojalá llegue más allá, debe ahora traducirse en compromisos de cambio, ¿Cuáles? Eso es lo que hay que definir. Pero, más que definir, aquí se precisa imponer, porque ¿quién puede creer que los políticos se cortarán las manos, así por así, aprobando leyes que les impidan robar como hasta ahora; o que discutan y aprueben leyes para mejorar la competencia electoral?

La dos grandes interrogantes son: 1) ¿Qué hacer para que los políticos, los jueces y funcionarios ladrones no sigan haciendo lo que mejor saben hacer? y; 2) ¿qué hacer para que, tan pronto como en este septiembre, no sean otros los ladrones que lleguen al poder Ejecutivo? Nada fácil.

La calle es denuncia, es grito, que señala, que aguijonea las conciencias de otros ciudadanos, que entonces se deciden a salir de su individualismo y se suman, y esto enloquece a los mafiosos. De allí las declaraciones del todavía presidente Pérez Molina, y también del llamado que ahora hace Manuel Baldizón, para que pare lo que él llama confrontación e intolerancia.

La calle es denuncia; pero los cambios que Guatemala necesita con urgencia, esos se confeccionan en otra parte. Y es allí donde ahora mismo estamos débiles, y huérfanos. ¿Quiénes fueron los que, con la salida de Roxana Baldetti, eligieron al nuevo vicepresidente, Alejandro Maldonado? Los diputados. ¿Quiénes designarán a otro Vicepresidente, en caso que a Pérez Molina le quede algo de sensatez y presente su renuncia? Los diputados. ¿Quiénes designaron, en 1993, al Presidente y al Vicepresidente? Los diputados. ¿quiénes deberían aprobar las reformas legales que podrían hacer parte de esta renovación democrática del poder? Los diputados. Claro, los diputados y la poderosa patronal, que sabe muy bien cómo moverse en esas aguas, de los partidos mayoritarios.

Esto es lo que, me parece, no hemos terminado de aprender: que las cosas pasan por ese antro nauseabundo que es el Congreso. Y más específicamente ¿Quiénes hacen la mayoría? El partido Lider, de Manuel Baldizón, y lo que va quedando de los pepes. Ellos dos, por sí solos, alcanzan los 85 votos; y están a 20 más de alcanzar la mayoría calificada (105 de 158), que se requiere para definir este tipo de decisiones. Es lo que es. Así son las correlaciones de poder, donde se define, en última instancia, quién gana y quién pierde.

Lo que esta coyuntura revela es que adolecemos de un instrumento que pueda servirnos para hacer los cambios que Guatemala necesita. Lo bueno es que la magnitud de esta jornada de protesta nos hace pensar que esto es ahora, más que posible, urgente. Lo otro que está claro es que los antiguos liderazgos partidarios –de izquierdas– están muy lejos de ser ese instrumento; y que los viejos liderazgos –al estilo del expresidente Portillo– tienen poco qué decir y más bien son impresentables (qué bien han hecho en ni siquiera atreverse a asomar la cabeza). Se requiere de algo nuevo, diverso, hecho entre todos, ciudadano.

El espíritu de abril y mayo continuará, exigiendo decencia y renovación democrática a los cuatro vientos. Y vendrá el momento cuando, nuevas fuerzas políticas, se atrevan a imponer –con la fuerza de la calle, pero también de las urnas– los cambios que Guatemala necesita.

La calle es denuncia; pero los cambios que Guatemala necesita con urgencia, esos se confeccionan en otra parte. Y es allí donde ahora mismo estamos débiles, y huérfanos.

Manolo E. Vela Castañeda