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En la alacena se esconde un arma peligrosa
Y en el alma traicionada ya hace otra más,
Ira y venganza se mezclan filosas
Pariente importante de navajas al azar;
¡Su propósito principal! Arrancar el corazón,
Eliminando la pasión y el recuerdo del ser amado;
Aquel ser que por lujuria vilmente ha traicionado
El pacto fiel jurado en aquellos hermosos días…

Apresura el paso hacia aquel viejo boulevard,
Quiere eficazmente encontrarles en el acto;
Hotel de dos estrellas la guarida para amar
Conocido por infieles “La pensión d´ Monte Carlo”
Al entrar por la puerta, esperada recepción,
Cordialmente a la espera se encuentra el amo de llaves:
Prestaos la llave de aquella sucia habitación,
Cuarto 204 el santuario de los infames…
Al subir las escaleras se acelera el corazón,
Observa un pasillo largo, los nervios ya le invaden;
En busca de aquel cuarto que resguarda una pasión,
Maldita por los dioses –Ellos ya muy bien lo saben-
En el cerrojo ya la llave ha sido introducida;
Un giro desmantela aquel velo de los ojos,
Aquel ser por el que ha sacrificado su vida,
Se encuentran enredados entre brazos calidosos…

||.
Adentrada la victima en aquella habitación,
Observa con detalle aquellos dos cuerpos hermosos:
Desnudos y dormidos por aquel acto vigoroso,
Que al recordar encoleriza la mortal decisión.
Las manos de ella que aun rodean su cintura,
El rostro sonriente del recostado en sus pechos,
Y el aroma que se siente escapar por la abertura
De aquella puerta que sabe esconder todos los hechos…

Aun se encuentra entre su bolsa la vieja navaja,
Que lleva en ella el recuerdo del sentimiento
Introducida con llanto en el costado derecho
Del ser infiel que ha sabido entregarse a su amada,
Se han teñido de sangre aquellas blancas sedas
Sedas que reflejan la sangre de dos fríos cuerpos,
Con dolor perdido se voltea he inicia su regreso
Hasta que se interrumpe por una voz convaleciente…

-¡Esto me merezco! ¡Te he fallado!
-Te fallaste a ti mismo al faltarme a mí.
¿Por qué? ¿Tan mala mujer he sido?
-¡Has sido la mejor! Tu fallo fue confiar en mí.
-Yo no confié en ti, confié en tu amor.
-¿Y crees que era esto necesario?
-Un silencio frió en la habitación-
-Tú moriste en el momento que fallaste;
No te mate a ti, mate mi propio amor por ti
Por bien a los que me rodean, espero puedas entenderlo.
-Entiendo… ¡Lo siento conciencia!
-Estas perdonado amor…

***

Adeleón.

Adeleón
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