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Chávez multiplicado

El fascismo asiste atónito a la resurrección de su víctima.

La derecha fascista, esa que esperó en vela a que muriera Hugo Chávez y que lleva medio siglo velando a Fidel Castro, se encuentra triste y deprimida. No tanto porque Lula y otros dirigentes –que súbitamente enfermaron al tiempo que desafiaban los designios del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras aves carroñeras que merodean las democracias latinoamericanas– hayan sobrevivido al envenenamiento ante el que Chávez no subsistió, sino porque las honras fúnebres del líder continental en Caracas pusieron de manifiesto que la consigna que reza “Chávez no murió, se multiplicó” es tan cierta como el empuje de la revolución bolivariana.

Honrado por amigos y enemigos, a Chávez el mundo entero le reconoce lo que hizo por Venezuela y por la unidad continental, esa unidad tan temida por los oligarcas descendientes de los traidores a Bolívar y por los poderes económicos que ofrecen préstamos a las clases políticas corruptas para mantener a nuestros países presos de una deuda impagable, a no ser que se pague como la pagó Néstor Kirschner en su momento.

Pero ¿qué fue lo que hizo Chávez por Venezuela? Pues, como ha apuntado Simona Yagenova (Albedrío 6-3-13), logró que su país se autoabastezca alimentariamente con un 70 por ciento de producción local; que el 97.3 por ciento de los venezolanos consuma proteína animal y que el 98 por ciento de los niños beba leche a diario. También, que toda la ciudadanía tenga acceso al sistema público de salud y educación; que el salario mínimo sea el más alto de América Latina; que el desempleo se haya reducido en 10 puntos; que el impulso de la democracia participativa mediante la Ley de Consejos Comunales haya fructificado en una unidad popular nacionalista sin precedentes; que la construcción masiva de viviendas populares se haya expandido como nunca antes; que la Ley Orgánica del Trabajo igualara los derechos laborales de hombres y mujeres en todos los ámbitos de actividad humana; que la nacionalización de los recursos naturales y empresas transnacionales redundara en que la riqueza nacionalmente producida permanezca en suelo nacional. Y en fin, que la restauración del papel del Estado como ente rector de las políticas internas y de las exteriores le haya otorgado a Venezuela liderazgo mundial frente a la voracidad del capitalismo corporativo transnacional y sus agentes locales oligárquicos y neoliberales. Esto, señores y señoras fascistas, se llama de-mo-cra-cia. Lo de ustedes no pasa de ser totalitarismo oligarca, pensamiento único, dictadura corporativa.

Chávez evitó que a su muerte se acabara la revolución bolivariana preparando a su pueblo y a la clase política para que ese proceso no se detuviera, y lo hizo con más fuerza y decisión al saber que había sido envenenado. Con ello, el líder continental se multiplicó y ahora su revolución pacífica (¡pero armada!) se expande por el continente, inspirada en su ejemplo. Chávez por tanto resulta más peligroso muerto que vivo para el capital transnacional y sus agentes locales, ya que el “cáncer” de la revolución bolivariana no acabó sino creció con la muerte de quien la ultraderecha percibió como sólo un cabecilla. El legado de Chávez no se acaba pues en el culto de un puñado de apesadumbrados seguidores. Se multiplica en cada latinoamericano que –con consciencia crítica, dignidad patriótica y espíritu de lucha– sigue su ejemplo.

Mario Roberto Morales
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