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Bienvenido al Club de los Modelos Clásicos I

(La Crisis de los 40’s )

Fue uno de esos sueños iracundos,  que te dejan imágenes en la cabeza, que se repiten y se repiten y luego desaparecen por un momento, para más tarde reaparecer con tal recurrencia que casi te producen demencia, porque de repente se van, pero están allí, es cuando descubres que juegan contigo al escondite…

Luis Carlos siempre había hecho alarde, de su visión de halcón, pero desde que puso pie en los 40’s,  la visión poco a poco se le empezaba a degradar, al punto de empezar a contemplar el ir al oculista. Aparte de eso y de una que otra cana, que le sentaban bien con la edad, se sentía de lo mejor, como en un adolescente. Con un buen empleo en el que llevaba casi 20 años, un matrimonio con sus bajas y sus altas, pero que le permitía tener una estabilidad emocional y sintiéndose realizado como profesional, le parecía  tener una vida plena, donde no había más que esperar… Pero aquel sueño poco a poco se convertía en su peor tormento, en fuente de un sufrimiento, que aun que no reconocía esta allí, y de vez en vez le punzaba el corazón, como un recordatorio de ese aguijón.

Los días transcurrían, como de costumbre, metido en una rutina, que  se había  apoderado de todo, incluso de lo que había para comer en la cocina. PERO como siempre sucede, un día de repente  los imprevistos, uno a uno empiezan a acampar en el sillón de la comodidad y la vida te empieza a cambiar.  Primero la anunciada decisión de su hijo mayor de dejar de estudiar e irse a buscar mejor suerte a New York, luego ese despido indirecto del que fue objeto, al plantearle su jefe, que la única forma de mantenerlo en su  puesto actual, era la de reducirle el salario por más del 30% y sin beneficios, ahora lo de la enfermedad de su esposa…Y para rematar, su niña, su princesa dejaba la casa, para irse a vivir con un forajido del que apenas se sabía el nombre. Y así, sin trabajo, sin hijos y con una esposa cuya vida, se le escapaba como humo entre las manos, lo que fue sus oasis, ahora era un riachuelo de agua que al beberla producía mas sed…

Unos meses después, el cáncer gano la batalla y tuvo que despedir, sin querer despedirse, de la mujer que por muchos años fue la primera imagen que veía al despertaren este mundo.  Comprendía y aceptaba la muerte como un proceso natural, propio de la misma vida, pero le resultaba difícil el aceptar el verse de forma tan abrupta solo, en una casa que hoy se le hacía tan grande.

Preparando su Currículum Vitae, advirtió que casi toda su vida laboral, la había dedicado a una empresa y que los demás empleos realizados, no eran más  que trabajitos temporales, con los que no podía acuñar mayor experiencia.  Salía todos los días de casa con un el periódico bajo el brazo, un folder con copias de su currículum y una hoja de papel  que era el mapa de su itinerario. Al entrar a las oficinas esperando una entrevista, notaba como los mas jóvenes lo veían con  desdén, le resultaba incomodo también el tener que competir con ellos por puestos que requerían experiencia, pero que pagaban sueldos de principiantes…

Pese a que su presentación era impecable y que frente al entrevistador (Que no pocas veces resultaba ser de su misma edad o incluso más jóvenes)  su desenvolvimiento era con soltura y profesionalismo, hasta hoy no había conseguido más que, el típico “Esta usted muy bien calificado así que  le llamaremos después”… Que era una forma gentil de decirle siga buscando.

Luego de un día de tropezones, de comer lo que fuera en la calle,  el regresar a aquella calle vacía, se le hacia un suplicio difícil de de asumir, se sentía como los gladiadores del circo romano, que entraban solos a librar esa batalla con la muerte que algunas veces creían ganar, mas la verdad era que la postergaban, porque tarde o temprano caerían víctimas de sí mismos, para la algarabía de los que se gozan ante las desgracias ajenas.  Su habitación era el coliseo, su cama la arena donde libro tantas batallas que lo extasiaron, pero donde hoy no quedaban más que huellas  y esos fantasmas de la soledad, que esperaban su caída…

Después de copiar más de mil veces el currículum, de gastar varios pares de zapatos y de escuchar lo mismo, finalmente acepto un trabajo para el que estaba sobre calificado y en el que la paga era un poco más que la mitad de su anterior empleo.  Tragándose los orgullos que inducen los títulos en la pared y la experiencia laboral que se vuelve obsoleta, trato de ver las ventajas de su nueva posición: Le quedaba cerca de casa, aun que no ganaba mucho el dinero le era suficiente para sostenerse y trabajaría en algo que le atraía.

Su nuevo empleo le ayudo a salir de esa inmensa soledad, donde de forma voluntaria se había sumergido, pero donde un huésped inesperado se convirtió en su sombra, la depresión…

Oxwell L’bu