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El  pasado 25 de mayo  tuve oportunidad de estar  al final de la tarde en la Plaza de Mayo en Buenos Aires. Frente a la Casa Rosada se congregaba una multitud que entusiastamente coreaba consignas en el festejo del 201 aniversario de la independencia argentina. Me di cuenta que no era un acto de argentinos en general sino que se trataba de una muchedumbre  kirchnerista. Acompañado de una amiga porteña, Diana Dukelsky, a quien agradezco me haya  llevado al evento, pude constatar que buena parte de los asistentes a la conmemoración eran jóvenes. Observé una enorme pantalla  en el frente del palacio de gobierno que  originaba abucheos cuando  el video proyectaba  imágenes de Bush y Carlos Menem y aplausos entusiastas cuando aparecían Perón, Evita, Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández.

Durante los días que estuve en Buenos Aires indagué si lo que había visto esa noche en Plaza de mayo era un fenómeno aislado o era representativo de lo que acontece en Argentina. Al parecer es esto último. Se ha observado  en buena parte de  la juventud el  renacimiento   de la militancia y el compromiso social. La mayoría del pueblo argentino recuerda traumatizada el desenlace del sueño menemista en la crisis del corralito en diciembre de 2001 y contrasta esa situación con la que se vive ahora. Hay  prosperidad económica que se ha traducido en una elevación de la capacidad adquisitiva del pueblo argentino como lo pude constatar caminando por la zona de comercios de la calle Gurruchaga. Hace tres años cuando estuve la última vez en Buenos Aires, pude ver que Cristina Fernández estaba en una situación de desgaste notable. El paro que le hicieron los grandes productores de soya  para protestar contra el proyecto  gubernamental de incrementar los impuestos a las exportaciones de dicho producto, había desencadenado una terrible campaña mediática encabezada por el poderoso grupo mediático que encabeza el diario Clarín. La ley impositiva no se aprobó  porque en el Congreso hubo un empate que fue resuelto con el  voto en contra del vicepresidente Julio Cobos. Hoy Cobos va camino al olvido o será recordado por su traición  a la presidenta Fernández.

¿Cómo ha sucedido este cambio que huele a una reelección de Cristina Fernández? La respuesta esencial es que su gobierno ha continuado la voluntad posneoliberal que inició Kirchner. Esto se traduce en la inversión del dogma neoliberal: crecer para repartir. Hoy en Argentina se reparte para crecer. Los frutos de la bonanza de los últimos años han sido usados para fomentar la producción y en otras más que implican  una elevación de la calidad de vida de los argentinos. Para empezar el desempleo heredado por el neoliberalismo que estaba en 25% ahora se encuentra en el 7.4.  Uno de los ejes principales de las políticas gubernamentales  es el fomento al empleo. Pero además existe la Asignación Universal por hijo que es un programa parecido al de mi Familia Progresa. Tal programa  también beneficia a las madres  con 12 semanas de embarazo. Ha consolidado la estatización de los fondos de las pensiones para los jubilados, ha emitido una ley de actualización jubilatoria lo cual le permite a aquellos que no cuentan con los años de servicio suficientes el poder pagar cuotas para alcanzar una pensión decorosa al término de su vida laboral. Ha ampliado la cobertura de salud a jubilados y pensionados, ha fomentado la producción de medicinas genéricas en los laboratorios de universidades y ha consolidado el subsidio al transporte público. Importante de mencionar es la ley de medios que busca  romper con el monopolio mediático que ha mantenido el grupo Clarín quien tiene hoy buena parte de las concesiones de canales de televisión en el país. Por supuesto esta parte de la ley se encuentra hoy en litigio. El Congreso aprobó también una ley de protección de los glaciares la cual ha sido acusada de no ser suficientemente enérgica contra la minería a cielo abierto. Se aprobó también  la llamada ley de “matrimonio igualitario” que permite el casamiento gay y lésbico. En este momento está en proyecto  una ley de participación  de los trabajadores en las ganancias empresariales y una ley de entidades financieras que busca gravar  las transacciones financieras.

La derecha acusa de populismo a todas estas medidas. He expresado en esta columna  el uso incorrecto de este  término para América latina hoy.  Populismo o no, las medidas ha sido recibidas con beneplácito por el pueblo argentino. La principal carta de la derecha, el jefe de gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, decidió no presentarse en las elecciones presidenciales  y luchará por la reelección en su actual puesto.

Todo lo anterior me lleva a pensar que a menos que ocurriera un vuelco inesperado, Argentina se encuentra en las vísperas de Cristina.

 

Carlos Figueroa Ibarra
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