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Bebidas gaseosas y engañosas campañas publicitarias II

¿Cómo se han colocado estas marcas en parte de nuestros deseos, sueños e identidad?

Marcela Gereda

La semana pasada desde este mismo espacio buscamos problematizar cómo en nuestro país a la vez que crece de manera exponencial el índice de incidencia de diabetes en la población, las bebidas gaseosas no tienen ningún tipo de regulación en medio de una sociedad en la que se desconoce los efectos del consumo extremo de azúcar. Y en ello las mismas se dan a la tarea de ingeniar campañas emotivas para vender a determinados mercados cautivos.

Hace muchos años, la Coca Cola era vendida como un remedio medicinal. Con buena publicidad esta y sus bebidas hermanas se han convertido en la mercancía que hallamos hasta en los poblados más lejanos de este país. Ahí mismo donde faltan libros, medicinas, educación y los servicios más básicos, hay camiones de Pepsi o de Coca Cola que entran hasta dos veces por semana y en el furor del consumo desmedido de estas bebidas nos preguntamos: ¿cómo se han colocado estas marcas en parte de nuestros deseos, sueños e identidad?

La respuesta no es nada simple. Pero tengo la certeza de que tiene que ver con un deseo sin límites y bestial de las corporaciones de quererse enriquecer retorciendo la realidad a su antojo y manera para manipular a través de su encantadora y seductora publicidad.

La publicidad de estas bebidas azucaradas nos vende un estilo de vida y una forma de ser que no son producto de una casualidad. Nos venden también ideas inspiradoras que apelan a nuestros sentimientos sobre aquellos elementos culturales y naturales con los que nos identificamos.

No vemos que detrás de cada anuncio hay un equipo de trabajo e inteligencia por parte de estas marcas que ha
estudiado cómo introducir un mensaje a nuestro inconsciente para que lo internalicemos, para que lo reproduzcamos y que en ello al consumir una marca referida nos sintamos mejores personas, identificados con los íconos que estas marcas promueven. Por ello estas corporaciones saben lo que a estas les representa (monetariamente hablando) que Mesi o Shakira invite a la población a consumir estas bebidas.

En Guatemala, ya vimos también cómo estas corporaciones a través de esta misma estrategia de mercadeo
altamente efectiva de usar a íconos internacionales, instigan para que nos inviten al consumo desinhibido de estas marcas nocivas y en el contexto económico en el que las mismas son producto y reducto de un sistema de privilegios y monopolios.

En el documental The Century of the Self, realizado por Adam Curtis, se explica cómo E. Bernays utilizó las
teorías psicoanalíticas del inconsciente para aplicarlas a técnicas de mercadeo, con el objetivo de manipular a las masas.

Las grandes corporaciones entendieron que para vender debían de crear una economía basada en el deseo (ficticio), abandonando la economía basada en las necesidades. De ahí que mucha gente hoy en día pare sus actividades para comprar una bebida azucarada porque hay algo fuera de sí que le dicta que su felicidad y bienestar depende del consumo de esta marca.

Los seres humanos creemos que somos libres, pero estamos dominados por fuerzas internas irracionales como el miedo, el deseo, y todas las pulsiones y necesidades inconscientes. Estas pulsiones han sido desviadas al servicio del capitalismo para generar riquezas y crear consumidores adormecidos. Y es lo que han sabido emular a la perfección todas esas compañías gigantes que adornan nuestro alrededor y empujan a que la nueva forma en la que organizamos la vida sea en torno a ellas, es decir al comercio.

Al entender el inconsciente humano, el mundo de las trasnacionales nos hace marchar y obedecer hacia sus doradas píldoras expuestas y embotelladas en plástico o latas. Ello nos convierte en esclavos de unos amos que no vemos, pero nos dictan a distancia qué ser, qué pensar, y cómo vivirnos desde adentro. Y por si esto fuera poco, además de crearnos un falso sentido de identidad, desencadenar diabetes y un sinfín de enfermedades ligadas al consumo excesivo de azúcar, los envases terminan en el mar, amalgamándose en basura letal para los océanos y la fauna marina.

Esta publicidad es un encanto de serpientes, un veneno que dice vender bebidas para el “bienestar refrescante” pero que consumidas en exceso pueden matar, mientras otros engrosan sus carteras; una nueva modalidad en la que el capitalismo comete otro delito humano, pero nosotros seguimos tarareando alegremente
la canción y tragándonos el refresco cegados por la propaganda y sus artimañas coloridas y musicales.

La respuesta no es nada simple. Pero tengo la certeza de que tiene que ver con un deseo sin límites y bestial de las corporaciones de quererse enriquecer retorciendo la realidad a su antojo y manera para manipular a través de su encantadora y seductora publicidad.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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