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Camino de Xibalbá

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

Hay en nuestro modo de ser nacional cierta fascinación por las profundidades. Radicados en tierra de montañas y barrancos, las visiones alegóricas de nuestro ser social y de nuestra historia están marcadas, desde el inicio de los tiempos, por los desafíos del andar a la orilla desfiladeros y precipicios.

Así, Junajpú e Ixbalamqué (y antes que ellos, Jun Junajpú y Wuqub Junajpú) “bajaron al camino de Xibalbá, descendieron por unos escalones, bajaron y salieron por unos barrancos de aguas turbulentas, barranco agitado, barranco ruidoso, se llamaba el lugar por donde pasaron” (traducción de Sam Colop, 2012).

A su vez, en su texto más conocido y más repetido, Otto René Castillo asume el sacrificio necesario para la redención de la patria: “yo bajaré los abismos que me digas/ yo beberé tus cálices amargos/ yo me quedaré ciego para que tengas ojos/ yo me quedaré sin voz para que tú cantes…”.

Nuevamente, ahora, Guatemala se encuentra en ese andar al filo de la navaja, en el camino de Xibalbá, en la ruta hacia el inframundo de los Estados fracasados, de los Estados parias.

La crisis política tiene al país en una encrucijada. ¿Se repetirá la derrota de Jun Junajpú y Wuqub Junajpú a manos de los señores de Xibalbá, o bien la sociedad indignada desarrollará la capacidad, el ingenio y la audacia de Junajpú e Ixbalamqué para vencer al inframundo?

Aunque el balance de la última semana es incierto, el descenso hacia Xibalbá prosigue. La marrullería legislativa consumó dos nuevas bofetadas a la demanda social: enviando al archivo la solicitud de antejuicio contra Otto Pérez Molina, y dando más largas a la discusión del ya manoseado proyecto de reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP).

Un amparo provisional otorgado por la Corte de Constitucionalidad a favor del partido Libertad Democrática Renovada (Líder) en relación con esas reformas, y el globito de una iniciativa legal para impedir el asesoramiento de la Cicig al Ministerio Público, también fueron percibidas por la sociedad indignada como la confirmación de que el sistema “está viendo la tempestad y no se santigua”.

Aún más: Líder continúa desafiando la resolución del Tribunal Supremo Electoral (TSE) que le ordena suspender su propaganda electoral, por haber sobrepasado el techo de gasto autorizado. Al amparo del Artículo 92 de la LEPP (uno de cuyos párrafos establece que “no podrá suspenderse un partido después de la convocatoria a una elección y hasta que esta se haya celebrado”) Líder está tensando la cuerda a niveles peligrosos, burlándose no únicamente del TSE, sino agrediendo hasta la exasperación la inteligencia de la ciudadanía.

Entretanto, la tibia reacción del TSE se interpreta como expresión del empantanamiento en que se encuentra el sistema: de una parte se defiende el fetiche de la institucionalidad, pero al mismo tiempo esa institucionalidad es incapaz de imponerse a quienes, con total desparpajo, violentan cuanta legalidad obstruya su camino hacia su pretendido triunfo electoral.

En respuesta a las maniobras de la marrullería política, a las burlas del Legislativo, a las demandas sociales y a la debilidad (o la complicidad, según una extendida percepción pública) de las instituciones del Estado, la población indignada volvió a la plaza, revirtiendo lo que parecía el reflujo de las movilizaciones callejeras.

Las señales que llegan desde la plaza y las calles, así como de las redes sociales, son de radicalización: no tanto de las demandas sociales (aunque no falta quien reclame “revolución ya”) cuanto de las formas de lucha. La manifestación al ritmo de la batucada, las pancartas ingeniosas y vehementes, empiezan a parecer insuficientes para romper la sordera, la ceguera y el cinismo del establishment.

Desobediencia civil, paro nacional, huelga de brazos caídos, huelga general, son los recursos que anidan ya en el imaginario una parte de la sociedad indignada. El problema sigue siendo, sin embargo, la dispersión de las convocatorias, la falta de coordinación entre las organizaciones que van surgiendo del movimiento mismo.

Así, entre la tozudez del sistema y lo amorfo de la indignación social, seguimos bajando. Tal vez la fascinación por los abismos nos quiere llevar hasta el fondo para reconocer, con Luis de Lión, que el tiempo principia en Xibalbá.

Edgar Celada Q.
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