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Carlos Figueroa Ibarra

Observamos en El Salvador el surgimiento de un gobierno dictatorial asentado en un gran respaldo popular. Nayib Bukele sigue dando muestras inquietantes de aprovechar el gran consenso popular que lo llevó  a la presidencia de El Salvador en 2019, para prolongar su ejercicio del poder. La reelección presidencial y la dependencia de una personalidad para darle continuidad a un proceso, a la larga se convierte en una debilidad como se demostró en Bolivia y también en Nicaragua. Pero hoy Bukele está en ascenso.

En el momento en que consiguió mayoría en la Asamblea Legislativa en mayo pasado,  destituyó a cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. Recientemente  la misma  decidió que no es inconstitucional  su reelección en 2024. En febrero de 2020 envió un pésimo mensaje  nacional e internacionalmente al irrumpir en la Asamblea Legislativa acompañado de un contingente militar y policiaco armado con fusiles de asalto.  Buscaba de esa manera presionar al órgano legislativo para aprobar un préstamo para comprar armamento. Más inquietante aún  resultan la persecución política que  ha desencadenado contra el FMLN. Bukele ha declarado su distanciamiento contra los dos partidos  más importantes de la posguerra, ARENA y el FMLN.

Pero la persecución política la está sufriendo sobre todo éste último. Han sido encarcelado/as Carlos Enrique Cáceres, ex-ministro de Hacienda; Calixto Mejía Hernández, ex-viceministro de Trabajo; Elva Violeta Menjívar, ex-viceministra de Salud; Hugo Alexander Flores, ex-viceministro de Agricultura; Erlinda Handal Vega, ex-viceministra de Educación (hija del líder histórico del FMLN, Schaffick Jorge Handal) y el activista digital Mario Gómez, opositor y crítico de la Ley Bitcoin.  Se han girado órdenes de captura contra  el ex-presidente Salvador Sánchez Cerén; José Guillermo López, ex-ministro de Agricultura; Gerson Martínez, ex-ministro de Obras Públicas;  Lina Dolores Pohl, ex-viceministra de Medio Ambiente y  José Manuel Melgar, ex-ministro de Seguridad y contra cinco ex-funcionarios más. Alguno/as de ello/as ya se encuentran en el exilio.

Bukele ha manejado muy bien las redes sociales, especialmente el uso del tuit, el cual es su principal medio propagandístico. A través de las redes ha construido una imagen de gobernante eficaz y que lucha contra la corrupción. Su discurso es anti-oligárquico en tanto que representa una fracción capitalista emergente aliada con la vinculada a Antonio Saca (su aliado a pesar de estar preso).  Dicho discurso encubre que su agenda es básicamente de derecha neoliberal. Teniendo mayoría en el poder legislativo, controlando el judicial, también la Fiscalía General, aliado al ejército, desmantelando a los partidos de oposición, seduciendo al pueblo salvadoreño,  advertimos el surgimiento de  una dictadura novedosa. Tanto que Bukele se autodescribe como  el “dictador más cool del mundo mundial”. Fraseología que unida a una imagen de gorra virada y calcetines de colores, va dirigida a los jóvenes que hoy están inmersos en el mundo de las nuevas tecnologías de información y comunicación, los millenials que lo apoyan y que se unen a los decepcionados de los partidos que gobernaron en  El Salvador en las últimos treinta años. He aquí la dictadura millenial.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes

Carlos Figueroa Ibarra
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