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DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL DOCTORADO HONORIS CAUSA DE LA UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA ─ 4 de mayo de 2017, MUSAC.

Este es sin duda un honor que me acompañará el resto de mi vida, porque el mismo implica un compromiso moral aún mayor con las causas que he defendido, en vista de que ellas se convirtieron en las razones por las cuales esta distinción me ha sido conferida.

Señor Vicepresidente de la República, doctor Jafeth Cabrera Franco.
Señores miembros del Consejo Superior Universitario.
Señor Rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala, doctor Carlos Alvarado Cerezo.
Señor Secretario General de la Universidad de San Carlos de Guatemala, doctor Carlos Camey Rodas.
Señor Expresidente de la República, Lic. Vinicio Cerezo Arévalo.
Señor Expresidente de la República, Lic. Alfonso Portillo Cabrera,
Señor Ex Vicepresidente de la República, Dr. Alfonso Fuente Soria,
Señor Comandante Guerrillero, César Montes.
Señores miembros del Cuerpo Diplomático acreditado en Guatemala.
Señores diputados del Congreso de la República.
Señores ministros y viceministros del Gabinete de Gobierno.
Señor Director de la Escuela de Ciencia Política, Dr. Marcio Palacios Aragón.
Señor Secretario General Adjunto de la Universidad, ingeniero Acxel de León.
Señores Directores de Escuelas No-Facultativas y Centros Universitarios.
Señores Directores Generales, autoridades y funcionarios de la Universidad.
Señores representantes de la sociedad civil.
Señores invitados especiales que nos acompañan.
Estimado personal docente y administrativo, y estudiantes de la Escuela de Ciencia Política.
Señores representantes de los medios de comunicación.
Queridos amigos.

Comparezco ante ustedes esta mañana para recibir el doctorado honoris causa que otorga la Universidad de San Carlos de Guatemala. Este es sin duda un honor que me acompañará el resto de mi vida, porque el mismo implica un compromiso moral aún mayor con las causas que he defendido, en vista de que ellas se convirtieron en las razones por las cuales esta distinción me ha sido conferida.

Nuestra clase política es corrupta porque responde a un sistema económico corrompido que necesita de un Estado secuestrado por mafias oligárquicas para poder funcionar de la manera en que mediocremente funciona, y obliga a su población a emigrar en busca de empleo y de lo que más necesita, que es educación, salud, justicia, legislación y seguridad. Es decir, el mínimo necesario para forjar una ciudadanía que encarne y protagonice la tan anhelada y a la vez negada democracia con justicia social o igualdad de oportunidades, de la cual tanto se habla pero jamás se pone en práctica. La transformación del sistema económico y el fortalecimiento del Estado se nos plantean, pues, como la tarea urgente a realizar por parte de una fuerza política organizada, capaz de convertirse en interlocutor alternativo a la élite oligárquica, frente a las potencias que protagonizan conflictivamente la actual multipolaridad global. Me refiero a Estados Unidos, a Rusia y a China. Sobre todo ahora, cuando lo que se esperaría que fuera la oposición a este estado de cosas, se ha vendido en cuerpo y alma al designio geopolítico regional.

Asimismo, enfrenta una lenta pero segura ofensiva privatizadora que ha logrado modificar no sólo la forma de tenencia de los servicios internos de la universidad, sino también ha cambiado de diversos modos la ideología pedagógica histórica, crítica y radical que ha sido emblemática de esta casa de estudios, y la ha sustituido por técnicas fragmentarias de enseñanza-aprendizaje volcadas al neoliberalismo económico e ideológico. Todo esto ha venido acompañado de formas clientelares de promoción estudiantil por parte de docentes corruptos, las cuales se despliegan con el objetivo de consolidar clicas de poder al servicio de partidos políticos dentro de ciertas facultades y escuelas. El rescate de la excelencia académica mediante el pensamiento crítico como rector de la reflexión universitaria, así como el recobramiento del estudiantado y sus dirigencias en calidad de agentes efectivos de esa criticidad, puesta al servicio del cambio social en favor de las mayorías, se impone a fin de darle continuidad a nuestra hermosa tradición democrático-popular universitaria, que fue la que hizo grande y célebre a esta ilustre y conspicua academia guatemalteca.

A propósito, y desde hace algún tiempo, se viene hablando en el medio académico de Reforma Universitaria, aunque pocas personas se atreven a proponer contenidos que le den vida a esta expresión. Sin embargo, sabemos que el alma de cualquier reforma universitaria es la excelencia académica sostenida y creciente, apoyada en la investigación de punta, la docencia crítica y la proyección social y políticamente transformadora del conocimiento producido por la universidad. Para nosotros, la Reforma Universitaria es un hecho pedagógico, sí, pero también es un hecho político e ideológico, sobre todo porque esta universidad es el último bastión de la educación pública en nuestro país y porque la Constitución Política de la República le confiere poderes que no deben dilapidarse en los conocidos clientelismos que convienen a los intereses económicos oligárquicos y a los apetitos de la partidocracia corrupta que tiene secuestrado al Estado.

Si este deber-ser cognitivo de la Universidad se traiciona, estamos atentando contra su autonomía, que no es otra cosa que atentar contra su esencia, contra su alma, contra su razón de ser. Por ello, el compromiso de cualquier universitario es el de defender y apuntalar la autonomía universitaria contribuyendo al elevamiento intelectual y a la excelencia académica del Ama Mater.

Con estas convicciones me identifico y con ellas me he comprometido en la medida de mis posibilidades desde hace varios años como trabajador de la Universidad de San Carlos, a pesar de no ser egresado de ella. La más reciente trinchera desde la que he estado practicando estas convicciones es la Escuela de Ciencia Política, a cuyo Director agradezco, junto a algunos miembros de su equipo, el haberme dado la oportunidad de ejercer la ciencia social en mi país, desde la educación pública. Esto implica haberme permitido trabajar para mi pueblo tratando de elevar su conciencia para-sí desde el pensamiento crítico y radical, y mediante el análisis concreto de la situación concreta. Esta oportunidad es para mí invaluable. Y estaré por ella eternamente agradecido.

También agradezco al Consejo Directivo de la Escuela de Ciencia Política el haber propuesto mi candidatura para la distinción que hoy se me adjudica, la cual considero como la más alta jamás recibida por mí. La considero así porque justamente viene de una institución que por décadas se caracterizó por ser “la conciencia moral” de la sociedad guatemalteca, un rol que todos los que la queremos debemos devolverle con nuestro esfuerzo intelectual y académico sostenido e insobornable.

Por eso, nosotros no debemos permitir que nuestra Alma Mater deje de ser pública, ya que eso equivale a que deje de ser libre. Y esta es la amenaza que se cierne sobre ella. Recordemos que el pensamiento que no se ejerce en libertad no puede ser creativo. Y el pensamiento que no es creativo, es servil y, por ello, traidor al interés de las mayorías. La universidad pública existe para servir al público desde la esfera pública y para la esfera pública. A este propósito sirve la autonomía universitaria. Y a su defensa se deben los mejores esfuerzos de todos nosotros por incrementar la excelencia académica que le sirva a nuestra universidad como la mejor defensa política e ideológica ante sus enemigos, los privatizadores de la vida espiritual de los seres humanos.

La educación pública es, además, laica. No profesa religiosidades ningunas. Su misión es cognitiva, crítica y radical. Cognitiva, porque el conocimiento es su razón de ser. Crítica, porque busca enseñar a ejercer el criterio propio, no el del profesor, ni el del cura, ni el del político, ni el del pastor, ni el del empresario, ni el del falso profeta. Radical, porque sus mentores deben llevar a sus estudiantes a la raíz causal de los problemas que analizan, a fin de que comprendan la naturaleza exacta de los mismos y puedan extraer de este conocimiento las soluciones posibles que lleven a su superación y al planteo de nuevas problemáticas. Esta es la esencia de la alta calidad académica. No la intriga política por construir pequeños feudos de poder mediocre, ni las movilizaciones canallescas que con lujo de vandalismo reivindican falsamente los intereses del pueblo. La mejor defensa de la educación pública y de su máximo bastión guatemalteco, que es la Universidad de San Carlos, es la excelencia académica de sus facultades, escuelas, institutos y centros. No la politiquería partidista, clientelar y mediocre, que es el arma de la que se valen los enemigos de nuestra casa de estudios para hacerla caer en la medianía intelectual, en la fragmentación ideológica y en su privatización paulatina desde adentro.

Comprometámonos todos a elevar la calidad académica de nuestra universidad. No hay compromiso más hermoso y gratificante para un universitario. Para ello, empecemos por combatir la corrupción académica al tiempo que luchamos contra la corrupción económica y política. Esta es la tarea de cualquier universitario que se precie de serlo.

De lo contrario, ni sus espacios de poder constitucionales, ni su capacidad de movilización estudiantil y profesoral será jamás suficiente para ser tomada en serio como una fuerza moral orientadora del quehacer de una nación. Para recuperar la fuerza y la influencia política de la Universidad, ésta necesita recuperar su excelencia académica. Y éste es el sentido esencial de la necesidad inmediata de la Reforma Universitaria.

Con este ideal me comprometo hoy, una vez más, con motivo de este honor que la Universidad me otorga. Y lo hago con absoluta libertad y en medio, como dije, de un eterno agradecimiento.

Para terminar, quiero que recordemos que estamos en un año en el que se conmemoran importantes hechos históricos para Guatemala. Este año se cumplen cincuenta años del asesinato de nuestro héroe, mártir y poeta popular, Otto René Castillo. Y también del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a Miguel Ángel Asturias. En ambos personajes, la palabra cumplió propósitos políticos emancipadores. Y, a propósito, quizá valga la pena repetir que la aceptación de Asturias de la Embajada de Guatemala en Francia durante el gobierno de Julio César Méndez Montenegro, obedeció a orientaciones del Partido Guatemalteco del Trabajo, y que desde esa Embajada ayudó a numerosos guatemaltecos a transitar entre las dos Europas de la Guerra Fría; algo que, entonces, no era tarea fácil ni libre de riesgos. También, que Otto René Castillo soportó estoico la tortura de sus cobardes verdugos sin denunciar a nadie, y que por eso se constituyó —como bien dijo Roque Dalton— en la encarnación de aquella máxima de Asturias según la cual “el poeta es una conducta moral”. En el caso de Ernesto Guevara de la Serna, este joven médico argentino había asumido ya una conducta moral respecto de la lucha por las mayorías desde su estadía en Guatemala, entre diciembre de 1953 y septiembre de 1954, la cual mantuvo hasta el momento en que, también hace cincuenta años este 2017, entregó su vida por la causa del bienestar colectivo.

Señores Miembros de Consejo Superior Universitario, Señor Rector de la Universidad, Señor Director de la Escuela de Ciencia Política:
Gracias por este Doctorado Honoris Causa. Gracias por sancionar mis esfuerzos para hacer de esta universidad una mejor academia y de este país una nación regida por la justicia ciudadana y no por la arbitrariedad elitista. Gracias por darle este espaldarazo validador a mis ideas. Y gracias por permitirme cumplir uno de mis sueños de toda la vida: poder decir ¡por fin! que la Universidad de San Carlos de Guatemala ¡es mi Alma Mater!

Muchas gracias.

Guatemala, 4 de mayo de 2017.

Recibo este honor en un contexto nacional lamentable en lo ideológico y lo político, pues nuestro país ha sido intervenido por intereses foráneos y su Estado sustituido por poderes fácticos que sirven a esos intereses, los cuales han convertido nuestra soberanía en una palabra sin contenido.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Mario Roberto Morales
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