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Asustar con el petate del muerto

Samuel Pérez Attias

No hay evidencia empírica que correlacione robustamente la desaceleración económica con la lucha contra la corrupción. Eso es asustar con el petate del muerto.

No hay evidencia de que la Cicig esté apoyando alguna candidatura presidencial. Eso es asustar con el petate del muerto. No hay objetividad en el argumento de que la Cicig promueve agendas comunistas, terroristas, satánicas o de cualquier otra índole fundamentalista, lo cual solo producirá un caos en Guatemala. Eso es, de nuevo, asustar con el petate del muerto.

Una población ignorante es presa fácil de la manipulación política, pero una educada y cegada por fundamentalismos, sean ideológicos, chauvinistas o religiosos, es peligrosa para la misma democracia, el desarrollo y el bienestar general.

Desde el siglo pasado no se había visto una lucha con la élite de la talla de la que hoy vemos. Una élite económica que nunca se había sentido vulnerable. Una élite política que se asumía intocable. Una élite social que se visualiza como la soberana y todopoderosa, merecedora de inmunidad e impunidad. Hoy, cuando esa élite ve a la justicia trabajar como siempre debió haber trabajado, siente temor, pues se reconoce por fin como una ciudadana más, sujeta a las leyes como cualquier simple mortal.

El temor a ser encarcelado, acusado, perseguido, juzgado y condenado causa incertidumbre en muchas personas, pero a la vez desincentiva las prácticas corruptas que antes podrían haber sido la norma. El costo de oportunidad de delinquir (participar en corrupción) es ahora más alto que el beneficio de hacerlo, pues las señales enviadas son un mensaje poderoso: «A partir del 2015 se entiende la justicia como algo que no se entendía antes: delinques y la ley te cae».

En todo este juego de poderes es oportuno no subestimar el del chisme y el de la propaganda informal o institucionalizada. Una pequeña élite que comparte tiempos y espacios sociales se comunica con códigos comunes en espacios comunes. Es en estos donde existe también la posibilidad de generar mensajes que sin mucha evidencia y sin mucho análisis creen desconfianza o impacten en el ethos de la élite y de sus satélites. Las conversaciones informales que prevalecen en algunos ámbitos sociales son «no voy a invertir ahorita porque la economía está mal y no sé qué va a pasar en los próximos seis meses», «la lucha contra la corrupción ha creado mucha incertidumbre», «las instituciones están sesgadas» o el temido «la izquierda acecha». Agreguemos a eso el miedo difundido por redes sociales y por cajas de resonancia entre ciertos grupos sociales que en medio de la confusión quieren aferrarse a argumentos brindados por sus pares para tomar postura. Surgen entonces voceros y cabilderos de los grupos de interés, manipuladores y expertos en todo que al final no saben nada, que implantan argumentos falaces y se valen de la ingenuidad del resto para que, como tontos útiles, sirvan de portavoces de quienes sí temen que la lucha contra la impunidad los alcance.

Esas fundaciones que hoy ven que la justicia entró a la sala de sus casas por primera vez se encargan de usar la propaganda para generar inestabilidad, caos e incertidumbre en la población para su propio beneficio. Que esto va a parar como Venezuela, que las elecciones están arregladas para que fulana o mengano llegue a gobernar y que todo es una conspiración mundial para convertir a Guatemala en un país comunista son mensajes que, aunque absurdos, aún son considerados por algunos por haberse constituido en chismes. Ya no lo leen en la prensa: lo escuchan en la refacción del viernes, en la piñata del sábado, en la boda de la otra vez, en su grupo de Whatsapp o en la conversación en el salón de belleza.

Todos ellos son argumentos subjetivos, algunos tan irrisorios como que la Cicig es un arma de la ONU para imponer una agenda que favorece el fin de los tiempos bíblicos atentando contra la familia y la vida y apoyando ideas anticristianas. El fundamentalismo no ayuda. La ignorancia no ayuda. El pensamiento crítico casi inexistente no ayuda. Y los fantoches y lacayos de grupos que han gozado de privilegios y de poder gracias a la impunidad generan demasiado ruido y se convierten en un lastre para este país.

Salir de la crisis depende de una ciudadanía con dos dedos de frente, pero con mente crítica. De una ciudadanía que evalúe los argumentos y contraponga la racionalidad y la objetividad a las emociones y a la subjetividad, no digamos a los dogmas ideológicos, a los fanatismos religiosos y a los temores infundados.

Nunca antes en la historia de Guatemala se había visto una lucha frontal contra la impunidad que descubriera tanta podredumbre junta y, eso sí, ahora tocando a quienes han concentrado poder y privilegios en Guatemala desde hace varias generaciones.

La recomposición de las fuerzas de poder de las élites y nuevas élites también hace ruido y produce inestabilidad. Es que, como nunca había pasado, se abrió la caja de Pandora en Guatemala.

Es grande el riesgo de que sin la Cicig el Ministerio Público sea el próximo objetivo por perseguir, desmantelar, amedrentar y estrangular para que deje de ser una amenaza a quienes hoy se ven vulnerados. Una vez atemorizada con el petate del muerto, la gente apoyará cualquier proceso para que todo vuelva a la antigua normalidad conservadora, esa que favorece a unos pocos y permite que este país siga siendo una especie de finca con aspiraciones de hacienda.

Fuente: [http://plazapublica.com.gt/content/asustar-con-el-petate-del-muerto]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Samuel Pérez Attias