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Aspiraciones que atraviesan los siglos

Trump inaugura otra etapa del sistema y formación racial.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

El triunfo de Donald Trump, como el próximo presidente de Estados Unidos, en lo personal no me sorprendió. La historia de la primera mitad del Siglo XX enseña que emergió de manera vehemente e identificado con su causa como lo hizo Adolf Hitler, luego de la Gran Guerra (1914-1918), con valores definidos que comparten amplios sectores de la población que no son exclusivamente blancos, de clase trabajadora, con poca formación o cristianos.

Por eso, este triunfo evidencia que hay valores y aspiraciones que atraviesan a los siglos pero también a los pueblos y a las clases.

Lo que sí me sorprendió fue que desde sus inicios en Estados Unidos, cuando peleaba por ser uno de los precandidatos del partido Republicano la mayoría de la población informada y crítica se cegó ante la realidad negándola, como si al negarla, ésta desapareciera. Y el resultado ha sido la elección de un político que está indicando por un lado, que las políticas de la diversidad cultural fracasaron dentro y fuera de ese país, que en efecto no es novedoso porque nacieron muertas dado que no abordaron el fondo de las complejas opresiones sino promovieron una falsa “integración social” impulsada a través de respetar la “diversidad cultural”.

Por otro lado, Trump inaugura otra etapa del sistema y formación racial en el mundo.

Y lo logra a través de varios puntos, aquí mencionaré dos. El primero, su claridad en el tema económico respondiendo con un discurso que contenía puntos concretos sobre lo que hará, ante los cuales sus seguidores inmediatamente se identificaron porque sentían que él entendía la devaluación de sus vidas económicas desde 2008. Y segundo, apeló al orgullo americano que -desde su perspectiva- ha venido minándose ante las distorsiones provocadas por instituciones y políticas impulsadas por la elite y la burocracia de Washington.

Ese orgullo que se identifica con una raza, una posición, una historia común, una ideológica propia que posee metas y aspiraciones espirituales y materiales concretas.

Y para detener la supuesta degradación usó el racismo como una arma que le permitió aglutinar a mujeres y hombres que desean eternizar e inmovilizar la historia y con ella también sus privilegios.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj