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Alerta en el Congreso

Carlos Aldana Mendoza
carlosaldanam@gmail.com

El Congreso de la República sigue siendo el escenario que más repudio y rechazo genera en la sociedad guatemalteca. Es el ente más desprestigiado en nuestra historia política. La palabra “diputado” ha sido la más utilizada, como sinónimo, para referirse a corrupción, decadencia, ambición, inutilidad y muchos otros adjetivos elocuentes. Excepciones mínimas confirman la regla.

Por eso, con ola de crisis del año pasado, la mirada no se lanzó solo a los representantes del Ejecutivo y sus distintas dependencias involucradas en la corrupción, ni solo a los representantes de instituciones privadas vinculadas en esos asuntos. La mirada fue unánimemente dirigida a los diputados. El MP y la Cicig hicieron su trabajo y, de una u otra manera, generaron golpes en ese sector de la clase política. Pero no parece que haya sido suficiente, porque aunque algunos rostros ya no ocupan los lentes de la prensa, ni su nombre ocupa espacios informativos, algunos de los rostros más históricos y vinculados —por acción u omisión— siguen allí.

Este año empezó con bríos nuevos, con una actitud de legislar cuantitativamente para ir superando la inanición de años pasados, principalmente el anterior, en el cual distintas maniobras impidieron la producción legislativa. Independientemente de la calidad, pertinencia y utilidad de lo legislado este año, se ha mostrado una conducta de producir. Uno podría pensar que si hay calidad e impacto, entonces vale la pena que produzcan, pero si es lo contrario, pareciera que es mejor que no creen leyes a granel. Que fiscalicen. Y se autofiscalicen.

Después del empuje, y el destape de los envidiados sueldos, empieza el Congreso a protagonizar la noticia política. Crean una normativa antitransfuguismo con 30 días de entrada en vigencia, y en estos días cambia el equilibrio legislativo. Ahora la que era una bancada pequeña se convierte en la segunda fuerza, con todo y contradicciones entre presidente y vicepresidente y la bancada del partido al que la figura presidencialista llevó al poder Legislativo. Así empiezan su ejercicio político.

Llama a la alarma no solo la práctica de acomodar gente sin ningún otro objetivo que tener votos (mediante la clásica postura de levantar la mano, que simboliza la ironía de un gesto inútil pero al mismo tiempo poderoso). También llama poderosamente la atención la facilidad con que algunos diputados cambian de partido, con las justificaciones de siempre. Sin duda alguna, el Congreso es un lugar mayormente ¡desideologizado! Allí no hay posturas, visiones de país o de Estado, proyectos de apoyo a la población, hay intereses y ganancias. Por lo menos, en lo mayormente observado, pues seguramente algunos diputados en la actualidad quieren y pretenden hacer bien su trabajo.
La alerta en el Congreso es porque apenas estamos en el primer mes de esta legislatura y las cosas pintan para ser como antes: disputas inútiles e innecesarias, falta de compromiso compartido para sacar adelante al país, contubernios con aire de política, pero que más pueden sonar a microeconomía. Mientras que en el silencio y la oscuridad del bajo perfil, siguen manteniéndose en sus curules los sobrevivientes de esta historia política tan nefasta. Parece que tendremos un Congreso en luchas internas para rato.

CarlosAldanaMendoza

Y nuestro país no está para eso. Suficiente crisis estructural, financiera, sociopolítica y cultural tenemos como para que tengamos que pagar el costo de un Congreso que se percibe como más de lo mismo.

Fuente: Siglo21 [http://www.s21.com.gt/gaia/2016/02/16/alerta-congreso]

Carlos Aldana Mendoza
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