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De atreverse a soñar, viajar, hacer

lucha libre

Lucía Escobar
@liberalucha

Todo fue idea de Juan Josué Chel, un maestro espectacular, de esos que quisiéramos que se multiplicaran en todos los rincones del país. Da clases en una de las aldeas más alejadas y olvidadas del Quiché profundo, un lugar que ni siquiera aparece en los mapas y GPS: Santa Clara Chajul está enclavado en la Sierra Madre, donde la neblina se funde con las nubes. Sus alumnos de sexto primaria; dieciséis niños y once niñas juntaron dinero durante todo el año para realizar su excursión del fin de la primaria. Lo que faltó se completó con donaciones.

El primer día de octubre iniciaron el viaje. Para salir de la aldea, a la que no llega la carretera, caminaron por un par de horas hasta donde los esperaba el bus. Varios de esos niños se montaban a un vehículo por primera vez en su vida. Emocionados y nerviosos dejaron atrás el paisaje conocido para llenarse de colores, olores, ruidos y sensaciones nuevas. Pararon muchas veces durante el camino porque algunos tenían náuseas y miedo por el mal estado de las carreteras. Hicieron más de doce horas para llegar a la capital.

El segundo día conocieron el centro histórico; caminaron por la Sexta Avenida, vieron el Palacio Nacional de la Cultura, entraron a la biblioteca del Centro Cultural de España, visitaron una exposición de fotografía, asistieron a la inauguración del Festival de cine de los Pueblos Indígenas, tomaron el transmetro para aceptar una invitación a Aeronáutica Civil; en donde se subieron a un avión.

El tercer día salieron tempranísimo hacía el mar. El amanecer los sorprendió en Puerto Quetzal. Jugaron en la arena, disfrutaron de la espuma del mar, se llenaron de infinito los ojos, respiraron la grandeza del mundo, vieron la frontera de su tierra, la piel del país, rieron y abrieron su horizonte, directo al infinito. En la tarde, me uní al grupo y nos fuimos a San Juan del Obispo para que conocieran a una de mis personas favoritas del mundo: Mayarí de León, directora y alma de la Casa Museo Luis de Lión. Vieron los murales que Juan Pablo Canale pintó inspirados en los cuentos del maestro. Disfrutaron con el loro, los conejos, los perros y los patos que Mayarí cobija en su casa. Y para terminar, escucharon un concierto de marimba interpretado por niños de 6 y 7 años de Brisas de Hunahpú.

Durante toda el viaje, varios amigos y amigas se reunieron con los patojos y los invitaron a refaccionar, desayunar y almorzar. Sin conocerlos previamente, se solidarizaron con estos niños que aunque no han tenido grandes oportunidades, tienen muchos sueños. Esa última noche durmieron hospedados por Sor Elena y las Monjas Trinitarias de Clausura, y tuvieron una cama para cada niño, un lujo que ninguno había conocido antes.

Por mi apoyo en la gestión de la excursión, recibí un costal con elotes, naranjas y caña de azúcar. Además de una lluvia de sonrisas que no olvidaré jamás.

Gracias a quienes nos apoyaron en este viaje y sobre todo a Juan Josué, quien se niega a aceptar que sus alumnos dejen la escuela para trabajar o emigrar.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2018/10/10/de-atreverse-a-sonar-viajar-hacer/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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