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Casa de muertos

lucha libre

Lucía Escobar

Me gustan los cementerios. Me encanta perderme entre los nichos y deambular entre las tumbas. Caminar y conocer los camposantos es una forma de acercarse a los pueblos. Parte del pasado y de la cosmovisión de la gente se encuentra plasmada en la forma de interpretar y aceptar la muerte.

Cuando mis hijos eran más chiquitos solíamos caminar por en medio del cementerio de Panajachel. Solíamos ir leyendo en voz alta los nombres de los difuntos. Al nombrarlos sentíamos que los traíamos de nuevo a la vida. Pasábamos por ahí antes de ir al lago, recordando brevemente lo cerca que estamos de la muerte. De ese cementerio lo que más me gusta son las pinturas que muestran las profesiones de los difuntos. La tortillera, el motorista, la señora del banco, el ebanista y hasta el “chaletero” están representados con dibujos que los muestran en plena acción profesional.

Tengo también especial cariño por el cementerio general de Xela, es uno de los lugares más increíblemente extraños en los que he estado. Ahí me llevaba el Juanmi para impresionarme mientras inventaba para mí historias de marmoleros venidos de otros continentes y de mujeres que morían de amor. Deambular entre la Vanuscha, las estatuas mutiladas y degolladas, los nichos abandonados, y los mausoleos de los ricos y famosos, eran parte de aquellos paseos interminables, entre los que se nos coló el amor entre tanto abandono.

Otro de mis lugares favoritos para hacerle culto a la señora muerte, es el cementerio de Todos Santos Cuchumatán. Es un lugar que revive todos los sentidos de mi cuerpo. Los días previos a la fiesta patronal (1 de noviembre) se vuelve una fiesta; marimba, mariachis, flores plásticas, comida y licor llenan los espacios. Las tumbas reciben su pintura anual, y algunas recuerdan con las barras y las estrella, a los todosanteros que dejaron el alma en Estados Unidos. Sincrético y globalizado, anclado en el pasado, huele a mirra e incienso, tiene un sonido propio triste y musical.

Comalapa es también un lugar que debería estar en las guías turísticas del país. No solo porque brota arte y cultura en cada una de sus esquinas, sino por el enorme y hermoso mural que rodea el camposanto de la comunidad y que resulta ser una cátedra completa de historia y de arte. Se necesitó mucho trabajo colectivo y de investigación para realizar los enormes murales que cuentan la historia de la comunidad desde antes de la conquista hasta nuestros días. Pasear, entendiendo y sintiendo el tiempo pasar a través de las pinturas es toda una experiencia.

Todos los cementerios tienen su gracia. A mí me encantan los viejos, los de pueblo, los abandonados, los que quedan frente al mar. Siento que están conectados entre sí, y que cuando se visita uno, se abren dimensiones entre los mundos.
Si un día me ven hincada frente a su tumba, no estaré rezando ni llorando; estaré sembrando y regando.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2017/11/08/casa-de-muertos/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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