De banana republic a nueva frontera
Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com
“Miren la vaina que nos hemos buscado –solía decir entonces el coronel Aureliano Buendía–, no más por invitar un gringo a comer guineo”. Esta frase de Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, condensa una época histórica de las relaciones de Estados Unidos con las banana republics.
Guatemala pagó un costo alto por “la vaina” referida por García Márquez. Es historia bien documentada que no fue la “amenaza comunista” el móvil de la intervención estadounidense en 1954, sino la protección del enclave bananero y, de paso, desalentar proyectos nacionalistas en esta parte del mundo.
Pero cuando en Washington aún saboreaban la “gloriosa victoria”, cinco años después sobrevino Cuba y toda la historia posterior de la Guerra Fría en ese mare nostrum que es el Caribe para EE.UU. Nos tocó, entonces, pagar doble “la vaina”: ya no ser solamente banana republic sino pilar y centro experimental de la guerra contra “el comunismo”.
La historia, sin embargo, no se detuvo (nunca se detiene) y lo que nació como una restauración contrarrevolucionaria, sostenida por un ejército pretoriano y co- usufructuada por una oligarquía refractaria a todo amago modernizador, derivó en un régimen político, social y económico incapaz de resolver los lastres del atraso. Al contrario, los agravó.
Durante el gobierno de Ronald Reagan, en el marco de la respuesta imperial a un nuevo ciclo de luchas revolucionarias en el istmo, se ideó la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, un modelo “neoexportador” que diera vida a una fracción “moderna” de la clase dominante, capaz de sustentar una “democracia funcional”, erigida sobre una sociedad apaciguada a sangre y fuego, con políticos pragmáticos desideologizados y receptivos a los vientos del presunto “fin de la historia”, en un mundo unipolar gobernado desde Washington y Wall Street.
Esa arquitectura global y nacional, sin embargo, tomó otras rutas. El mundo unipolar se confirmó como una quimera, en tanto que en el plano doméstico el modelo neoexportador creció torcido, atado a la mentalidad finquera de la clase dominante (la presunta fracción modernizadora añora los salarios diferenciados y las exoneraciones tributarias), Guatemala se volvió exitosa exportadora de mano de obra barata e indocumentada, derivamos en santuario del crimen organizado (lavado de capitales incluido), con una institucionalidad capturada y corrupta, propia de lo que algunos llaman “cleptocracia” y, otros, “narcodemocracia”.
En Washington han pensado que eso no está bien. Reevaluaron la importancia geoestratégica de Centroamérica y su Triángulo Norte se considera hoy una de las cinco prioridades para la seguridad nacional de EE.UU. Dejamos de ser banana republic y somos la nueva frontera imperial.
De todo esto, tal vez no de forma tan cruda y con el kennediano nombre de Alianza para la Prosperidad, hablará hoy el vicepresidente de EE. UU., Joseph Biden, a los presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras.
La convocatoria a Washington dice mucho. ¿Llegará el mensaje?
En Washington han pensado que eso no está bien. Reevaluaron la importancia geoestratégica de Centroamérica y su Triángulo Norte se considera hoy una de las cinco prioridades para la seguridad nacional de EE.UU. Dejamos de ser banana republic y somos la nueva frontera imperial.
Fuente: Siglo21 [s21.com.gt]
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