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Carlos Guzmán Böckler (1930-2017)

Su fuerza estuvo en que comprendió nuestra humana e histórica frustración.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

Querido maestro, nunca pensé que escribiría estas líneas, siempre creí estaría a mi lado con su conciencia asertiva y profunda pero sobre todo con su transparencia y humanidad que pocos intelectuales han cultivado en nuestro país. Su presencia a mi vida llegó cuando iniciaba mi camino en las ciencias sociales y su acompañamiento fue clave en mi toma de conciencia sobre mi historia como mujer k’iche’ poseedora de privilegios relativos dentro de una nación egoísta, opresiva y desigual.

Hoy –en la distancia– me informan que ha partido. Agradezco su luz y los años que dedicó a mi formación, me considero afortunada de haberlo tenido por más de dos décadas pero no soy la única, usted fue clave en la formación de generaciones de mujeres y hombres mayas a quienes fue conociendo desde 1960 y con quienes construyó lazos no de investigador versus sujetos a investigar, tampoco de asumirlos como informantes claves y menos para legitimar publicaciones o intervenciones. Su fuerza estuvo en que comprendió nuestra humana e histórica frustración, ese aire que respiramos desde que nacemos y que está en todas partes de la Guatemala urbana, repitiéndonos directa o sutilmente que los mayas no existen, que somos usurpadores de identidad y que si existimos no valemos nada porque no pensamos por nosotros mismos. Nunca olvidaré a uno de los primeros abogados mayas que expresó cómo lloró cuando terminó de leer Guatemala una interpretación histórico-social, en 1970, porque durante su vida, Guatemala no había hecho otra cosa sino hacerlo sentir “que no valía nada, que era una mierda”.

Usted tejió relaciones reconociéndonos como seres con fortalezas y debilidades, capaces de transformar con nuestra propia inteligencia las condiciones raciales y sociales en las que nacimos.

Atesoraré las largas sesiones de trabajo y discusión, las interminables tardes en la Xelajú, los cafes en Mixco, las conversaciones en la capital, La Antigua o Santiago pero sobre todo sus consejos para acompañar a mi descendencia.

Ha vuelto a las entrañas de la Mesoamérica que tanto amo y recorrió, ahora comprendo cuando decía que los Mexicas vivían para morir, por eso entregaban el corazón aún palpitando como una muestra de amor a los principios. ¡Gracias maestro!

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj