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Carlos Figueroa Ibarra

Enrumbado  en el movimiento que encabezó entre 2000 y 2018 con la marea progresista de las primeras tres décadas del siglo XXI, Andrés Manuel López Obrador nunca quiso asociarse  con los líderes  de los gobiernos posneoliberales más conspicuos de la región. Esto no se debía a una distancia política e ideológica con el progresismo latinoamericano, sino que obedecía a un cálculo político  ante una derecha nacional e internacional  ferozmente  persistente en destruirlo. No quería ser asociado con Hugo Chávez  para no abonar a la afirmación neoliberal de que era el “Chávez mexicano” y que quería  hacer de México otra Venezuela.  No era solamente cálculo político. Emparentado con el posneoliberalismo latinoamericano dista mucho de ser lo mismo que Chávez, Evo o Correa.

A lo largo de muchos años,  López Obrador ha tenido un bajo perfil en lo que se refiere a las relaciones internacionales.  No es estridentista con respecto al rol del imperio estadounidense  en la región, sabe muy bien que lo mejor para un proyecto antineoliberal en México, es mantener excelentes relaciones con Washington. Retrata esta sobria conducta internacional su aforismo de que “la mejor política exterior es una buena política interior”. Esto puede  decir muchas cosas: estabilidad interna para poder tener un amplio margen en el concierto internacional, autoridad moral producto del buen gobierno para poder opinar sobre los problemas mundiales. Esto último es lo que parece haber operado en el contenido de su discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU el 9 de noviembre de 2021.

En los festejos del bicentenario del  15 de septiembre de 2021, cuando invitó al presidente  cubano Miguel Díaz Canel a que lo acompañara en el estrado, López Obrador pronunció un memorable discurso sobre la autodeterminación de los pueblos, la soberanía de México y una relación equitativa con Washington. El discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU es congruente con el aforismo mencionado. Como lo ha hecho  con respecto a la política interna, Andrés Manuel puso en el centro de la problemática mundial el tema de la corrupción: la del neoliberalismo que privatiza  ganancias y socializa  pérdidas; la de los evasores fiscales beneficiados con los paraísos fiscales; la de los fondos buitre que practican la usura despiadada.

La crítica a la ONU también se expresó con su afirmación de  que solamente  6% de las vacunas anticovid se hayan distribuido por el mecanismo Covax para los países más pobres. Tras decir que la ONU nunca ha hecho  algo realmente sustancial para los pobres, propuso un “Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar” que es una internacionalización de su planteamiento nacional de “Por el bien de todos, primero los pobres”. Propone López Obrador recaudar un billón de dólares para favorecer a los 750 millones pobres extremos en el mundo. Esto se haría a través de un impuesto de 4% a los mil  más ricos y a las mil empresas  más importantes del mundo y un 0.2% a los integrantes del G-20. En México y en el mundo, el bien de los pobres sustenta al bien de todos.

En los festejos del bicentenario del  15 de septiembre de 2021, cuando invitó al presidente  cubano Miguel Díaz Canel a que lo acompañara en el estrado, López Obrador pronunció un memorable discurso sobre la autodeterminación de los pueblos, la soberanía de México y una relación equitativa con Washington

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Figueroa Ibarra
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