Cómo estamos y qué hacer
Mario Roberto Morales
La firma de la paz en 1996 se parece a las movilizaciones del 2015 en que ambos hechos fueron ampliamente aceptados como buenos para el país gracias a la manipulación mediática. El primero, por la propaganda pro-paz lanzada por el Pentágono a través de la ONU, como parte de la agenda geopolítica para la región. Y el segundo, por el “contagio” planificado y realizado por miles de perfiles falsos que simularon corrientes de opinión. En el primer caso citado se buscaba “pacificar” Centroamérica para que aquí pudiera ingresar sin cortapisas el capital corporativo transnacional, mediante una fraudulenta ola de privatizaciones de lo público que, en lo local, le tocó impulsar a Álvaro Arzú como epítome del corrupto interés monopolista local. En el segundo caso, el objetivo fue quitar a un gobierno inconveniente para culminar planes geopolíticos de EE. UU., usando la táctica de la “lucha contra la corrupción”, que sirve para quitar y poner gobiernos en todo el mundo.
Vivimos una coyuntura en la que el desconcierto político camina de la mano con la ineficiencia pública y ambos esperpentos vociferan con gravedad “no a la corrupción”, seguidos de entusiastas coros de especímenes políticamente correctos (y vividores de la cooperación internacional contrainsurgente) que se identifican como “luchadores” y “defensores” de la conveniente “indefensión” de la subalternidad (sobre la que descansa la economía oligárquica y su Estado privatizado y obediente). Y al parecer, nadie se da cuenta de que la corrupción del sistema económico monopolista es la causa de la corrupción de los políticos y de la ineficiencia estatal. Tampoco, de
que esta ineficiencia es el resultado forzoso de la gestión de un Estado obediente a los intereses oligárquicos, que son los que impiden que haya nuevos empresarios y empresas prósperas, y más asalariados contentos con su nivel adquisitivo. Tampoco, de que el monopolismo es la muerte de la libre competencia y la igualdad de oportunidades para los emprendedores nuevos, y también el único impedimento para el desarrollo de un capitalismo vigoroso, basado en la libertad económica. El monopolismo es la forma en que se ejerce la dictadura económica oligárquica. Y el Estado fallido (corrupto e ineficiente) es la mejor forma de Estado para la buena marcha del interés monopólico.
Después de que la ciudadanía politizada tomó conciencia del alcance que la manipulación mediática tiene en una masa moldeada en sus criterios por la propaganda, la publicidad, el mercadeo y una educación diseñada para atrofiar la capacidad crítica de los educandos, medio mundo está convencido de que “hay que hacer algo” para empujar el colapsado modelo económico oligárquico hacia un capitalismo basado en la libre competencia y la igualdad de oportunidades empresariales, pero pocos proponen cómo hacerlo y sobre todo por dónde empezar. Lo que sigue es mi propuesta de acción política hacia la construcción inmediata, en el corto plazo, de un capitalismo con más y más empresarios y más y más asalariados cada día, y de un Estado eficiente, probo, pequeño y fuerte; es decir, con genuino poder, y no reducido a una oficina gerencial para legalizar las decisiones de las cámaras oligárquicas. Si logramos construir el instrumento político necesario para lograr esto, crearíamos también a un interlocutor alternativo frente a las grandes potencias de la multipolaridad: Estados Unidos, Rusia y China, con los que nos relacionaríamos de manera soberana.
Construir una propuesta de democratización del capital no tiene que ver con la tonta idea de repartir dinero, tierra y demás formas de propiedad privada entre los pobres. Consiste en que el capital sea accesible a todos por medio de la banca. Construir una democracia funcional no consiste en ser políticamente correctos, sino en crear una ciudadanía crítica por medio de una educación que enseñe a ejercer el pensamiento radical (capaz de ir a la raíz de los problemas) y no sólo a ser autómatas interconectados y consumidores sumisos de ideas y objetos desechables. ¿Cómo hacerlo? (Continuará).
Construir una propuesta de democratización del capital no tiene que ver con la tonta idea de repartir dinero, tierra y demás formas de propiedad privada entre los pobres.
Fuente: [www.mariorobertomorales.info]
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