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Criar

lucha libre

Lucía Escobar

Bonita palabra es criar, de ella salen criaturas hermosas u horrorosas. Muchos seres vivos criamos, nutrimos, alimentamos, cuidamos, instruimos, educamos y dirigimos a otros seres más pequeños o vulnerables. Pueden ser hijos, perros, gatos y/o plantas.

Algunos crían negocios. Otros cuervos.

No todos los que crían han parido o engendrado. No es necesario compartir el mismo tipo de sangre, color de piel o pelo para sentir la empatía y la responsabilidad de la crianza. Criar a un ser humano puede ser un acto hermoso, un acto de inmensa fe en la humanidad y en una misma. Se necesita de mucho amor y paciencia para darle tiempo a los que no saben, para guiar, enseñar, alimentar y preocuparse por un ser, que como el aguacate, no se sabe cómo va a salir.

Por eso criar debería ser una opción. Jamás una obligación. No es posible, no es justo, no es bueno que niñas críen niños. Es aberrante que en Guatemala la maternidad llegue tantas veces a la fuerza antes de los quince años. Es indignante que sigan violando y embarazando y pariendo adolescentes. Hay que frenar tanta maldad. Hay que empoderar a las niñas, hay que mandar a la chingada a los violadores y deberíamos empezar con los acosadores. Malcriados son.

Ser madre o padre, encargarse de otro ser, no es fácil. Desde el punto de vista económico es una gran carga y no digamos emocionalmente. Para enseñar a alguien hay que saber. No podemos enseñar algo que nosotros mismos no podemos hacer. Por eso es que la paternidad/maternidad es uno de los exámenes más difíciles que nos pasa la vida. Nadie te enseña a criar. No hay escuelas para padres. Lo que sirve con un hijo, arruina al otro. Equivocarse en la crianza, no es penado por la ley pero seguramente tiene repercusiones kármicas más expansivas que una bomba nuclear.

Definitivamente hay que criar con amor, buscar producir hombres y mujeres de bien, seguros de sí mismos, compasivos, justos, solidarios y creativos, llenos de amor y de soluciones para este caótico mundo. Criar con la delicadeza con que se cuida un huevo, conscientes de la fragilidad de las almas que tenemos a nuestro cargo.

Amo a mis crías porque nadie me las impuso. Nacieron gracias a la magia pero también gracias a una decisión pensada, analizada y fundamentada en el amor y la amistad con otro ser. Tengo claro que mis hijos en realidad no son míos, los tengo prestaditos nada más por un tiempo, en lo que aprenden a volar, viajar y a hacerse cargo de su propia existencia. Algún día dejarán de llamarme mamá. Dejaremos atrás esa relación codependiente y vertical en donde yo creo que mando y ellos obedecen. Dejarán de ser mis crías y se convertirán en hombres hechos y derechos, seres independientes, y espero, de bien.

Seremos amigos y tendremos una relación más pareja y horizontal.

Entonces, sabré que han tenido una buena crianza.

Ser madre o padre, encargarse de otro ser, no es fácil. Desde el punto de vista económico es una gran carga y no digamos emocionalmente.

laluchalibre@gmail.com

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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