Cuatro cuartetos (1935-1942)
T.S. Eliot
(Missouri, USA, 1888-Londes, 1965)
Traducción de José Emilio Pacheco
Agradezco a mis amigos sus criticas y a John Hayward
en especial los consejos que me permitieron mejorar
algunas frases y la construcción del poema (T.S.E., 1943).
I. Burnt Norton
I
El tiempo presente y el tiempo pasado
Acaso estén presentes en el tiempo futuro
Y tal vez al futuro lo contenga el pasado.
Si todo tiempo es un presente eterno
Todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es una abstracción
Que sigue siendo perpetua posibilidad
Sólo en un mundo de especulaciones.
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
Eco de pisadas en la memoria,
Van por el corredor que no seguimos
Hacia la puerta que no llegamos nunca a abrir
Y da al jardín de rosas.Así en tu mente
Resuenan mis palabras.
Pero no sé
Con cuál objeto perturbamos el polvo
Que vela el cuenco en donde están los pétalos
De rosa.
Y otros ecos
Habitan el jardín. ¿Vamos tras ellos?
De prisa, dijo el pájaro: encuéntralos, encuéntralos,
Al dar vuelta a la esquina, tras la primera puerta,
En nuestro primer mundo. ¿Vamos en pos
Del engaño del tordo? En nuestro primer mundo.
Allí estaban, solemnes, invisibles;
Se movían sin premura sobre las hojas muertas,
Bajo el calor de otoño, en el aire vibrante.
Y el pájaro silbó en contestación
A la inaudible música oculta entre las plantas
Y el destello de una mirada no vista cruzó el espacio.
Porque las rosas tenían aspecto de flores contempladas.
Eran como nuestros huéspedes, aceptados y aceptantes.
Así pues, avanzamos, y ellos, en procesión formal,
Caminaron también por el desierto sendero
Hasta llegar a la rotonda con el seto de arbustos.
Y miraron entonces el estanque drenado.
Seco el estanque, seco el concreto, pardos los bordes.
Y se llenó el estanque de agua solar,
En silencio, en silencio se alzaron lotos,
La superficie brilló desde el corazón de la luz
Y ellos quedaron tras nosotros reflejándose en el estanque.
Luego pasó una nube y se vació el estanque.
Váyanse, dijo el pájaro, porque las frondas estaban llenas de niños
Que alegremente se ocultaban y contenían la risa.
Váyanse, váyanse, dijo el pájaro: el género humano
No puede soportar tanta realidad.
El tiempo pasado y el tiempo futuro,
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
II
Ajo y zafiros en la greda
Traban el eje de la rueda.
Canta la sangre en su alambrada
Bajo la cicatriz inveterada,
Calma la guerra que ya está olvidada.
Así la danza de la arteria
Y la circulación de la materia
Vagan en la deriva de la estrella.
Sube el verano hasta dejar su huella
En ese árbol que la luz aloja
En la móvil silueta de la hoja.
Y se escucha en la tierra humedecida
Al jabalí y al perro, proseguida
También su eterna lucha; mas sus rastros
Se concilian arriba entre los astros.
En el punto inmóvil del mundo que gira.
Ni carne ni ausencia de carne; ni desde ni hacia;
En el punto inmóvil: allí está la danza,
Y no la detención ni el movimiento.
Y no llamen fijeza
Al sitio donde se unen pasado y futuro.
Ni ida ni vuelta, ni ascenso ni descenso.
De no ser por el punto, el punto inmóvil,
No habría danza, y sólo existe danza.
Sólo puedo decir: allí estuvimos,
No puedo decir dónde; tampoco cuánto tiempo,
Porque sería situarlo en el tiempo.
Librarse interiormente del deseo material,
Descargarse de la acción y el sufrimiento,
De la compulsión externa e interna, rodeada sin embargo
Por una gracia de sentido,
Una luz blanca inmóvil que se mueve,
Erhebung* sin movimiento, concentración sin eliminación,
Un nuevo mundo y el viejo que se hacen explícitos, se aclaran
En la consumación de su éxtasis parcial,
La resolución de su parcial horror.
Pero el encadenamiento de pasado y futuro,
Tejidos en la debilidad del cuerpo cambiante,
Ampara al género humano del cielo y la condenación
Que la carne no puede soportar.
El tiempo pasado y el tiempo futuro
Sólo permiten mínima conciencia.
Ser consciente significa no estar en el tiempo,
Pero sólo en el tiempo puede el momento en el jardín de rosas,
El momento en la pérgola bajo el azote de la lluvia,
El momento en que desciende el humo sobre la iglesia atravesada por corrientes de aire,
Ser recordados, envueltos en el pasado y el futuro.
Sólo con tiempo se conquista el tiempo.
* Erhtbung: elevación, éxtasis.
III
Este es el sitio de los desafectos.
Tiempo antes y tiempo después
Bajo una luz dudosa: ni luz de día
Que inviste las formas con lúcida quietud
Y convierte la sombra en belleza fugaz
Con lenta rotación que sugiere permanencia,
Ni tinieblas para purificar el alma,
Tinieblas que vacían lo sensual mediante la privación
Y limpian del afecto por cosas temporales.
Ni plenitud ni vacío.Sólo un destello
Sobre las tensas caras hendidas por el tiempo,
Perturbadas en su perturbación por la perturbación,
Llenas de caprichos y vacías de sentido.
Tumefacta apatía sin concentración.
Hombres y trozos de papel giran llevados por el viento frío
Que sopla antes y después del tiempo.
Viento que entra y sale de pulmones enfermos,
Tiempo antes y tiempo después.
Eructo de almas insalubres
En el aire marchito, aletargadas
Por el viento que azota las lúgubres colinas londinenses:
Hampstead y Clerkenwell, Campden y Putney,
Highgate, Primrose y Ludgate.
No aquí, No aquí en tinieblas, en este mundo de vana agitación.
Descenso más abajo, descenso únicamente
Al mundo de perpetua soledad,
Mundo sin mundo que no es mundo,
Tinieblas interiores, privación
Y despojo de toda propiedad.
Desecación del mundo del sentido,
Evacuación del mundo del capricho,
Incompetencia del mundo del espíritu:
Este es el único camino, y el otro
Es el mismo, no en movimiento
Sino en abstención del movimiento;
Mientras el mundo se mueve,
En apetencia, por los metálicos caminos
Del tiempo pasado y el tiempo futuro.
IV
Han sepultado al día el tiempo y la campana.
Oscura, ahuyenta el sol una nube lejana.
¿Se volverá hacia nosotros
El girasol? Errante
¿Se doblará la clemátide?
¿Se aferrarán el ramo y el zarcillo colgante?
Ydel ciprés los dedos enroscados
¿Acaso de nosotros han de pender helados?
Después que el ala
Del martín pescador ha respondido
Con la luz a la luz y el silencio ha venido
La luz no se estremece ni respira
En el inmóvil punto de este mundo que gira.
V
Las palabras se mueven, la música se mueve
Nada más en el tiempo; pero lo que sólo está vivo
Sólo puede morir. Termina el habla
Y vuelven al silencio las palabras.
Sólo mediante forma y estructura
Pueden llegar a la quietud la música o las palabras
Como un inmóvil jarrón chino
Se mueve perpetuamente en su quietud.
No la inmovilidad del violín mientras la nota dura,
No sólo eso sino la coexistencia,
O digamos que el fin precede al comienzo
Y que el fin y el comienzo estuvieron presentes
Antes del comienzo y después del fin.
Y todo es siempre ahora. Las palabras se esfuerzan,
Se resquebrajan, a veces se rompen bajo la carga y la tensión,
Resbalan, se deslizan, perecen,
La imprecisión las deteriora, pierden su sitio, pierden su fijeza. Voces agudas
Que regañan, se burlan o sólo parlotean
Las asaltan continuamente. La Palabra en el desierto
Es atacada sobre todo por voces de tentación,
La sombra que solloza en la danza fúnebre,
El sonoro lamento de la quimera desolada.
El detalle del diseño es movimiento,
Como en la imagen de los diez peldaños.
El deseo también es movimiento,
En sí mismo indeseable;
El amor es inconmovible,
Sólo es causa y es fin del movimiento,
Sin tiempo y sin deseo,
Excepto bajo el aspecto del tiempo,
Captado en forma de limitación
Entre no ser y ser.
De pronto en un rayo de luz solar,
Exactamente mientras el polvo se mueve,
Se levanta la risa oculta
De los niños entre el follaje.
De prisa, aquí, ahora, siempre—
Ridículo el estéril tiempo triste
Que se extiende antes y después.
II. East Coker
I
En mi principio está mi fin. Una tras otra
Las casas se levantan y se derrumban, se desmoronan, se extienden,
Son arrancadas, destruidas, restauradas, o en su lugar
Queda un baldío, una fábrica o un paso a desnivel.
Viejas piedras para nuevos edificios,
Vieja leña para nuevas hogueras,
Viejas hogueras para las cenizas y cenizas para la tierra
Que ya es carne, pieles y heces,
Huesos humanos y animales, tallos y hojas de cereal.
Las casas viven y mueren.
Hay un tiempo para la construcción,
Un tiempo para habitar y engendrar
Y un tiempo para que el viento rompa el cristal desprendido
Sacuda las maderas en que trota el ratón del campo
Y el tapiz en jirones donde se halla bordado
Un lema silencioso.
En mi principio está mi fin. Ahora cae la luz
A lo largo del campo abierto
Y oculta con sus ramas la honda vereda,
Vereda oscura en el anochecer
Donde uno se protege contra el talud cuando pasa un vehículo,
Y la honda vereda insiste en continuar
Hasta la aldea hipnotizada en el calor eléctrico.
En la neblina cálida la luz sofocante
Es absorbida, no refractada, por la piedra gris.
Duermen las dalias en el silencio vacío.
Esperan al búho que llega temprano.
En ese campo abierto,
Si uno no se acerca demasiado, si uno no se acerca demasiado,
En una medianoche de verano se puede oír
La música de la débil gaita y el tamboril
Y ver la danza en torno de la hoguera
La unión del hombre y la mujer
En bailes que significan matrimonio—
Un sacramento noble y útil.
De dos en dos, en conjunción necesaria,
Tomados de la mano o de los brazos
Como símbolo de concordia.
Dan vueltas a la hoguera
Saltan sobre las llamas o se unen en corros,
Rústicamente solemnes o en rústica risa
Levantan sus pesados pies en toscos zapatos,
Pies de tierra y arcilla que se alzan en el júbilo del campo
El júbilo de aquellos que están bajo la tierra
Desde hace mucho y nutren los cereales.
Llevan el tiempo, marcan el ritmo de su danza,
Como viven al ritmo de las vivientes estaciones,
El tiempo de las estaciones y las constelaciones,
El tiempo de la ordeña y el tiempo de la cosecha,
El tiempo de ayuntarse hombre y mujer
Y el de los animales. Pies que suben y bajan,
Comida y bebida, estiércol y muerte.
El alba ya despunta y otro día
Se dispone al silencio y al calor.
El viento de la aurora mar adentro
Ondula y se desliza. Estoy aquí
o allá o en otra parte. En mi principio.
II
¿Qué hacen noviembre y su final entorno
Con primavera y su feliz trastorno
Y las criaturas del calor de estío,
Las flores que destruye el paso impío
Malvarrosa que apunta a lo excesivo,
(Su color rojo muere en gris cautivo)
Rosas tardías con temprana nieve?
Entre los astros a rodar se atreve
El trueno que simula un carro armado
En la guerra de estrellas constelado
Al sol combate sin piedad Escorpión
Sol y luna se van. Por esta acción
Lloran cometas y el meteoro vuela
En fuego acabará este mundo en vela
Cazan los cielos, cazan las llanuras
Forman un remolino en las alturas
Guerra perpetua que arderá en el cielo
Hasta que cubra a este planeta el hielo.
Esto fue una manera de decirlo, no muy satisfactoria.
Un ejercicio perifrástico en un estilo poético raído
Que lo deja a uno ante la intolerable lucha
Con las palabras y los significados.
La poesía no importa.
No era (para recomenzar) lo que uno se había imaginado.
¿Cuál iba a ser el valor de lo que durante tanto tiempo anhelamos,
La calma tan esperada, la serenidad otoñal
Y la sabiduría de la vejez? ¿Nos habían engañado
o se engañaron a sí mismos los ancestros de voces tranquilas
Y simplemente nos legaron una receta para el engaño?
La serenidad sólo una deliberada torpeza,
La sabiduría sólo el conocimiento de secretos muertos
Inútiles en las tinieblas que ellos escudriñaron
o de las que apartaron los ojos. Hay, nos parece,
Cuando mucho un valor limitado
En el conocimiento que deriva de la experiencia.
El conocimiento impone una estructura y falsifica,
Porque la estructura es nueva a cada instante
Y cada instante una nueva y estremecedora
Valoración de cuánto hemos sido.
Sólo nos desengañamos
De lo que engañándonos ya no puede hacer daño.
En medio, no sólo en medio del camino, en todo el camino,
La selva oscura, la zarza, al borde de una ciénaga en donde todo paso es inseguro
Y amenazados por monstruos, luces delirantes
Bajo riesgo de encantamiento. No me hablen
De la sabiduría de los ancianos sino más bien de su locura,
Su miedo al miedo y al frenesí, su miedo a la posesión,
A pertenecer a otro, a otros o a Dios.
La única sabiduría que podemos esperar adquirir
Es la sabiduría de la humildad:
La humildad es infinita.
Las casas yacen bajo el mar.
Los danzantes yacen bajo el montículo
III
Oh tinieblas, tinieblas; tinieblas. Todos caen
en tinieblas,
Los vacantes espacios entre los astros, lo vacío
en el vacío, i
Militares, banqueros, mercaderes, eminentes .
hombres de letras,
Mecenas generosos de las artes, estadistas y
gobernantes,
Notables funcionarios, presidentes de muchos
comités,
Señores de la industria y pequeños contratistas,
Todos caen en tinieblas,
Y tinieblas el sol, la luna y el Almanaque de Gotha
Y la Gaceta de la Bolsa y el Directorio de Directores
Y se enfría el sentido y se pierde el motivo
de la acción
Y todos vamos con ellos en el funeral silencioso,
El funeral de nadie pues no hay nadie
a quién enterrar.
Quédate inmóvil, dije a mi alma, y deja que caigan
sobre ti las tinieblas
Que serán las tinieblas de Dios. Como en un teatro
Se apagan las luces para cambiar el decorado
Con un hueco rumor de bastidores, un movimiento de
tinieblas sobre tinieblas,
Y sabemos que enrollan y quitan de su lugar
las colinas y los árboles, el panorama distante
Y la fachada altiva e imponente.
O como cuando el vagón del metro se detiene en el
túnel entre dos estaciones
Y la conversación se eleva y luego poco a poco
se desvanece en silencio
Y uno ve ahondarse el vacío mental detrás de cada rostro
Y queda sólo el terror creciente de no tener ya nada en qué pensar.
O como cuando bajo anestesia la mente tiene
conciencia pero conciencia de nada
Dije a mi alma: Quédate inmóvil y espera
sin esperanza
Porque la esperanza sería esperanza en lo que no
debe esperarse;
Aguarda sin amor
Porque el amor sería amor de lo que no se debe amar.
Sin embargo queda la fe;
Pero la fe, el amor y la esperanza se encuentran
en la espera.
Espera sin el pensamiento ya que no estás preparada
para él.
Así las tinieblas serán la luz y la inmovilidad será
la danza.
Susurro de corrientes y relámpagos invernales.
El invisible tomillo silvestre y la fresa silvestre,
La risa en el jardín, eco del éxtasis
No pedido sino exigente que marca la agonía
De muerte y nacimiento.
Dices que repito
Algo que he dicho. Lo diré nuevamente.
¿Lo diré nuevamente? Para llegar ahí,
Para llegar adonde estás,
Para salir desde donde no estás,
Debes ir por un camino en donde no hay éxtasis,
Para llegar a lo que no sabes
Debes ir por un camino que es el de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
Debes ir por el camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no eres
Debes ir por el camino en que no eres.
Y lo único que sabes es lo que no sabes…..
Y lo único que posees es lo que no posees
Y en donde estás es en donde no estás.
IV
El cirujano herido hunde el acero
E interroga la parte destemplada.
Late bajo su mano ensangrentada
La aguda compasión del curandero
Que interroga la fiebre en su tablero.
Nuestra única salud es la enfermedad,
Si acato a la enfermera agonizante
Que no intenta agradar: es su constante
Afán el recordar: la humanidad
Empeora y desde allí sigue adelante.
Nuestro hospital está en la tierra entera.
Lo legó el arruinado millonario.
En él, si bien nos va, tan sólo espera
La muerte, ese cuidado extraordinario
Que protege y estorba dondequiera.
Sube el frío del pie hasta la rodilla.
Canta la fiebre en su mental alambre.
Para tener calor me enfrío a la orilla
Del purgatorio. El fuego es hielo y hambre;
rosas la llama; el humo, zarza, astilla.
Sólo bebemos sangre, y mientras tanto
Carne sangrienta es la única comida.
A pesar de ello hacemos nuestra vida
De suponernos carne sin espanto
Y a este viernes llamamos Viernes Santo.
V
Y bien, estoy aquí, en medio del camino
Y he pasado veinte años —veinte años en gran parte perdidos,
Los años de entreguerra**—
Tratando de aprender a usar las palabras
y cada intento es un comienzo enteramente nuevo
Y es un tipo distinto de fracaso.
Porque uno sólo ha aprendido a dominar
las palabras
para decir lo que ya no tiene que decir
O de ese modo en que no está dispuesto ya a
decirlo.
Por eso cada intento
Es un nuevo comienzo, una incursión en lo
inarticulado
Con un mísero equipo cada vez más roído
En el desorden general de la inexactitud
del sentimiento,
Escuadras de la emoción sin disciplina.
Y lo que debe ser conquistado
Mediante fuerza y sumisión, ya ha sido descubierto Una, dos, varias veces por hombres que uno no tiene
esperanza de emular
—Pero no hay competencia:
Sólo existe la lucha por recobrar lo perdido
Y encontrado y perdido una vez y otra vez
Y ahora en condiciones que parecen adversas.
Pero quizá no hay ganancia ni pérdida:
Para nosotros sólo existe el intento.
Lo demás no es asunto nuestro.
La casa es el lugar del que partimos.
A medida que envejecemos
El mundo se nos vuelve más extraño, más compleja
La ordenación de muertos y vivos.
No el intenso momento
Aislado sin antes ni después,
Sino la vida entera que arde a cada momento
Y no la vida entera de un solo hombre
Sino de viejas piedras indescifrables.
Hay un tiempo para el anochecer bajo la luz
de las estrellas,
Un tiempo para el anochecer a la luz de la lámpara (El anochecer con el álbum de fotos).
El amor se acerca más a sí mismo
Cuando dejan de importar el aquí y el ahora.
Los viejos deben ser exploradores
Aquí o allá, no importa dónde
Debemos estar inmóviles y sin embargo movernos
Hacia otra intensidad
En busca de una mayor unión, una comunión
más profunda
A través del frío oscuro y la vacía desolación,
El grito de la ola, el grito del viento, las grandes
aguas
Del petrel y de la marsopa.
En mi fin está mi principio.
**En el original: the years of l’entre deux guerres.
III. The Dry Salvages
I
[The Dry Salvages -acaso originalmente les trois sauvages- es un pequeño conjunto de rocas en las que se levanta un faro. Se encuentran en la costa noreste de Cape Ann, Massachusetts. Salvages se pronuncia de modo que rime con assuages. Groaner es una boya silbante.]
No sé mucho de dioses, mas supongo que el río
Es un dios pardo y fuerte —hosco, indómito,
intratable,
Paciente hasta cierto punto, al principio reconocido
como frontera;
Útil, poco de fiar, como transportador del comercio,
Luego sólo un problema para los constructores
de puentes.
Ya resuelto el problema queda casi olvidado el gran
dios pardo
Por quienes viven en ciudades—sin embargo,
es implacable siempre,
Fiel a sus estaciones y sus cóleras
Destructor que recuerda
Cuanto prefieren olvidar los humanos.
No es objeto de honras
Ni actos propiciatorios por parte de los veneradores
de las máquinas;
Está siempre esperando, acechando, esperando.
En la cuna del niño su ritmo estuvo presente,
En el frondoso ailanto del jardín en abril,
El olor de las uvas en la mesa otoñal
Y el círculo nocturno ante la luz de gas del invierno
El río está dentro de nosotros, el mar en torno
nuestro;
El mar es también el borde de la tierra,
El granito en que se adentran las olas,
Las playas donde arroja
Sugerencias de una creación anterior y distinta:
La estrella de mar, el límulo, el espinazo
de la ballena;
Las pozas donde ofrece a nuestra curiosidad
La anémona de mar y las algas más delicadas.
Arroja nuestras pérdidas: la jábega rota, la nasa de
langostas maltrecha, el remo quebrado
Y los arreos de extranjeros muertos.
El mar tiene muchas voces,
Muchos dioses y muchas voces.
La sal está en la rosa silvestre,
La niebla en los abetos.
El aullido del mar
Y su bramido son voces diferentes
Que a menudo se escuchan juntas: el gemir
en los aparejos,
La amenaza y caricia de la ola que estalla
mar adentro,
La rompiente lejana contra la dentadura de granito
Y el lamento que avisa del promontorio
que se acerca
Todas son voces del mar, y la boya silbante
Al girar hacia tierra, y la gaviota.
Y bajo la opresión de la niebla silenciosa
El redoble de la campana, tañida sin prisa
Por la ola que se hincha allá en el fondo,
Mide el tiempo, no nuestro tiempo
Sino un tiempo más antiguo
Que el tiempo de los cronómetros, más antiguo
Que el tiempo medido por las mujeres que
en su angustia y su insomnio
Calculan el porvenir, tratan de destejer, devanar,
desenredar
Y remendar pasado y futuro,
Entre la medianoche y el amanecer,
Cuando es engaño ya todo el pasado,
El futuro no tiene porvenir,
Antes de que amanezca y cambien la guardia
Cuando el tiempo se detiene,
Y el tiempo no acaba nunca,
Y la ola que se hincha allá en el fondo
Y es y era desde el principio
Hace sonar la campana.
II
¿Dónde termina aquello, este mudo gemido,
La extinción silenciosa de la flor otoñal
Que soltando sus pétalos queda inmovilizada?
¿Hay fin para los restos que flotan naufragados
Y el hueso que en la playa musita la irrezable
Plegaria a la terrible anunciación?
No hay fin y todo es suma: el desmedido
Resultado de días y horas sin final.
La emoción reflexiona ensimismada
En años de vivir entre los destrozados
Restos de lo que se creyó lo más confiable—
Y por ello más apto a la renunciación.
Hay la última suma, el desvaído
Orgullo que resiente su declive fatal,
La devoción lejana que parece borrada
Como un barco que hace agua por los cuatro costados,
o escuchar en silencio tañer la irremediable
Campana que te invoca, última anunciación.
¿En dónde encontrarán su fin perdido
Los que bogan al fondo de la niebla letal?
Inconcebible un tiempo sin la mar encrespada
o un océano ya limpio de restos oxidados
O un futuro no expuesto, como el irretornable
Pasado, a no tener destino, tampoco solución.
Pensemos en aquellos, desaguando el roído
Navío, desplegando las velas contra el viento brutal,
Entre bancos de arena que no está erosionada,
Cobrando su salario en muelles maltratados,
Sin zarpar en el alba para un viaje incosteable
Tras una pesca inútil que no vale su acción.
No tiene fin, no acaba, este mudo gemido,
Tampoco el marchitarse encuentra su final,
El dolor que no duele y se resuelve en nada,
El mar a la deriva, los restos destrozados,
La plegaria del hueso a la Muerte, su Diosa; tan sólo
la irrezable
Plegaria a ti elevada, única Anunciación.
A medida que envejecemos, parece
Que el pasado tiene otra estructura y deja de ser una mera secuencia—
o incluso un desarrollo. Esto es una falacia parcial
Estimulada por nociones superficiales de evolución
Que se vuelven en la mentalidad popular
Medios para el repudio del pasado.
En los momentos de felicidad—no la sensación
de bienestar,
Fruición, plenitud, seguridad o afecto,
O hasta una excelente cena, no esto sino la súbita iluminación—
Tuvimos la experiencia pero no captamos
el significado
Y el acercamiento al significado restaura
la experiencia
En forma diferente, más allá de cualquier
significado
Que asignemos a la felicidad. Antes he dicho
Que la experiencia revivida en el significado
No es la experiencia de una sola vida
Sino de muchas generaciones —sin olvidar
Algo que acaso es inefable:
La mirada hacia atrás más allá de la seguridad
De la historia escrita, la mirada hacia atrás furtiva
Hacia el terror primitivo.
Entonces llegamos a descubrir que los momentos
de dolor
(No se discute si se deben o no a un malentendido
O a haber esperado lo erróneo o temido lo erróneo)
Son también permanentes
Con una permanencia igual a la del tiempo.
Mejor que en el nuestro lo apreciamos
En el sufrimiento de los demás, casi experimentado
Al implicarnos a nosotros mismos.
Porque nuestro pasado está cubierto por las corrientes
de la acción,
En cambio el sufrimiento ajeno sigue siendo una
experiencia
Sin reservas ni desgaste por la erosión posterior.
La gente cambia y sonríe pero su sufrimiento
permanece.
El tiempo destructor es también el tiempo
preservador,
Como el río con su carga de negros muertos y reses
muertas y jaulas de gallinas,
La manzana amarga y el mordisco en la manzana.
Y la roca mellada en las aguas sin calma,
Las olas que la cubren, la niebla que la oculta
En un día sereno, es nada más un monumento;
En tiempo navegable es siempre una señal
Para fijar el rumbo; pero en la estación sombría
o bajo la repentina furia del mar
Es lo que siempre ha sido.
III
A veces me pregunto si es esto lo que Krishna quiso
decir
— Entre otras cosas— o una manera de expresar
lo mismo:
Que el futuro es una canción desvanecida, una rosa
real o un ramo de lavanda,
De ansioso lamento por los que aún no están aquí
para lamentarse,
Prensado entre las hojas amarillentas de un libro que
nunca ha sido abierto.
Y el camino que sube es el camino que baja,
El camino de ida es el camino de vuelta.
No podemos afrontarlo realmente aunque
de seguro
El tiempo no es curandero: el paciente ya no está
aquí.
Cuando arranca el tren y los pasajeros se han
instalado
Con sus frutas, periódicos y cartas comerciales
(Y parten del andén quienes fueron a despedirlos)
Sus caras se relajan y pasan de la preocupación
al alivio
Al ritmo soñoliento de cien horas.
¡Adelante, viajeros! No escapan del pasado
Hacia vidas distintas ni hacia ningún futuro.
Ustedes no son los mismos que salieron
de la estación
Ni los que llegarán a terminal alguna,
Mientras los rieles convergentes se deslizan unidos
detrás de ustedes;
Y en la cubierta del murmurante trasatlántico,
Al observar la estela que a sus espaldas se ensancha,
No pensarán: “Ya terminó el pasado”
Ni «el futuro está por delante”.
Cuando la noche cae en las antenas y en las jarcias
Hay una voz que contrapuntea (aunque no al oído,
Al susurrante caracol del tiempo,
Ni tampoco en ninguna lengua):
“Adelante, ustedes que creen estar viajando,
No son los mismos que vieron alejarse el puerto
Ni los que desembarcarán.
Aquí, entre la orilla próxima y la orilla distante,
Mientras el tiempo se retira, consideren con el mismo
ánimo
El pasado y futuro.
En ese instante que no es de acción ni de inacción
Pueden aceptar esto: ’En toda esfera del ser
La mente humana debe estar ocupada
Por la hora de la muerte’
(Y la hora de la muerte es cada momento.)
Esta es la única acción que fructificará en las vidas
del prójimo.
Y no piensen en el fruto de la acción.
Adelante.
Oh viajeros, oh gente de mar,
Ustedes que llegaron a puerto y ustedes
cuyos cuerpos
Sufrirán el proceso y el juicio del océano
U otro acontecimiento, este es su verdadero
destino”
—Dijo Krishna, como cuando amonestó a Arjuna
En el campo de batalla.
No adiós
Sino adelante, viajeros.
IV
Señora, en tu santuario que está en el promontorio,
Ruega por todos los navegantes,
Los dedicados a la pesca y aquellos
Que se ocupan en lícitos negocios
Y quienes los dirigen.
Reza también por las mujeres que han visto
Zarpar y no volver a sus maridos o a sus hijos,
Figlia del Tuo Figlio, Reina del Cielo.
Ruega también por cuantos se embarcaron
Y terminaron su viaje en la arena,
En los labios del mar
o en la sombría garganta que no los rechazará
o allí donde no puede ya alcanzarlos
El tañido de la campana del mar,
Su ángelus perpetuo.
V
Comunicarse con Marte, dialogar con espíritus,
Informar sobre la conducta del monstruo marino,
Trazar horóscopos, leer en las entrañas de las aves
o en bolas de cristal,
Diagnosticar enfermedades por la firma, evocar
La biografía por las líneas de la mano
Y la tragedia por los dedos; predecir
Mediante sortilegios u hojas de té,
Adivinar lo inevitable gracias a la baraja,
Juguetear con hexagramas, o barbitúricos,
escudriñar
La imagen que recurre en terrores preconscientes—
Explorar el útero o el féretro o los sueños:
Todos estos son los habituales pasatiempos y drogas
Y secciones de prensa; y siempre lo serán,
Especialmente algunos de ellos
Cuando exista aflicción en las naciones, perplejidad
En las costas de Asia o en la Edgware Road.
La curiosidad humana explora pasado y futuro
Y se aferra a esa dimensión. Pero aprehender
El punto en que interceden lo temporal y lo eterno
Es tarea del santo —o más que tarea
Algo que se da y quita,
En la muerte de amor de una vida entera,
Fervor y desprendimiento y entrega.
Para la mayoría de nosotros sólo existe el momento
Desatendido, el momento fuera y dentro
del tiempo,
El acceso de distracción que se pierde en un rayo
de luz solar,
El invisible tomillo silvestre o los relámpagos de
invierno
O la catarata o la música tan profundamente
escuchada
Que no se escucha en absoluto,
Pero somos la música mientras dura la música.
Estas son nada más sugerencias y conjeturas,
Sugerencias que engendran conjeturas; lo demás
Es oración, observancia, disciplina, pensamiento
y acciones.
La sugerencia medioadivinada, el don
semientendido, es la Encarnación.
Aquí es real la junta imposible
De las esferas de existencia.
Aquí pasado y futuro se conquistan y reconcilian
Donde la acción sería de otra manera movimiento
De lo que tan sólo es movido
Y no tiene fuente propia de movimiento
Sino que es impulsado por poderes demoníacos
y terrenales.
Y la acción justa es libertad
Respecto al pasado y también el futuro.
Para la mayoría de nosotros éste es el objetivo
Que aquí jamás alcanzaremos.
Sólo estamos invictos porque seguimos intentando;
Nosotros, los finalmente satisfechos
Si nuestra reversión temporal nutre
(A no mucha distancia del ciprés)
La vida del suelo significante.
IV. Little Gidding
I
La primavera a medio invierno es una estación
en sí misma
Sempiterna aunque empapada hacia el ocaso,
Suspendida en el tiempo, entre el polo y el trópico.
Cuando es más claro el corto día lleno de escarcha
y fuego,
El breve sol incendia el hielo en estanques y zanjas,
Bajo el frió sin viento que es el calor del corazón
Y copia en un espejo de agua
Un fulgor que es ceguera cuando empieza la tarde
Y un brillo más intenso que la lumbre de ramas
o braseros
Agita el torpe espíritu: no viento sino fuego
pentecostal
En el tiempo oscuro del año.
Entre el deshielo y la congelación
Se estremece la savia del alma. No hay olor de tierra
Ni olor de cosa viva. Este es el tiempo primaveral
Pero no según la convención del tiempo.
Por una hora el seto blanquea
Con fugaz floración de nieve,
Una floración más repentina que la del verano pues
no da brotes ni se marchita.
No pertenece al esquema de la generación.
¿En dónde está el verano, el inimaginable
Verano cero?
Si vienes por aquí,
Por la ruta que probablemente seguirás
Desde el lugar de donde vienes probablemente,
Si vienes por aquí en mayo encontrarás los setos
Blanqueados otra vez con voluptuosa dulzura.
Igual sería al fin de la jornada,
Si vienes de noche como un rey vencido,
Si vienes de día sin saber a qué vienes.
Igual sería al dejar el camino áspero
Y dar vuelta detrás de la pocilga hacia la gris fachada
Y la lápida. Y aquello por lo que creíste estar aquí
Es tan sólo una concha, una cáscara de sentido
Cuyo propósito nada más se revela cuando está
realizado,
Si se realiza. O no tenías propósito
o el propósito está más allá de lo que calculabas
Y se altera al cumplirse. Hay otros sitios
Que son también el fin del mundo,
Algunos entre las fauces del mar
o sobre un lago oscuro,
En un desierto o en una ciudad—
Pero este es el más cercano, en tiempo y lugar,
Ahora y en Inglaterra.
Si vienes por aquí,
Tomando cualquier camino, partiendo de cualquier
sitio,
A cualquier hora o en cualquier estación,
Será siempre lo mismo: tendrás que hacer a un lado
Sentido y noción: no estás aquí para verificar,
Instruirte, satisfacer tu curiosidad o trasmitir
informes.
Estás aquí para arrodillarte
Donde ha sido válida la oración.
Y la plegaria es algo más
Que un orden de palabras, la tarea a conciencia
De la mente que reza, o el sonido de la voz al orar.
Y aquello para lo que cuando vivos no tenían
lenguaje los muertos
Te lo pueden decir ya muertos: la comunicación
De los muertos posee lenguas de fuego más allá
del idioma de los vivos.
Aquí, la intersección del momento sin tiempo
Es Inglaterra y es ninguna parte.
Nunca y siempre.
II
En la manga de un viejo la ceniza apagada
Es cuanto sobrevive de la rosa quemada.
Polvo que en aire flota suspendido
Marca el lugar donde una historia ha sido.
El polvo que respiras fue una mansión:
Las maderas, los muros y el ratón.
Ha muerto la esperanza: este desaire
Es la muerte del aire.
Hay inundación y sequía
Sobre los ojos y en la boca fría.
Agua muerta, muerta arena
Luchan por victoria plena.
El suelo seco y destripado
Muestra el esfuerzo destrozado.
La sorda risa de su boca aterra.
Es la muerte de la tierra.
Agua y fuego ocupan el sitial
De la ciudad, la hierba, el matorral.
Agua y fuego se han burlado
Del sacrificio denegado.
Agua y fuego pudrirán
Los cimientos, se hundirán
El santuario y coro ciego.
Es la muerte de agua y fuego.
En la hora incierta antes de la mañana
Al terminar la noche interminable
Al recurrente fin de lo que no tiene fin
Cuando la oscura paloma con su lengua de llamas
Hubo pasado bajo el horizonte de regreso a su nido
Mientras las hojas muertas traqueteaban metálicas
En el asfalto donde no había ningún otro rumor
Entre las zonas de donde se elevaba el humo
Vi de repente a un hombre que erraba apresurado
Sin resistencia ante el aire urbano del amanecer
Impulsado hacia mí igual que aquellas hojas de
estaño.
Cuando fijé la vista en su cara inclinada
El mirar insultante con el cual desafiamos
Al primer transeúnte en la sombra que aclara
Pareció revelarme a algún maestro muerto
A quien yo había tratado y olvidado; medio evocaba
A uno y a muchos; en sus rasgos como recién salidos
de algún horno
Los ojos de un familiar espectro conjunto
A la vez íntimo e inidentificable.
Asumí un doble papel y grité
Y escuché al otro que gritaba: «¡Cómo! ¿Tú aquí?»
Aunque no estábamos. Yo era el mismo de siempre,
Consciente de mí mismo, y era otro sin embargo.
Y él una cara aún formándose. Pero bastaron las
palabras
Para forzar el reconocimiento al que precedieron.
Así, sometiéndonos al aire común,
Demasiado extraños el uno al otro para malentendernos,
Acordes en ese momento de intersección,
Reunidos en un sitio sin antes ni después,
Seguimos por la acera en una ronda muerta.
Dije: «El asombro que siento es natural,
Su naturalidad también me asombra. Habla,
por tanto;
Tal vez yo no comprenda ni recuerde.»
Y él: «No estoy dispuesto a repasar
Mis pensamientos y teorías que has olvidado.
Sirvieron su propósito: dejémoslas en paz.
Igual sucede con las tuyas y ruega que te sean
perdonadas
Por otros, así como te ruego perdonarme
El mal y el bien. Se ha comido el fruto de la estación
Y la bestia saciada apartará de una coz el cubo vacío.
Pues las palabras del año pasado son del año pasado
Y esperan otra voz las palabras del año que viene.
Mas como ahora el paso no ofrece obstáculo
Al espíritu inaplacado y peregrino
Entre dos mundos que se han vuelto
muy semejantes,
Así encuentro palabras que no pensé decir
En calles que no creí volver a ver
Cuando dejé mi cuerpo en una playa remota.
Ya que nuestro interés era el lenguaje y el lenguaje
nos incitó
A purificar el dialecto de la tribu y apremió
A la mente a revisar el pasado y a prever,
Déjame revelarte los dones reservados a la vejez
Para coronar el esfuerzo de tu vida entera.
Ante todo la fricción helada del sentido que expira
Sin encanto, sin ofrecer promesa,
Sino la amarga insipidez del fruto espectral
Cuando empiezan a separarse mente y cuerpo.
Segundo, la impotencia consciente de la rabia
Frente a la locura humana y la laceración
De la risa ante lo que deja de divertirnos.
Por último, el terrible dolor de vivir de nuevo
Cuanto has hecho y has sido; la vergüenza
De motivos revelados muy tarde y la conciencia
De cosas malhechas y hechas para daño de los demás
Que antes consideraste ejercicio de la virtud.
Entonces hiere la aprobación del tonto
y los honores deshonran.
De mal en mal el exasperado espíritu avanza,
A menos que lo restaure el fuego purificador
En que debes moverte a ritmo como un danzante»
El día estaba a punto de romper. En la desfigurada
Calle me dejó con un rezongo de despedida
Y se desvaneció al sonar la sirena.
III
Hay tres condiciones que a menudo parecen
semejantes
Pero difieren por completo, florecen en el mismo seto
vivo:
Apego al propio ser y a cosas y personas, desapego
Del propio ser y cosas y personas,
Y creciente entre ambas, indiferencia
Que se parece a las demás como la muerte
se parece a la vida
Al estar entre dos vidas, sin florecer,
Entre la ortiga viva y la ortiga muerta.
Esta es la utilidad de la memoria
Para la liberación: no reduce el amor
sino lo expande
Más allá del deseo, y por tanto nos libra
De futuro y pasado.
Entonces el amor a un país
Empieza como apego a nuestro campo de acción
Y encuentra que esta acción importa poco
Aunque nunca es indiferente.
La historia puede ser servidumbre,
La historia puede ser libertad.
Mira, ahora se desvanecen
Los rostros y los lugares con el ser que los amó, como
pudo,
Para quedar renovados, transfigurados en
otra ordenación.
El pecado es inevitable pero
Todo irá bien
Y toda clase de cosas saldrá bien.
Si pienso de nuevo en este lugar
Y en gente no del todo recomendable,
Sin parentesco ni bondad,
Pero algunos de genio particular,
Todos señalados por un genio común,
Unidos en la discordia que los separa;
Si pienso en un rey al caer la noche,
En tres hombres, y más, en el cadalso
Y algunos que murieron olvidados
En otros sitios, aquí y en tierra extraña,
Y en uno que murió ciego y callado
¿Por qué habríamos de celebrar
A estos muertos y no a los que agonizan?
No es tocar al revés una campana
Ni se trata de un encantamiento
Para conjurar el espectro de una Rosa.
No podemos revivir viejas facciones
No podemos restaurar viejas políticas
Ni seguir un tambor antiguo.
Aquellos hombres y sus enemigos
Aceptan la constitución del silencio
Y se pliegan a un solo partido.
Sea cual fuere la herencia de los afortunados
Recibimos de los derrotados
Lo que debían dejarnos: un símbolo,
Un símbolo perfeccionado en la muerte.
Y todo irá bien y ,
Toda clase de cosas saldrá bien
Por la purificación del motivo
En el campo de nuestra súplica.
IV
Desciende la paloma y rompe el aire helado
Con llama de terror incandescente.
Dicen las lenguas que es precisamente
El único remedio del error y el pecado.
La última esperanza o el fin desesperado
Reside en la elección entre una y otra hoguera
Que redima a esta llama de esa llama que espera.
Amor se llama el que inventó el tormento,
Amor el nombre desacostumbrado
Cuyas manos tejieron el suplicio más cruento:
La camisa de llamas que jamás ha logrado
Arrancarse el poder en el mundo sangriento.
Toda la vida, toda nuestra espera,
Yace en ser pasto de una u otra hoguera.
V
Lo que llamamos el principio es a menudo el fin
Y llegar al final es llegar al comienzo.
El fin es el lugar del que partimos. Y cada frase
Y oración que sea correcta (donde cada palabra esté
en su sitio
Y ocupe su lugar en apoyo de las demás,
La palabra ni tímida ni ostentosa,
El fácil intercambio de lo viejo y nuevo,
La palabra común exacta sin vulgaridad,
La palabra formal precisa pero no pedante,
La compañía entera que danza al mismo ritmo)
Cada oración y cada frase son un fin y un comienzo,
Cada poema un epitafio. Y toda acción
Un paso al tajo, al fuego,
Un descenso por las fauces del mar
o hacia una piedra indescifrable:
Y allí es donde empezamos.
Perecemos con los agonizantes:
Mira cómo se marchan y partimos con ellos.
Nacemos con los muertos:
Mira cómo regresan y volvemos con ellos.
El momento de la rosa y el momento del ciprés
Son de igual duración. Un pueblo sin historia
No está redimido del tiempo,
Porque la historia es una ordenación
De momentos sin tiempo.
Así, mientras se desvanece la luz
Sobre un anochecer invernal, en una aislada capilla,
La historia es ahora e Inglaterra.
Con la atracción de este Amor y la voz de este
Llamado.
No cesaremos en la exploración
Y el fin de todas nuestras búsquedas
Será llegar adonde comenzamos,
Conocer el lugar por vez primera.
A través de la puerta desconocida y recordada
Cuando lo último por descubrir en la tierra
Sea lo que fue nuestro comienzo:
En la fuente del río más largo
La voz de la oculta cascada
Y los niños en el manzano.
La voz no conocida porque nadie la busca,
Pero escuchada, o semiescuchada, en la inmovilidad
Del mar entre dos olas.
De prisa, aquí, ahora, siempre—
Una condición de sencillez absoluta
(Cuesta nada menos que todo).
Y todo irá bien
Y toda clase de cosas saldrá bien
Cuando las lenguas de la llama se enlacen
En el nudo de fuego coronado
Y la lumbre y la rosa sean una.
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