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Cuéntalo

lucha libre

Lucía Escobar
@liberalucha

De pronto mi Twitter se comenzó a llenar de historias muy tristes. Empecé a leer uno por uno cientos de relatos que recordaban la vida de muchas mujeres que fueron secuestradas, violadas, torturadas, desaparecidas por esposos, “amigos”, familiares, exnovios o compañeros de trabajo. Con el hashtag #Cuéntalo se fueron reuniendo una colección imparable de narraciones que en muy pocas palabras recordaban el horror y la impunidad en el asesinato de mujeres a lo ancho y largo del mundo. Cada narración nos traía el nombre de la víctima y además hacía alusión a por qué podría ser considerado un asesinato basado en la misoginia, ósea en el odio por el hecho de ser mujeres.

Este movimiento de denuncia, que pretende visibilizar la violencia que vivimos aún hoy en pleno siglo 21 en el mundo occidental a través de pequeñas historias, se disparó a consecuencia de una injusta condena que la Audiencia Provincial de Navarra determinó para un grupo de 5 ombres (sin h) acusados de violar a una jovencita de 18 años durante la fiesta de San Fermín de 2016. El caso es conocido como La Manada y la sentencia que recibieron los violadores se dio por abusos y no por agresión o violación sexual a pesar de que incluso hay pruebas de la saña con que fue atacada esta chica en los videos difundidos en redes sociales por los mismos violadores.

Este caso, como tantos otros ha desatado la indignación de cientos de mujeres en todo el mundo quienes estamos cansadas de que se nos eche la culpa a nosotras por los casos de violaciones y de violencia contra la mujer.

No tenemos que ir muy lejos para ver comprobar que aquí también vivimos en constante ataques a nuestra dignidad. La semana pasada una cantante guatemalteca denunció que su ex pareja la golpeó e intentó ahorcar en el estacionamiento de un restaurante. Inmediatamente comenzaron los mensajes en apoyo al lugar y no a la mujer. Algunos hasta calificaban de aceptable y hasta admirable la respuesta violenta del ex novio porque ella había confesado haber estado con otros.

Hace apenas unos días,  terminó en Guatemala de conmemorarse la Semana mundial contra el Acoso callejero, un intento a cargo de OCAS para visibilizar y concientizar contra este tipo de violencia cotidiana que vivimos en espacios públicos las niñas, jóvenes y adultas. Los datos y las narraciones de cientos de mujeres nos recuerdan que nuestro país es un paraíso para los acosadores quienes ni siquiera saben que es un delito su comportamiento misógino y abusivo.

Las mujeres vivimos constantemente ataques a nuestra dignidad en todos los ambientes donde nos desenvolvemos. La mayoría hacemos caso omiso a muchos de los agravios diarios que recibimos. Sabemos que debemos escoger nuestras batallas y que hay veces que es mejor hacernos las locas. Pero son tantas y tan normalizados los ataques que recibimos que muchas veces nos cansamos y manifestamos nuestro descontento. Para eso muchos machos tienen un nuevo insulto que usan cada vez que una mujer alza la voz contra el machismo. Feminazi, es ahora como nos llaman por pedir respeto. Pero no nos importa, el feminismo es la revolución más importante y que más ha contribuido a crear cambios verdaderos y mejoras en la vida de millones de mujeres y hombres en el mundo.

El feminismo está hoy más vivo que nunca porque aún falta mucho para que nuestros cuerpos no sean considerados campos de batalla, botines políticos o de guerra, o mercancías que se compran, se venden y se descartan.

Las mujeres somos una parte importante de la economía mundial, somos fuerza de trabajo, somos el sostén de muchas familias y motor de la sociedad. Merecemos respeto y estamos aquí para conseguirlo.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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