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Hace poco he recibido

la visita de una amiga

a quien tenía algún tiempo

de no ver.

 

Conversamos nuestras cosas

y durante la conversación

me contó cómo el destino

a un falso amor la sometió.

 

«¿Luzco rara, diferente, soy distinta?»

Sin preámbulos me preguntó

y al ver el desconcierto en mi mirada,

pero, que razón le daba, comenzó a relatar:

 

«Por esta época hará un año

desperté de la inconsciencia

muy golpeada en un hospital;

me dolía todo el cuerpo y la cabeza,

pero, el alma aún más.

 

Me veo en el espejo y no me reconozco.

¿Es que esas hendiduras inflamadas son mis ojos?

¿Es que esa abertura desfigurada es mi boca?

¿Qué pasó con mi nariz, aquélla respingada y tan bonita,

la envidia de tantas muchachitas?

 

Me miro en el espejo y no me puedo reconocer.

¿Qué pasó con mis mejillas sonrosadas?

¿Qué pasó con mis dientes,

a perlas tantas veces comparados?

¿Es que acaso eso morado es mi mentón?

 

Y mientras miro ese reflejo

fantasmal en el espejo

un grito interno viene a mí:

 

¡¿Cómo vine a dar acá?!

¡¿Cómo es posible que esas manos

que caricias dulces prodigaron

en mis verdugos se tornaron?!

 

¡¿A dónde fue la primavera?!

¡¿A dónde marcharon las risas, las canciones;

los poemas y las flores?!

¡¿Dónde está el amor, las ilusiones?!

 

¡Oh, no! ¿Cómo vine a dar acá?

Si tan sólo hubiera oído,

más allá de sus palabras

cuando sus acusaciones

me lanzaba sin razón.

 

¡Oh, no! ¿Cómo vine a dar acá?

Si tan sólo hubiera huido

de su lado para siempre

cuando por primera vez osó

su mano levantar contra mi faz.

 

¡Oh, no! ¿Cómo vine a dar acá?

Si tan sólo hubiera rechazado

sus palabras zalameras

cuando con su voz tan lastimera

me llegó a pedir perdón.

 

¡¡Oh, no!! ¡¡Esto no se va a quedar así!!

En lo físico soy débil,

mas por dentro soy más fuerte

que el terror que me causó.

 

¡Oh, no! Esto no se va a quedar así.

Yo sí puedo levantarme;

yo no tengo que quedarme

a sufrir la vejación

que un misógino cobarde me infligió.

 

Hoy, te digo amiga mía,

nunca permitir tú debes el maltrato

ni por voz ni con acciones;

y si algún día te  sucede

no lo tienes que aguantar.

 

Si un hombre en verdad te ama

no le gustará tu mal;

él te aceptará como eres,

y de amor te llenará.

 

Si te insulta y te golpea

muy segura estarás

de que ese hombre no te ama

es más, ¡te puede matar!

 

Abre los ojos y huye cuando puedas:

no vaya a ser muy tarde

cuando ya quieras correr.

No esperes llegar a lo terrible

que me hizo exclamar:

 

«¡Oh, no! ¿Cómo vine a dar acá?

¿A dónde fue la primavera?

¿Dónde están las risas, las canciones;

los poemas y las flores?

¡¿Cómo vine a dar acá?!»

 

No soy la única señores,

ni la primera ni la última

que por esto atravesó;

pero, puedo asegurarles

que en mi caso

¡todo esto se acabó!

Georgina Palacios
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