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Ampliar y diversificar la protesta

El pueblo soberano es el que manda, y sus órdenes quedaron claras.

Mario Roberto Morales

Luego de las marchas del 4 de julio, en especial las nocturnas con luminarias, quedó claro que el pueblo ya no le pide la renuncia al Presidente de la República, sino que abiertamente lo está echando del puesto con todo el derecho que le da el ser su empleador soberano. También quedó asentado de una vez por todas que la organización es la clave del éxito de las movilizaciones masivas, y que la unidad de demandas es lo que le otorga fuerza y legitimidad al discurso político de la protesta contra la corrupción y a favor de reformas a las leyes antes de las elecciones.

La masividad fue recobrada por las marchas de los sábados, a lo cual se agrega su expansión a diferentes puntos de gran simbolismo político, como la Corte Suprema de Justicia y el Congreso de la República, además de la tradicional Plaza de la Constitución. Igualmente, el ritmo coordinado de las movilizaciones capitalinas con las del interior del país le dio a las marchas una contundencia que por fin alcanzó titulares en la prensa internacional. Y si a esto agregamos que en Honduras manifestaban miles de personas al mismo tiempo que lo hacían otros miles en Guatemala, resulta obvio que el discurso ciudadano por la democratización de cada país adquirió una dimensión regional en el norte de Centroamérica. Fue, por todo, un acierto de Guatevisión haber transmitido en vivo las marchas. Con ello demostró además que aquí existe un empresariado de derecha al que también le interesa des-oligarquizar la política local.

El 4 de julio se crearon asimismo las condiciones para pasar a una nueva modalidad de lucha en la que la gente proteste cada fin de semana en la puerta de su casa, haciendo coincidir su voz alzada con quienes manifiestan en plazas y otros espacios públicos. Organizarse por cuadra para unificar criterios y consignas a fin de salir a la puerta de la casa a protestar con ollas, sartenes, palmas o luminarias es algo que la masividad de las marchas del 4 de julio propició al dejar sentado que el pueblo es el soberano y no los dirigentes políticos, y que es el pueblo el que manda y no el Presidente y sus secuaces. También, que este Gobierno ha sido despedido en pleno por su empleador. Y que lo que ahora procede es sacar a los corruptos de sus madrigueras organizándonos y manifestando unitariamente con más alcance y contundencia cada vez.

Es de celebrar la unidad lograda por el movimiento ciudadano en las calles, pues la principal responsabilidad histórica en esta coyuntura de lucha y de cambio recae sobre los movilizados. Los letrados que interpretan la Constitución a la luz de lo social-concreto y que luchan contra los formalistas del Derecho que se cobijan en la letra muerta de la ley, sólo pueden actuar avalados por el pueblo organizado en la calle. Es este pueblo y sus movilizaciones el único actor político capaz de realizar cambios estructurales en la sociedad. En manos, pues, de los movilizados está hoy el futuro de este país. Por eso, las marchas deben crecer en masividad y diversificación, en maduración de los contenidos políticos de las demandas y en unidad de acción. No podemos permitir que las reformas legales las hagan burócratas con claras lealtades sectoriales. Si los dejamos, sólo harán cambios de forma para que todo siga igual.

La protesta del 4 de julio también dejó claro que sólo los pueblos se liberan a sí mismos. Y que el pueblo de Guatemala se ha echado por fin y para siempre a volar.

Es este pueblo y sus movilizaciones el único actor político capaz de realizar cambios estructurales en la sociedad. En manos, pues, de los movilizados está hoy el futuro de este país.

Mario Roberto Morales
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