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Eduardo Villagrán

Este ensayo nace de una ponencia que fue la lección inaugural del Taller experimental de la idea a la sinopsis – IMÁGENES Y SONIDOS DE CENTROAMÉRICA, impartido por Casa Comal Cine a cineastas nicaragüenses de entre 20 y 25 años, en octubre de 2020. Su objeto era darles un punto de partida para la concreción y elaboración de sus ideas en torno a proyectos cinematográficos. El texto que sigue elabora y completa las ideas presentadas en esa ponencia, quedándose sin embargo en el nivel de una plática a jóvenes estudiantes.

  1. Creación artística y libertad

La creación artística, en el cine, la literatura, la danza, la pintura, la performance o cualquier otro medio, surge de la totalidad de la experiencia de la autora, modulada y condicionada por sus habilidades natas, el entorno en que se desenvuelve, su inspiración y hasta su estado físico. Se usa la palabra experiencia en el sentido más amplio, para referirse a la totalidad de lo que la persona ha experimentado desde su concepción, incluyendo influencias externas e impulsos y figuraciones internas.  El entorno económico, social y personal condiciona el trabajo artístico, facilitándolo o poniéndole limitaciones; caso positivo del cine en Costa Rica y Panamá y no tan positivo en Guatemala. En cuanto a las condiciones de vida personales, es normal que muchos escritores trabajen en otras cosas para ganarse la vida y los pintores tienen que ver qué hacen para comprar sus materiales. El estado físico es importante en el caso de los bailarines, los performers y los actores, mientras que la inspiración es ese «no sé de dónde me vino», esa dimensión paralela a la cual todos tenemos acceso y que los artistas aprovechan para descubrir, crear y pulir sus obras.

La creación artística se desenvuelve en un estado de mayor o menor libertad, la cual pone cotos a la autodeterminación.

  • Libertad externa

Una de las más obvias es la libertad de expresión. Sus limitaciones afectan la publicación y exposición de las creaciones artísticas de manera directa. Se dice, por ejemplo, que en Guatemala la libertad de expresión es limitada, aunque no tanto como ha sido en otras épocas, como principios de los 80, mientras que el consenso es que en Nicaragua está más limitada todavía.

La libertad de expresión debería afectar sólo la publicación o presentación de las obras, no su creación. En la práctica, la imposibilidad de publicar o exponer lo que el artista produce puede afectar su proceso creativo. El arte pictórico contemporáneo de Cuba, por ejemplo, recuerda al arte moderno de los años 50 y 60, a juzgar por lo que está expuesto en los museos; difícil formarse una opinión acerca de las creaciones que el artista guarda para sí mismo o para sus allegados.

Las limitaciones a la libertad de expresión también pueden verse bajo el lente del albedrío. Durante el proceso creativo la persona, la artista, puede escoger cómo reaccionar ante las limitaciones que se le impone a su libertad de expresión. Una artista puede ser tan libre como se lo proponga, si lo trae en su naturaleza o si de alguna forma lo aprendió, sin importar las circunstancias en que se encuentre.

La pandemia y el confinamiento han afectado de manera drástica la libertad de reunión. El teatro, el cine, las performances, las exposiciones, los recitales de poesía y las tertulias literarias se han reducido a su mínima expresión. Siempre puede hacerse presentaciones virtuales, pero no es lo mismo a tener al público enfrente.

La libertad de locomoción, o falta de ella, afecta a todos estos medios también. Muchos de los comentarios relacionados con la libertad de expresión aplican también a la libertad de locomoción. Hay otros, como la imposibilidad de rodar una película en determinada locación, que no se pueden resolver mientras no sea posible moverse sin restricciones físicas.

  • Libertad interna

La liberación personal es uno de los objetivos trascendentales de un ser humano. Lograrlo requiere de un esfuerzo constante y deliberado porque todos traemos predisposiciones e instintos y desde antes de nacer somos bombardeados por impresiones, que nuestro sistema nervioso almacena, casi siempre más allá de su utilidad inmediata. Esto aplica no sólo a los llamados traumas, sino también a los hábitos, tradiciones, inclinaciones, formas de ver el mundo y hasta a la misma socialización. Volver a un estado feral es impráctico e indeseable, por lo que todos los seres humanos estamos destinados a vivir una libertad interna condicionada y relativa.

El autoconocimiento es una de las principales rutas para lograr un mayor grado de liberación interna. Esto incluye comprender qué nos hace reaccionar de tal o cual manera, o asumir tales o cuales actitudes, ante estímulos externos e internos. Los externos incluyen la totalidad de nuestra experiencia y los internos nuestra base genética, nuestra conciencia colectiva y nuestras figuraciones. Mientras más profunda y completa sea esta comprensión, mayores posibilidades hay de desactivar, o bien de permitir en forma deliberada, ciertas de nuestras reacciones y actitudes, de maneras que sean más acordes a la realidad inmediata.  El grado en que la artista lo logre le permitirá una mayor libertad creativa y ser más «ella misma» en sus formas de expresión.

En estrecha relación con el autoconocimiento está el albedrío de cada quien del que se habla arriba, que es lo que le permite decidir cómo va a reaccionar ante algo que le pasa o le sobreviene. El ejemplo extremo es el de Víctor Frankl, un neurólogo y psiquiatra austriaco que sobrevivió a varios campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Frankl vivió las situaciones más indignas y atroces, pero en cierto momento se dio cuenta de algo que llamó «la última de las libertades humanas»: la libertad de decidir, dentro de sí mismo, cómo le afectarían todas estas crueldades. Decidió permanecer consciente y con su dignidad intacta, cosa que logró hasta su liberación. Una artista que mantiene su albedrío puede crear en entera libertad, sin importar cuáles sean sus condiciones externas. Este albedrío rara vez llega gratis, pero puede cultivarse de varias maneras.

La sinceridad con uno mismo también es parte de la libertad interna. «Uno sólo es lo que es» y de nada sirve el autoengaño porque no es creíble ni sostenible. Una escritora se puede creer la muy intelectual, pero su naturaleza puede ser más sensual o epicúrea de lo que se imagina y de poco le servirá intelectualizar sus textos si sus impulsos tienden en dirección contraria. Siguiendo la misma línea, uno puede elegir mantener algunas de sus reacciones automáticas, si siente que van más acordes a su plan de vida, al camino que eligió.

El ejercicio de una mayor libertad personal permite mayor apertura a nuevas formas de ver el mundo y el arte. Se van eliminando las anteojeras, cadenas o ataduras que nos obligan a ver las cosas sólo de cierta manera e introducen sesgos en nuestras percepciones. La apertura permite ver y comprender mejor la totalidad de la experiencia humana, sin juicios de valores ni prejuicios, lo cual da mayor libertad creativa; pudiéndose crear, por ejemplo, personajes que van más allá del rango de la experiencia personal y presentarlos con soltura y naturalidad. El arte expresa, no juzga, ni condiciona, ni mucho menos apresa.

Por último está la autonomía personal. Una artista que se vale por sí misma estará más libre de las ataduras que conlleva una situación de dependencia económica. Este tipo de dependencia a la vez que se agradece y se resiente, ya que casi siempre viene condicionada, lo que da lugar a actitudes de acomodamiento, culpa, resistencia solapada o pseudo rebeldía. No puede resistir ni rebelarse en forma abierta sin arriesgarse a perder sus privilegios. Algo parecido ocurre con artistas que viven con sus padres, lo que es normal a ciertas edades, o bien que han creado una relación de dependencia con alguna organización que les proporciona una seguridad condicionada, equivalente a la de una familia. Todo el mundo pasa por etapas de dependencia, pero una artista que busca originalidad debe estar consciente de los costos y beneficios que esto conlleva y de que los artistas originales, con la sublime excepción de Efraín Recinos, terminan de free lancers o auto desempleados. En cualquier caso la facultad de ejercitar su albedrío puede elevar a cualquier artista por encima de estas limitaciones.

  • Autodeterminación y libertad

Vivir en una nación subalterna condiciona de manera generalizada la libertad artística. Durante siglos, nuestra parte del continente fue una colonia de España en el sentido literal y en los últimos 100 años ha sido una colonia cultural y económica de los Estados Unidos y Europa. Esto ha determinado los medios artísticos que utilizamos, nuestra estética y el alcance de nuestras creaciones.

A raíz de la afirmación de los Derechos Humanos, que nació de las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial, se ha ido dando una cada vez mayor afirmación de las identidades locales; en el caso de América, con raíces mayas, incas, aimaras, aztecas, garífunas. Sin embargo, la Colonia, en un sentido amplio, reprimió y sigue afectando la libertad artística.

2. Supresión física

Durante la Conquista y sus secuelas inmediatas, se dio la quema de lienzos mesoamericanos, la prohibición de rituales y la destrucción de imágenes y esculturas indígenas con significado religioso y cultural. Más adelante, durante la Colonia, esto dio paso a una colonización ideológica, a lo que Serge Gruzinski llama La colonización de lo imaginario (México: FCE, 1991). Esta colonización sigue vigente hasta nuestros días.

Para principiar, está la imposición del idioma castellano, con toda su estructura, sintaxis, vocabulario y referentes, algunos ajenos a Mesoamérica. Cuando utilizamos la palabra espíritu, por ejemplo, sus referencias serán nuestro propio ser interior, el Espíritu Santo, nuestra alma o hasta un fantasma, pero no son las mismas que los referentes del mu q’eqchi’, esa presencia invisible que anima todas las cosas, personas, animales y hasta ancestros. Con el castellano aprendemos la cultura Occidental y sus puntos de vista y referentes, que son más individualistas que los mayas y por supuesto imbuidos del Cristianismo.

La Colonia también impuso estilos pictóricos, escultóricos y musicales. Los artistas indígenas se vieron obligados a aprender y desarrollar técnicas Occidentales al reproducir imágenes y esculturas, e interpretar cánticos, religiosos. El primitivismo natural de los lienzos mesoamericanos quedó atrás; no se volvió a hacer estelas ni bajorrelieves en piedra; se abandonaron los estilos musicales que incluían conchas de caracol, sonajeros de pezuña de venado, ocarinas y caparazones de tortuga, dejando en su lugar la música melancólica de la marimba traída por los esclavos africanos.

 La estética indígena fue destronada por la Occidental. En las personas, los cánones de belleza se volvieron la blanquitud, los cabellos rubios y los ojos claros; en las artes narrativas se adoptó el patrón aristotélico, con sus giros, clímax y desenlaces; la supresión y desplazamiento de las artes visuales indígenas conllevó el reemplazo de su estética; el individualismo de los poemas Occidentales contrasta con el naturalismo de la poesía azteca y maya. Estos patrones se volvieron la norma, mientras que  la estética indígena fue relegada a un segundo plano y en gran medida olvidada por los mismos artistas.

Los artistas de las regiones subalternas también se apropiaron de la cultura de las metrópolis. Al principio lo hicieron por mera imposición: al ser obligados a producir esculturas y pinturas eclesiásticas se apropiaron de estos temas y crearon notables obras de arte. Después se volvió costumbre; se olvidaron y renegaron los estilos y estéticas indígenas hasta que desaparecieron por completo de sus horizontes creativos. Por último, las estéticas de las metrópolis se convirtieron en aspiraciones para los artistas de las regiones subalternas, un querer ser Occidentales, un agringarse o afrancesarse. Estas apropiaciones no por fuerza son negativas, pues a través de ellas se han producido obras artísticas de gran valor, pero también algo precioso se ha perdido y además la colonización cultural, la del imaginario, tiene implicaciones políticas que no viene al caso discutir.

Se hace la salvedad de que existe una estética universal, accesible a todas las personas y  resultado del toque genial de la artista.

  • Autodeterminación y creación artística

La autodeterminación de los pueblos es ahora una tendencia mundial. La afirmación de los derechos de las minorías ha modificado el panorama político facilitando, entre otras cosas, la desintegración de la URSS, la balcanización de varios países de  Europa central y la creación de autonomías regionales en Nicaragua, Panamá, Ecuador, Bolivia y otros países de América, así como la independencia de Irlanda y la expresión de tendencias autonómicas en Cataluña, Escocia y otras regiones de Europa. En Guatemala, la creación de un Estado plurinacional se ha vuelto parte integral del discurso político.

Estos procesos han llevado a una afirmación de las culturas locales. Está renaciendo la aceptación de las formas de expresión propias, se busca una mayor incorporación y sincretismo con la cultura Occidental y se da un florecimiento de expresiones cada vez más apegadas a lo local. Siempre ha habido una influencia del arte de los pueblos americanos en la pintura, la música y las demás artes del continente, como la pintura llamada primitivista, la música andina y los textiles mesoamericanos. Ahora, con la tendencia hacia la autodeterminación, están surgiendo nuevos paradigmas de incorporación artística; en Guatemala hay una cantante de jazz kaqchikel, un artista de performance tzutuhil, compositores de hip-hop en este idioma y varias otras muestras de sincretismo contemporáneo.

En el cine, hay que mencionar el largometraje Donde nace el Sol, una película con estética maya y hablada en kaqchikel, que en vez de una línea narrativa aristotélica presenta cuatro estampas animadas de la interacción entre indígenas y españoles, criollos y mestizos, desde la Conquista hasta el presente. Estos nuevos sincretismos tienen diferentes niveles de aceptación, según la cultura de la audiencia. Para la première de Donde nace el Sol, algunos cineastas de estética Occidental se levantaron y salieron de la sala. Presenté esa película a una audiencia 80% q’eqchi’ y sus comentarios fueron de que era la mejor que habían visto.

Tengo la costumbre de escribir una novela dos veces, la primera para inventar la historia y la segunda para contarla. Hace poco terminé de narrar una próxima novela en el formato de un lienzo maya de los tiempos de la Conquista. La novela tiene 58 pequeñas escenas de alto contenido pictórico y está narrada en tiempo presente, como si la lectora estuviera contemplando, a su antojo, uno de esos lienzos que describen encuentros entre mesoamericanos y castellanos. Hago la salvedad de que no busqué este enfoque en forma deliberada u oficiosa, sino que así fue como la historia pidió contarse.

 Hay una interacción entre la autodeterminación y la expresión artística: se influencian en forma recíproca. El caso del Reggae en Jamaica es un paradigma de música liberada, que a la vez libera y se trenza con políticas de emancipación. Es dable desear que el arte de todos los pueblos cumpliera  esta doble función.

Por todo lo anterior, en nuestros quehaceres artísticos mantengamos conciencia de la interrelación entre la expresión artística y la autodeterminación, aprovechando todos los espacios de libertad que se vayan creando y que nosotros mismos podamos abrir, aprendiendo a ejercer los que nos son propios por naturaleza y siendo a la vez auténticos y veraces con nosotros mismos. Ello nos llevará a la originalidad, a la aportación y a la propuesta. El resultado colectivo no podrá ser sino una mayor libertad y una mayor liberación.

Los artistas de las regiones subalternas también se apropiaron de la cultura de las metrópolis. Al principio lo hicieron por mera imposición: al ser obligados a producir esculturas y pinturas eclesiásticas se apropiaron de estos temas y crearon notables obras de arte.

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