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Una Carta Urgente

Quizás la urgencia de esta carta no sea más que la aflicción de un corazón que ama a su tierra y que desea con urgencia verla libre de todos esos flagelos que injustamente la atormentan… Sabiendo de antemano que es posible que muy pocos o nadie la lea, no pude detenerme y pasar indiferente ante el dolor y sufrimiento de mi gente.

Lo vertido aquí, no es fruto del oportunismo que lanza los ideales al abismo, pues mis palabras nacen del amor a mi tierra, amor del cual fui amantado desde mi concepción. Tampoco busco la ocasión de figurar, pues por esos espejos no me dejo engañar, ni por los aplausos sobornar…

No escribo desde una posición de comodidad, púes yo también enfrento mis retos. Habiendo experimentado en carne propia el flagelo de la violencia, así como la desesperación y la impotencia ante hechos que superan con creces nuestras posibilidades y fortaleza. Pero no quiero hablar de mí, si no alzar mi voz contra esa violencia desenfrenada, que parece sacada de esas novelas de terror mezcladas con ficción.

Sé que no pocas veces, la desesperación parece cerrarnos todas las puertas, dejándonos en una habitación con una obscuridad tan espesa, que envuelve en sombras nuestros sueños y desde allí no visualizamos nuevos horizontes… Pero no olvidemos que basta un rayo de luz para que aun las tinieblas más tenebrosas salgan huyendo despavoridas.

Pero esa luz no está en esos que surgen como “Caudillos” que no tienen más que soluciones ilusorias, temporales y parciales; ya que la luz y las verdaderas soluciones son aquellas que se forjan en el fuego donde se moldea el carácter y solidaridad de los pueblos.

Precisamos de esa conciencia individual y colectiva que nos lleve a comprender, que en esta barca que nombramos Guatemala, todos ganamos y perdemos en común… Ya que una pérdida individual y aun más si se trata de una vida, tarde o temprano redunda en una pérdida colectiva, pérdida de solidaridad ante el dolor “ajeno”, perdida del respeto y valores y sobre todo promueve el surgimiento de una indiferencia lapidaria de la cual tarde o temprano resultamos siendo víctimas.

No podemos avanzar si nuestros cimientos siguen varados, en las arenas movedizas de dogmas irreconciliables, de injusticias ingobernables que siguen precisando de las armas, para imponerse y mantenerse… No podemos aspirar al bien supremo de la libertad, si el temor es nuestra mayor motivación para vivir en una sociedad donde sus instituciones y ciudadanos, no pueden ser garantes del don sagrado de la vida. No podemos avanzar, si seguimos anclados a un pasado, que aunque no debemos de olvidar, pues de hacerlo corremos el peligro de repetirlo, éste sólo debe de servirnos de referencia para despertar nuestra conciencia.

No podemos, no debemos de reclamar derechos para nosotros, sin antes reconocerlos en los demás, pues exigir libertad, sin respetar la libertad y dignidad en los demás es TIRANIA. Hermanos, no caigamos en esa carrera infernal y sin final de la competencia por ser más y tener más… Pues allí solo encontraremos una soledad de muerte y creo que merecemos mejor suerte…

Nuestra tierra no necesita de más mártires, y esto dicho con la gratitud y respeto con que merecen ser reconocidos todos aquellos que han vertido su sangre sobre esta tierra y que hoy son parte de sus entrañas…

No olvidemos que la libertad, la igualdad y la paz, no son concesiones que recibimos, son derechos que merecemos.

Autor: Oxwell L’bu