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Azúcar: dulce veneno

Jaime Barrios Carrillo

“La causa principal del cáncer es el reemplazo de la respiración con oxígeno en las células normales del cuerpo por la fermentación del azúcar”. 
– Otto H. Warburg, premio Nobel en 1931.

En Guatemala país de monopolios donde impera la ley del más fuerte, sobre todo económicamente, se crean imaginarios e ideologías que no corresponden a la realidad y más bien desvirtúan a la misma. Es el caso del azúcar, presentado como un producto excelente para todos, especialmente para las ganancias de los mismos azucareros que con su gran poder cuentan con propagandistas en los medios, especialmente columnistas neoliberales conservadores de derecha que defienden a capa y espada los dulces intereses de los ingenios azucareros. Pero el azúcar puede causar graves problemas en la salud, lo que está plenamente demostrado. Y la salud general de los guatemaltecos es mala debido a la desnutrición y a una nutrición sin calidad basada en azúcar y carbohidratos, comida rápida, etcétera. De ahí que sea importante discutir este tema a pesar del malestar que pueda causar.

Comencemos señalando que existe una diferencia entre obesidad y nutrición. Una persona puede ser obesa y tener al mismo tiempo valores bajos o deficientes en su organismo, como baja hemoglobina. Entre 1975 y 2014 aumentó en el mundo la cantidad de personas con sobrepeso y obesidad del 23 al 39 por ciento. Al mismo el que consumo de bebidas azucaradas, especialmente gaseosas, subió entre 1990 y 2010 del 21 al 38 por ciento. Las bebidas azucaradas se han relacionado desde hace muchos años acorde a estudios e informes científicos con el sobrepeso y la diabetes del tipo 2, según datos de la Organización Mundial de la Salud WHO y la Asociación Europea para Estudios de la Obesidad EASO. Lo anterior reclama la necesidad de un cambio total de mentalidad.

Durante décadas nunca se habló del azúcar como droga que produce abstinencia, además de los estragos que causa su consumo exagerado en la salud humana: de caries a diabetes pasando por alta presión arterial, los trastornos cardiovasculares y cánceres de todo tipo. Debe agregarse los altísimos costos sociales y de salud que producen las enfermedades y secuelas ocasionadas por el consumo de bebidas gaseosas y de azúcar, especialmente la refinada. Las bebidas gaseosas, “aguas” o “frescos” como se les llama en algunos países, contienen niveles muy altos de azúcar refinada. En países como México se beben gaseosas en grandes cantidades. Y el país tiene los índices de obesidad más grandes del mundo así como un alto índice de diabetes.

El cuerpo humano necesita de substancias que el azúcar contiene, especialmente la sacarosa, la fructuosa y las variantes de glucosa pero pueden obtenerse comiendo frutas o raíces como la remolacha e incluso el arroz. De ahí que hasta la aparición del consumo de azúcar no se registraban las caries profusas, que en muchas partes del mundo con deficiencias de los sistemas de salud y odontológicos constituyen un signo de pobreza: la falta de dientes desde temprana edad.

El consumo de azúcar refinada es relativamente reciente en la historia de la humanidad. El azúcar comenzó siendo producida paradójicamente como medicina. Fue en la isla caribeña de Haití donde se comenzó a cultivar la caña de azúcar llevada por los franceses. Los portugueses la llevaron al Brasil un poco más tarde hacia 1600. El azúcar al refinarse se vendía como medicina en Europa ya que sus concentraciones de calorías producen una energía inmediata, de ahí que se creía que tenía efectos curativos en enfermos decaídos. En la India se utilizaba desde hacía siglos en la cocina aunque lo que se usaba era la misma caña.

El azúcar refinado comenzó a utilizarse en la gastronomía francesa para la producción de postres, pasteles y viandas dulces de todo tipo para comensales adinerados y banquetes siendo entonces un producto muy caro. De los comedores aristocráticos se expandió a las clases medias y luego se popularizó por toda Europa. Ya en el siglo XIX se tuvo como grupo meta de la producción de golosinas endulzadas a los niños y el consumo de dulces por parte de infantes en todo el mundo ha ido en crecimiento constante. Incluso se utiliza con gran frecuencia como premio o recompensa a los niños “que se portan bien”, existiendo costumbres en muchas partes como “los dulces del fin de semana” y los que se abundantemente comen en las visitas a cines matinales. El aumento de las caries infantiles no se ha hecho esperar y tanto el consumo de dulces como de caries crece en proporciones dramáticas. También la diabetes infantil. En países de gran pobreza y de desnutrición, especialmente entre la población rural, se les da de beber a los niños bebidas gaseosas en un intento desesperado de salvarlos de la desnutrición.

A finales del año pasado fue publicado un reportaje en el diario español El País donde se presentan las evidencias de la relación entre el consumo de azúcar y el cáncer. El artículo revisa las diversas teorías sobre la influencia en el metabolismo de diversos energéticos, el azúcar es uno, y el aparecimiento de células cancerosas que se reproducen y crean tumores malignos. El País cita a Josep María Argilés, director del grupo de investigación de Bioquímica y Biología Molecular del Cáncer en el Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona:

“Las células tumorales utilizan mucha glucosa y tienen mecanismos para aprovecharla mejor que una célula normal, de forma que cuando hay una competición, como sucede en la aparición de un tumor, entre la célula normal y la tumoral por la glucosa, siempre gana la tumoral”.

El azúcar refinado comienza a ser motivo de control y en 19 países se han tomado ya medidas como impuestos especiales a las bebidas azucaradas, como en México donde paga un peso por litro. En Estados Unidos Seattle y ciudades en California han hecho algo similar. La conciencia mundial de los efectos negativos para la salud del azúcar refinado y sobre todo de las bebidas gaseosas azucaradas continúa en aumento. En Centroamérica ya Costa Rica ha tomado medidas. En Chile existe un alto impuesto a las bebidas gaseosas de 18 por ciento. En países europeos como Francia se ha subido incluso la tasa impositiva a las bebidas azucaradas. En Inglaterra después de largas diluciones se comenzará con un impuesto.

Al mismo tiempo, los grandes productores de azúcar y de bebidas azucaradas han comenzado campañas para desprestigiar las evidencias científicas, aduciendo que son exageraciones y que lo que produce problemas de salud es en cambio la grasa por lo que recomiendan productos desgrasados cuya pérdida de sabor se compensa con más azúcar, lo que contradice las evidencias científicas de que el azúcar se metaboliza en grasa. Siguiendo tradiciones propagandísticas neoliberales los corifeos de esas corporaciones critican los impuestos a las bebidas gaseosas en nombre de la libertad individual.

A medida que los estudios avancen y las evidencias se hagan mayores, no tardará demasiado antes que se imponga también la obligación de textos informativos en las etiquetas de los productos, advirtiendo los peligros del azúcar de manera análoga a como se hace hoy con los cigarrillos y el alcohol.

Tener un conocimiento exacto de las propiedades del azúcar y sus consecuencias negativas en la salud si se consume en grados altos, como es el caso de gaseosas, dulces “típicos”, pastelería, helados, etcétera resulta una obligación social a manera de que el público conozca los estragos del dulce veneno.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/domingo/2018/10/28/azucar-dulce-veneno/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Jaime Barrios Carrillo
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