Autor: Administra Narrativa

La saga de un poeta (I parte)

De Rodolfo Arévalo Enrique Noriega nació en Guatemala en 1949. Su primer libro ganó el certamen de los Juegos Florales de Quetzaltenango en 1972. Su primera publicación fue de 1992 en los talleres de la editorial, Ediciones del...

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El árbol de Adán, de Gerardo Guinea Diez

Dolores después, según los recuerdos, volví a estos caminos para espantarme el miedo y sacármelo del cuerpo. Hago lo que ocurre,
extinguir el carbón encendido que traigo en el pecho desde entonces.

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Mi padre espiritual, de Mario René Matute

Diciembre por las calles alegres, en el parque Central el hipnótico retozo de juegos fatuos. Me encanta atisbar a la multitud desde la incomparable y potente elevación que me ofrecen los hombros de mi padre.

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En un mundo siniestro, de Oxwell L’bu

Se imagina usted un día despertar y encontrarse con un mundo donde las llaves del agua abren o cierran al lado contrario, donde los tornillos en vez de apretarse se aflojan, encontrar su guitarra con las cuerdas en diferente posición, darse cuenta que las herramientas son complicadas y al usarlas le hacen ver torpe, que los pupitres tienen el apoyo para su brazo al revés, sentarse a la mesa para comer y darse cuenta que estorba y le estorban con los codos cuando alza la cuchara para tomar la sopa.

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Poesía, poemas, poetas. Carlos López.

Al tratar de encontrar una respuesta a la duda qué es la poesía, en lugar de obtener una contestación las preguntas se multiplican: ¿quiénes son los poetas?, ¿de qué están hechos los poemas?, ¿qué es el lenguaje?, ¿qué son las palabras? Lo que llamamos poesía es un entramado difícil de esclarecer, pero quizá la poesía no quiera aclararse a sí misma o tal vez allí quepan todas las revelaciones —«La poesía sólo sabe hacer preguntas y sentir miedo»: Juan Gelman—. En uno de sus aforismos, Karl Kraus afirma: «Artista es sólo aquel que puede convertir la solución en un enigma». De la misma manera, la poesía, como el artista, defiende su enigma, su incertidumbre. En «L’art romantique», Charles Baudelaire escribió: «La poesía no tiene más objeto que ella misma. Su fin no es la verdad, sino ella misma». Como dice Luis Cardoza y Aragón, «la poesía no piensa, no explica, no tiene certidumbres ni dudas, no demuestra: su carga de lucidez e inteligencia es inseparable de su condición formal. Imaginación y sensibilidad. La poesía no quiere ser. Es».

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Diccionario Dixio

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