Ayúdanos a compartir

Banguat-Cacif: ¿Miedo a la verdad?

Manuel Villacorta

Las autoridades de turno del Banco de Guatemala y del Ministerio de Economía tienden siempre a cuidarse las espaldas. Pero evidente es que sus principales representantes viven en una constante disyuntiva: expresar mecánicamente que todo marcha mejor que nunca para garantizar su permanencia en sus puestos, o bien exponer con valentía el estado de la economía nacional aun con los costos políticos que esto les implique. Generalmente se quedan en lo primero. Terminando siempre sus exposiciones más o menos así: “A pesar de la desaceleración económica mundial y de los sucesos políticos internos, Guatemala muestra una economía sana en la que las macrovariables revelan que creceremos en forma sostenible”. Vaya retórica. ¿Quiénes están creciendo en forma sostenible? Eso no nos lo dicen.

La cruda realidad: cayó el índice de confianza, se redujo el crédito bancario al sector privado, disminuyeron las exportaciones y también las importaciones, la inversión externa ha caído a niveles nunca antes conocidos, grandes empresas están minimizando sus operaciones y sus costos (el más grave se refiere a la creciente ola de despidos de trabajadores), se contabilizan cinco trimestres consecutivos de reducción en el gasto público con los efectos que esto genera en la economía nacional, la mora por todo tipo de préstamos está creciendo en las entidades bancarias, mientras la deuda pública ya alcanza un preocupante 30% con relación al PIB. ¿Son estos síntomas de una economía sana con un crecimiento sostenible? ¿Usted lo cree?

Mientras eso ocurre, al interior de las principales cámaras empresariales cunde el pánico. Porque, en efecto, en estas sí se posee información objetiva, mientras se confirma simultáneamente que los niveles de productividad de las grandes empresas representadas en las mismas están en picada. Curiosamente en estas instancias pareciera que no existe el “interés-estratégico” de hacer pública esa situación, porque según estas eso conllevaría a mayores niveles de desconfianza en el ámbito de las inversiones. El Cacif, la Cámara de Industria y la Cámara de Comercio, para citar tan solo algunas, optan por el silencio, pero más temprano que tarde esto les pasará una onerosa factura.

Mientras eso ocurre en estas instancias (Banguat, Ministerio de Economía y cámaras privadas), la población mayoritaria vive en un contexto que cada día se complica más. Quienes poseen un empleo experimentan cómo el salario cada vez rinde menos respecto a los gastos prioritarios; quienes no tienen empleo han caído en una angustiosa situación que parece no importar en lo más mínimo a las autoridades del Estado. Hay mucha angustia e insatisfacción social al respecto. La pobreza creció y amenaza con expandirse más.

No hay una política de Estado integral para el desarrollo económico y social. No hay políticas públicas inmediatas para atender casos graves como salud, educación y seguridad. Ante esta dramática realidad, un poema o una moraleja, se tornan en ofensa para un pueblo cansado de esperar. Lo que viene podría tener consecuencias insospechadas y, quizá, devastadoras. Un pueblo con hambre es un pueblo sin paz.

La cruda realidad: cayó el índice de confianza, se redujo el crédito bancario al sector privado, disminuyeron las exportaciones y también las importaciones, la inversión externa ha caído a niveles nunca antes conocidos, grandes empresas están minimizando sus operaciones y sus costos…

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/07/banguat-cacif-miedo-a-la-verdad/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Manuel R. Villacorta O.