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Desde  1996 por motivos familiares he viajado a Cuba muchas veces. Mi perspectiva de lo que en la isla sucede es la de un asiduo visitante que se va a vivir a alguno de los barrios de La Habana y que platica con familiares, amigos y conocidos. Que lee permanentemente  con atención cuanto material le llega a las manos, con mayor razón los que puede obtener  durante sus estancias en el país. No es la perspectiva  de quien vive a Cuba desde un hotel y a través de tours. Ciertamente mi visión de Cuba es predominantemente habanera y  eso la hace parcial, por más que jocosamente los habaneros digan que “Cuba es La Habana y lo demás son áreas verdes y paisaje”. He visto pues el transcurrir de los hechos en Cuba en los últimos 16 años.

La novedad ahora son los “timbiriches” que han empezado a proliferar en La Habana y demás ciudades.  Son los puestos  de ventas que por ejemplo se han expandido en la calzada de Luyanó aprovechando los portales que abundan en la misma. Cafeterías, pizzerías, cerrajerías, plomerías, electricistas,   ventas de discos y películas piratas, combustible para encendedores, ropa,  frutas y verduras,  y muchas otras cosas más. Todo esto se une a los llamados “paladares” pequeños restaurantes privados que desde hace varios años han estado funcionando. Hoy la nueva  política económica aprobada  por el VI Congreso del Partido comunista de Cuba en abril de 2011, les ha permitido aumentar sus dimensiones y cobertura. La gran novedad desde la última vez que estuve en Cuba en septiembre de 2009 es el trabajo por cuenta propia, el  “cuentapropismo”.  Las “Regulaciones  sobre el ejercicio del trabajo por cuenta propia y los procesos de reducción de plantillas infladas”, publicadas en septiembre de 2011 nos dan cuenta de más 200 actividades autorizadas por medio de las cuales los cubanos ejercen el autoempleo. Desde la perspectiva neoliberal esto es el paraíso de las microempresas. Desde el pensamiento crítico esto sería el infierno de la economía informal. En Cuba es más lo primero que lo segundo, porque el Estado se cuida bien de regular todas estas actividades y de que paguen los impuestos respectivos.

Caminando por la calzada de Luyanó, transitando por la calle de Obispo en La Habana Vieja, recorriendo por varios lugares de La Habana, evoqué mi primera visita por motivos familiares a la isla. Recordé al joven José Luis Véliz, secretario ideológico del PCC en el municipio de Melena del Sur.  Me contó  que en el partido se estaba leyendo el libro del ex embajador soviético Vitaly Vorotnikov. El libro llevaba por nombre “Mi Verdad”  y la tesis  que sostenía era que Gorbachov había fracasado porque había  ensayado la apertura política e ideológica (Glasnost) al mismo tiempo que la apertura económica (Perestroika). Había sido un error político haber conjuntado ambas aperturas, error que en China por supuesto no se ha cometido. Cuando el avezado cuadro del partido me contó que el principal promotor de la lectura de este libro era Raúl Castro, intuí que detrás de ello había un proyecto político.

La derecha, empezando en Miami y terminando en todas partes, ha procurado una visión de Raúl como una especie de “hermano pequeño y obsecuente del dictador cubano”. En realidad una lectura sutil, como la que suelen hacer los opositores inteligentes desde La Florida, lo ven como un dirigente con una visión propia que ha tenido una relación compleja con un líder que es un héroe nacional y al que la inmensa mayoría del pueblo cubano admira y quiere. Cuando estuvo a cargo del ejército, Raúl hizo autosuficiente desde el punto de vista económico a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Y desde 2006 cuando Fidel enfermó y fue relevado en los hechos de la conducción, su estilo paulatinamente se empezó a  imponer. Acabó con “los grupos de apoyo del Comandante”, suertes de fuerzas de tarea a cargo de Fidel que a veces  entrecruzaban sus funciones con las de los ministerios e incluso tenían más autoridad y operatividad que éstos. Ha abierto el arrendamiento de tierras para fines productivos privados.  Figuras que fueron importantes durante los últimos años de Fidel, Carlos Lage y Felipe Roque, fueron defenestrados. Ahora ha comenzado una nueva política económica muy parecida a la que desde hace 17 años estaban recomendando Julio Carranza, Luis Gutiérrez y Pedro Monreal en su libro “Cuba, la reestructuración de la economía” (1995). Irónicamente fue un anatema lanzado por el propio Raúl el que hizo caer en desgracia a estos economistas y a otros integrantes del Centro de Estudios de América. Fidel ha apoyado con su enorme autoridad moral los cambios introducidos por Raúl, pese a que es sabido  su gran reticencia por las consecuencias ideológicas que estos cambios tendrán.

Al parecer no hay alternativa. Cuba enfrenta el bloqueo, la ausencia de la Unión Soviética y la crisis mundial del capitalismo. Dicen que Raúl ha dicho, vaya usted a saber si es cierto, que “a Fidel el pueblo le perdonaba todo, a nosotros  no nos perdonará nada.”

Carlos Figueroa Ibarra
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