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Ánimo compañera

Danilo Santos
desantos.salazar@gmail.com

Una madre parte todos los días a buscarse la vida entre una vorágine de brutalidad machista, peligros callejeros y un trabajo que aborrece. El día pasa entre pendientes a entregar almuerzos baratos y escapes del sótano a la terraza. Fuma un cigarrillo y comparte el café de la mañana de los labios de un joven atrevido que le ha hecho sentir lo viva que aún está, rozan sus cuerpos libidinosamente y luego de saciar vacíos y urgencias, cada uno vuelve a su rutina.

En casa espera la jaula que pudo ser jardín, el lastre, la tediosa realidad de no tener para el gas, la alacena con casi nada y la cama hecha un desierto insondable y sin delirios de oasis. La noche es una tortura, el día traerá consigo pasillos oscuros donde sentirse viva, olores y sensaciones que tocarán las hebras más tiernas y lascivas de aquel ser condenado a no ser ella sino una pieza convencional en esta sociedad que llama putas a las mujeres que se atreven a vivir y cabrones a los hombres que logran putear sin ser atrapados.

Sus pupilas están lejos de casa siempre, ven el infinito de sus océanos internos con más que descubrir en cada chapuzón de sus ganas de ser ella misma. La cotidianidad la trae de vuelta al patriarcado antiaborto, al doble esfuerzo para ganar igual que los hombres, al acoso sexual laboral y callejero. Cansada de todos y todos, estudia los fines de semana para terminar de ser, liberarse de la subalternidad y competir con más posibilidades en un mundo dominado por vulgares falos armados de ideas anacrónicas sobre los valores, el papel de la mujer y la familia.

Viendo al techo gris abre las piernas para diez segundos de deber. Ya roncando el macho de al lado, se limpia concienzudamente cualquier rastro de ese otro cuerpo. Vuelve a sus tareas, sus ideas, sus críticas y propuestas, análisis y luchas. Para por un momento y se pregunta ¿Cuándo seré libre? Supongamos que mañana, se dice, me libraré de este hombre, pero me quedaran todos los que gobiernan la vida desde los pulpitos y atriles, escritorios y juzgados, instituciones y empresas, timones de carros y camionetas, oficinas de gobierno y política. La respuesta no es fácil: cuando todas podamos serlo. Mientras tanto seré rebelde masculla antes de apagar la luz.

En Guatemala solo el cuarenta por ciento de las mujeres están en el mercado laboral y ganan ochenta y cinco por ciento menos de lo que ganan los hombres, hay menos del veinte por ciento de mujeres en el Congreso de la República y menos de diez en las municipalidades. De los partos atendidos, los embarazos en adolescentes representan más del veinticinco por ciento. El parto de mujeres menores de 14años supera los cuatro mil.

Estamos haciendo mal muchas cosas, pero en lo que se refiere a igualdad de género en todas sus dimensiones, lo estamos haciendo fatal.

Escampa el día y la mitad de la población sale nuevamente a intentar encontrarse, perderse o “descubrir” la felicidad en el rol que le asignamos. Ánimo compañera.

Fuente [http://lahora.gt/animo-companera/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Danilo Santos Salazar